El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado de manera reciente su informe sobre la Proyección de Hogares para el período 2024-2039. ¿Y qué «progreso» nos ofrecen ahora? Que el hogar más común será el de personas que vivirán solas. Se construirán más casas, sí, pero no habrá familias que las llenen. ¿Y por qué? ¿Por qué cada vez nos acogemos a una mayor soledad en vez de vivir en comunidad?
El informe subraya que casi ocho millones de españoles vivirán solos en 2039 si la tendencia continúa en el sentido actual. El horizonte no es muy esperanzador teniendo en cuenta la grave transformación y crisis de la institución matrimonial en España. Sólo hay que ver las principales conclusiones del estudio El divorcio en España publicado por el Observatorio Demográfico de CEU-CEFAS el pasado mes de marzo: «Entre 5,5 y 6,5 millones de adultos convivientes distintos se habrían separado en España desde 1981»; »algo más del 50% de los matrimonios se acabaría separando en España»; «un tercio holgado de los matrimonios en España se separan antes de los 20 años de casados y la quinta parte en los primeros 10 años», y como resultado de todo ello, «la desestructuración familiar por alta divorcialidad y baja nupcialidad tiene consecuencias muy negativas de diversos tipos en fecundidad, empobrecimiento económico, empobrecimiento afectivo y más soledad», por lo que el efecto en muchas ocasiones se replica. Así, parece que leer hoy sobre el matrimonio en España es estar ante una épica o una novela utópica. Aun con todo, lo cierto es que el matrimonio, que es lo que sostiene la gran mayoría de las casas, está siendo despegado de nuestra sociedad. Ni matrimonios, ni familias: la tendencia es vivir solo… pero ¿por qué?
Porque una de las mayores fragilidades de nuestro tiempo es que hay quién ha olvidado lo que fue y hay quién no quiere entender la amenaza que está por llegar. La cuestión familiar no es una cuestión ideológica, ni siquiera una mera idea de unos cuantos tradicionales y locos conservadores que denuncian la importancia de formar una propia familia y de defender el matrimonio. Simplemente debemos recordar que no hemos sido creados para vivir solos, sino para vivir en comunidad. Comunidad con nuestra familia; primer núcleo y pilar de cualquier sociedad. Comunidad en el matrimonio; entendiendo el perdón y el amor como ejes fundamentales. Comunidad en el trabajo; entendiendo la vocación y el crecimiento profesional como un gran modo para aspirar a la santidad. Comunidad con todo aquello que hace el bien. O vivimos en comunidad, o estamos condenados.
Quizás, y sólo quizás, esa soledad sobre la que tanto se escribe ahora es parte de la naturaleza de los hombres que no aceptan —o no saben aún— que su propia historia está bien hecha. Esta soledad —a veces deseada y otras no— a la que se acogen cada vez más personas para vivir solas impide mirar más hacia allá. En cualquiera de los casos, lo que está claro en 2024 y lo estará en 2039 —que vaya apuntando el INE en negrita— es que la lucha y el combate diario es perpetuo. Estamos seguros de que hoy y dentro de cien años habrá quienes denuncien la importancia de construir más casas, sí, pero para nuevas familias que sean luz ante cualquier tipo de soledad.