De modo que hay gente que le paga a un tipo más básico que un botijo para obligarse a levantarse a las cinco de la mañana, no ser un fucking panza mileurista y encaminarse así a su primer millón. Mucha gente. Veamos su web. «Mentorías gratuitas TU1MILLON». Eso es «tu primer millón», supongo. ¡Cómo resistirse!

Clic: «Como fui literalmente del Hostal a un Bugatti en siete años como Coach Online. Como fui de sufrir bullying [cursiva mía], ser delgado sin confianza, no atreverme a hablar a las mujeres, fregar platos, obrero, camarero, $50 en mi banco, escapar mi vida con el alcohol/drogas/fiesta hasta el punto de casi morir de sobredosis de cocaína [tilde mía] a generar +1M al mes como Coach Online y comprarme un Bugatti Chiron».

Ésta es la historia. Hay una foto de 2016 de este chico, Amadeo Llados, con pinta de pringao y otra de una escúter de trescientos euros. La de 2023 es en un yate, hipermusculado e hipertatuado, en compañía de cuatro señoritas de busto prominente y en varios casos ostensiblemente operado. «He cumplido muchos sueños, vivo de lo que me apasiona, me he comprado muchos supercoches, viajo el mundo pero lo que realmente me hace feliz no es el dinero…Lo que me hace FELIZ es levantarme cada día y ayudar a los demás a lograr lo mismo. Yo GANO cuando TU GANAS». Altruismo de Paypal, jeta de Adamantium, escrúpulos de presidente.

Tendría su gracia si no fuera por la cantidad de chicos que tienen por referencia a este maromo. Desde el insondable vacío al que los hemos encaminado, muchos abrazan cualquier cosa que haga que su vida se parezca a un vídeo reguetonero («En la Lambo | Capsuleando | Voy rodando | Vamo’ al mambo, yeah», canta Farruko). ¿Y como acaban? Muchos, lejos de sus familias —lastres, panzas: el esquema es un clásico sectario— viviendo en un coche para poder pagar cien euros de mes a este imbécil.

Antes de que nadie diga nada, pues hasta en cursos de posgrado he escuchado alabanzas: no, estafar no tiene mérito. Hay muchas cosas que no puede hacer todo el mundo y son escasas y no por ello son meritorias. Prefiero a los imitadores de Llados, los que se sorben los mocos (escarbando más abajo hay ciberproletarios del fitness). Ser un miserable es una totalidad infame que no convalida ningún modelo de negocio. Encima el timo es tan bobo que hasta se anuncia abiertamente: Llados pretende que te hagas rico… haciendo lo mismo que él, esto es, coaching online. Nunca una estafa piramidal —basada en el coaching de vida, esto es, en la nada— fue tan explícita. Pretende el gurú que te hagas rico comiendo, entrenando y vendiendo como él, es decir, pescando incautos.

«Crea el Hombre/Mujer que Admiras y Respetas» es uno de los cursos estrellas del gurú polingonero. Tiene dos líneas de trabajo: entrenamiento y aprender a vivir como un millonario (como si eso fuera difícil, suponiendo que tenga gracia: lo que cuesta es financiarlo). Aquí le voy a dar la razón al musculitos: ha identificado bien un agujero en la educación de los chavales —y no tan chavales—. Ya no se les enseña a respetarse; no conviene a los descuideros, políticos o comerciales.

Tanto hablamos de la felicidad y de cumplir los propios sueños que olvidamos el autorrespeto, que es la atención debida a la dignidad propia, es decir, la consideración de uno mismo como sujeto libre y responsable. Es el autorrespeto el «lugar» en el que yo entro, como beneficiario, en mi propio esquema ético; el contenido del autorrespeto es lo que me debo. Si la autoestima es la estimación de mi valía, el autorrespeto es su afirmación y su defensa activa en cuanto a lo que no depende de evaluación alguna.

