Una mezcolanza de activismo y negociaciones legalistas es el carácter de cada COP —la última, la 28, celebrada el pasado mes de diciembre—. El acuerdo resultante, bautizado como Consenso de de los Emiratos Árabes Unidos, incluyó la primera declaración de la ONU en los 27 años de historia de las cumbres sobre el clima que aboga por la «transición hacia el abandono» de los combustibles fósiles. De hecho, es el primer acuerdo climático que se refiere específicamente a los «combustibles fósiles» como culpables del cambio climático. Sin embargo, dado que el texto del acuerdo final aboga por la «reducción progresiva» y no por la «eliminación progresiva» de los combustibles fósiles, los asistentes más entusiastas no se mostraron muy satisfechos.

En un ambiguo lenguaje burocrático basado en las afirmaciones especulativas y en gran medida infalsificables —no científicas— del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el acuerdo evalúa los progresos realizados hasta la fecha en materia de mitigación. A continuación, pide que se adopten las medidas adicionales que se consideren necesarias —y suficientes— para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales, o a 2ºC como máximo.

El Consenso de EAU ha sido aclamado por algunos delegados, entre ellos el zar del clima de los Estados Unidos, John Kerry, como un hito histórico en los esfuerzos de mitigación del cambio climático, ya que su objetivo es alcanzar «cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050». Otros, como Anne Rasmussen, negociadora principal de Samoa, sugirieron que el acuerdo era un fracaso, especialmente para las naciones insulares. Se supone que estas masas de tierra bañadas por el océano desaparecerán bajo las aguas en un futuro perpetuamente no tan lejano.

Un negocio sin obligaciones

Aunque los 200 Estados miembros no están legalmente obligados a ejecutar nada de lo tratado en el acuerdo, delegados y climatólogos han sugerido que forzará a las naciones, petroleras, productores industriales e inversores a desprenderse de los combustibles fósiles, acelerando un cambio radical hacia las energías renovables y la mitigación del cambio climático. Asimismo, las condiciones, cuando se cumplan, tendrán un impacto devastador en la economía mundial.

La cumbre del clima se vio parcialmente eclipsada por la guerra en Oriente Medio, ya que varios líderes mundiales aprovecharon sus discursos para abordar la crisis de Gaza y se reunieron entre bastidores para hablar de la catástrofe que se estaba produciendo. Aunque la guerra no fue un tema oficial, sí tuvo un impacto directo en la convención. El Presidente israelí, Isaac Herzog, pasó una mañana reunido con otros líderes, hablándoles de «cómo Hamás viola descaradamente los acuerdos de alto el fuego», tras lo cual se saltó su discurso programado.

Mientras tanto, la delegación iraní abandonó por completo la reunión, señalando la «presencia política, tendenciosa e irrelevante del falso régimen sionista». En un discurso durante un panel titulado «Actuar sobre el gasto militar y las emisiones militares», Deborah Burton, fundadora de la cooperativa de justicia social Tipping Point North South, argumentó que la «historia de las emisiones está envuelta dentro de otra historia, y es el gasto militar desbocado». Mientras tanto, los activistas que se encontraban fuera de la sala de la convención vincularon la crisis climática a los llamamientos al alto el fuego.

La cumbre sobre el clima estuvo presidida por Sultan Ahmed Al Jaber, ministro de Industria y Tecnología Avanzada, enviado especial de EAU para el cambio climático y director ejecutivo de Adnoc, la compañía petrolera nacional estatal de Abu Dhabi. Las dudas sobre si Al Jaber, un petrolero ligado al desarrollo de los combustibles fósiles, lograría los resultados deseados precedieron y continuaron a lo largo de las conversaciones. Al final, la mayoría estuvo de acuerdo en que se alcanzaron los objetivos, aunque los resultados sólo existen sobre el papel y en la mente de los participantes. Corresponde a las partes del acuerdo imponernos las condiciones en contra de nuestra voluntad.

«Gobernanza global»

Pero, ¿qué otra cosa podría haber sido el resultado de semejante cúmulo de ideas y aspiraciones ridículas y deletéreas? Todo lo malo bajo el sol se considera relacionado causalmente con el cambio climático, incluidas la guerra y el genocidio, el terrorismo, la pobreza, la desigualdad, la inclusión, la condición de la mujer y el crecimiento demográfico.

El clima, pase lo que pase, funciona como un cajón de sastre para agrupar los problemas bajo una única rúbrica de crisis global, y reclamar el establecimiento de un sistema de «gobernanza mundial» para abordarlo. Y los medios utilizados son siempre los fines alcanzados.

Michael Rectenwald es escritor

La Iberia | Instituto Mises
El Instituto para la Economía Austriaca Ludwig von Mises es una organización educativa sin ánimo de lucro con sede en Auburn, Alabama (EE. UU.), fundada en 1982 por Lew Rockwell, Burton Blumert y Murray Rothbard.