Hace unos días se hizo viral un video en el que parecía que el presidente de Italia, Mario Draghi, se dirigía a Pedro Sánchez como «Antonio». Aunque luego hemos sabido que en realidad se refería a António Costa, primer ministro de Portugal, el cachondeo generalizado fue imparable. Los memes tardaron pocas horas en aparecer y, a pesar de que la izquierda se quedaba afónica repitiendo que el señor Draghi se estaba refiriendo a Costa, a todo el mundo le importó un rábano. Nosotros seguimos a lo nuestro que eran los chistes. El corte tiene bastante gracia, pero es probable que no tanta como la cadena de estupideces que desató. Todo esto nos hizo olvidar durante un rato nuestras cosas o al menos dejarlas en una esquina, aunque las siguiéramos viendo ahí, por el rabillo del ojo.
La vida en general es dura. El humor permite sobrellevar lo cotidiano y también lo imprevisto con algo más de ligereza. Aunque se ha observado la capacidad de reír de algunos grupos de primates, el sentido del humor lo atribuimos al ser humano y salvo por pequeños matices, es algo común a todas las culturas. El humor mezcla la capacidad cognitiva del cerebro con la emoción. Es algo fascinante.
Cuanto más fino es el humor más inteligencia requiere. Reírse de uno mismo es una de las mejores cosas que se pueden hacer en la vida porque en realidad te estás adelantando a los demás. Freud pensaba que el humor no es un escape de la realidad sino un enfrentamiento con ella. Nos reímos de la realidad porque es una manera inteligente de gestionarla. El humor nos ayuda a sostenernos y a aguantar los embistes un poco mejor. Reírnos nos permite mirar a la miseria de frente. Y la miseria está protagonizando en este momento su propio spin off.
En los Oscar de este año, el presentador de la gala hizo un chiste sobre la mujer de Will Smith y éste subió al escenario y le propinó una bofetada. Un hombre haciendo un chiste sobre el aspecto de una mujer, el marido de la interesada defendiéndola con violencia y los tres protagonistas de este caótico momento; negros. Toda la Pirámide Woke en directo y con señal al mundo entero. Años intentando que la Academia abrace las causas, y en una noche todo queda reducido a la nada. A los Monty Python no les habría salido mejor. Los medios progres con mucho nerviosismo hacían equilibrios para abordar la noticia con solemnidad y con referencias como marido violento, el movimiento BLM lamenta la imagen, lo que podría haber sido la gala de la inclusión… Y, por supuesto, la recurrente masculinidad tóxica.
Es difícil determinar en este caso qué predomina porque lo tiene todo: el delito de odio con el chiste, el marido machista que defiende a su mujer, la violencia de la bofetada, que sea negro el que pega, que sea negro el que recibe. Qué hacemos. Qué difícil es ser progre. En realidad, la anécdota tuvo mucha gracia, aunque ese no fuera el propósito y todo el progresismo estuviera con cara de eso, de progresismo.
En las elecciones estadounidenses de 2016 se publicó un meme en la página de Facebook Hoppean Snake Memes en el que se leía «The left can’t meme» («la izquierda no sabe hacer memes»). Esta frase se popularizó rápido, y es que la relación de la izquierda con el humor es en general rara. Es una relación difícil porque los vetos y tabúes se interponen y eso al humor le va regular. Muchas cosas les ofenden, pocas les hacen gracia y, probablemente por esto, tienen ellos poca gracia. Seguramente la incapacidad de aceptar que la vida es dura y muchas veces injusta les inhabilita para reírse de ella. Es un humor poco oportuno, que da bastante vergüenza ajena, que el destinatario a veces se toma a mal, y de pronto te cae un golpe. Poca broma con el progreso.
Cuando defiendes la libertad las cosas son más fáciles. La libertad y el humor se llevan bien. Cuando uno es libre, entiende que todo lo que hace tiene consecuencias. Organizar tu vida y tu libertad y entender y aceptar eso era algo que dábamos por hecho, que la mayor parte de las personas en edad adulta había entendido ya. Hasta ahora no nos había ido mal, pero los progres también se han metido en esto, como en todo, y amablemente nos ayudan a gestionar las consecuencias de nuestros actos vetándolos con anterioridad. No vaya a ser.
El señor presidente del Gobierno se encuentra en este momento grabando una serie que se va a emitir en Netflix con la que pretende «mostrar su día a día» y, aunque no lo hayan dicho, alimentar su ego. Imaginamos que su equipo al completo sabe que el efecto va a ser el contrario al que se busca pero que nadie se atreve a decírselo. Va a ser una fuente inagotable de mofas. El espectáculo va a dar mucho de sí, pero no el de la serie sino el del maravilloso ingenio de los españoles.
Hacer humor en un momento en el que estás fastidiado requiere de inteligencia, mucha educación, hilar fino y gran libertad. El sentido del humor cohesiona y une a la sociedad. Nos reímos todo lo que nos permite la dignidad que nos queda. Nos reímos de los políticos y lo vamos a seguir haciendo. Nunca deberíamos perder el sentido del humor porque eso significaría el fin de la crítica, y por lo tanto el abandono de la trinchera. No vamos a dejar de reírnos de vosotros. Somos libres de reírnos y, ante eso, nunca vais a poder hacer nada. Ni siquiera tú, Antonio.