La vida es honorable cuando se respeta. El respeto, además de sentirse, puede verse en el rostro que me mira desde el espejo. Ay de mí si va ligado a mi cuerpo: no tiene otro vínculo razonable que con la ética. Perder el autorrespeto —el verdadero, no el antipanzismo que engorda la cuenta corriente del tal Llados— es asomarse al abismo de no ser; hay un buen número de suicidios detrás de autorrespetos dramáticamente quebrados. Doblemente peligroso es este producto fake que puede que a algunos rescate, pero que invariablemente los dejará peor en cuanto la burbuja estalle.

Hay un vínculo muy estrecho entre vergüenza y autorrespeto. Quien se respeta a sí mismo no permite que le humillen, ni está dispuesto a humillarse para obtener favores (la humillación —«fucking mileurista»— es el corazón del «método» Llados). Quien se respeta a sí mismo se concibe como una persona moral dueña de una dignidad innegociable. Quiere solo los reconocimientos que merece y se le otorgan libremente. Respetarse implica igualmente tener un proyecto de rectitud, tener principios. En cuanto esta enseñanza ha desaparecido del universo formativo, han entrado en tropel los gurús de la cochambre.

Vivimos en la sociedad que ha encumbrado la autoestima, porque ha exorbitado los afectos; en la sociedad del quererse. Los programas de televisión, los espectáculos de los influencers y las mal llamadas revistas del corazón son algunas de sus manifestaciones. En cuanto a nuestra experiencia del amor, nace en la familia, y hoy consideramos, con buen criterio, que es dañino condicionar el amor familiar a la conducta. Sin embargo, si solo el amor cuenta y este corta todos sus vínculos con el merecimiento, nace la tentación de no aspirar a excelencia alguna. El respeto, en cambio, hay que ganárselo. Lo más virtuoso del amor incondicional (el estar más allá de todos los juicios) es también la fuente de sus mayores peligros, cuando la exigencia es nula. Se da lo mismo en las amistades, que cuando son livianas o las contraen personas inmaduras o lindan con los intereses espurios generan autoestima sin autorrespeto, mientras que las amistades excelentes producen ambas cosas y son inconfundiblemente morales.

Huelga decir que nada de esto está en el cursito, sino esto otro: «Es una fucking vergüenza que pasees tu panza por el mundo y tu cuenta del banco vacía y no te dé vergüenza». Palabra del puto amo (tampoco vamos a ponernos exquisitos, ahora que hay ministros que llaman puto amo al amo). Aporofobia, misoginia, este chico lo tiene todo. Pero en mayo llenaba el Casino de Aranjuez (Madrid) a razón de mil euros por asistentes, a los que dedicó una lluvia amarilla de insultos y estupideces entre burpees y flexiones.

No faltan Lambo(rghinis), lo que falta es vergüenza. Pero la falta peor no es la de Llados, sino la de quienes han permitido que sea una opción para las criaturas que caen en su red cochambrosa, laminando el pensamiento y la ética en la sociedad en general y en particular en los centros educativos. Añadamos la responsabilidad de los padres que no construyen en sus hijos las estructuras mínimas para que a los chicos la mierda les huela a mierda, la estafa a estafa.

1,3 millones de seguidores tiene el pavo. «¿Cómo hemos llegado a esto?» es la pregunta en la que deberíamos estar ocupados. Cómo hemos conseguido que un tipo de esta calaña —y en tanto la justicia no le meta mano— sea un referente para tantos jóvenes.

David Cerdá
Soy economista y doctor en filosofía; consultor en gestión, innovación y personas, conferenciante y profesor en escuelas de negocio. Escribo (con Ética para valientes, 2022, serán siete 'hijos') y traduzco (más de una veintena de títulos: Shakespeare, Rilke, Deneen, Furedi, Tocqueville, Stevenson, Lewis, Ahmari y McIntyre entre otros). Más información en dcerda.com