Los últimos días del año se prestan a la memoria. A mirar a los 365 días del año que acaba y hacer balance. Mirar cómo hemos vivido, qué nos ha pasado, qué nos ha rondado. Mirar cómo hemos vivido, qué hemos aprendido, en qué hemos fallado. Qué hemos hecho mal, qué bien. Personalmente y como sociedad.

Una de las costumbres que desde hace años tengo en estos últimos días y que me ayuda a ello —Memento Mori— es mirar los difuntos de los doce meses pasados. Es un acto de recuerdo, de reconocimiento, de oración, a veces incluso de conmiseración.

Hace un par de años escribía al respecto:

San Agustín indicaba a la memoria, junto el entendimiento y la voluntad, como una de las potencias del alma que configuran al hombre como tal. La memoria entendida como una dimensión fundamental de quién es el ser humano, de cómo es el ser humano, de lo que construye su humanidad.

Hacer memoria en un mundo que se empeña en el presentismo, que le quiere arrancar raíces, que desea al hombre ausente de sí mismo y centrado exclusivamente en el fuera de si —en el consumo, en el mercado, en la unidimensionalidad de la comodidad—, hacer memoria en este tiempo de ruinas de humanidad, es un acto profundamente resistente y subversivo.

Hacer memoria construye, desarrolla, confronta, humaniza, diviniza. Hacer memoria como herramienta que nos acompaña a crecer, que nos ayuda a pensar quién somos, que nos recuerda dónde estamos, dónde queremos estar. Hacer memoria también como homenaje, como reconocimiento de quienes han caminado antes que nosotros.

Nos construye como hombres la doble dimensión de la acción. Las potencias que ponemos en marcha en la acción diaria y cotidiana, poniendo en ejercicio las dimensiones propias constitutivas del ser humano, y lo recibido de otros. La tradición —lo recibido— como fuego de la acción. La renovación y adaptación de lo recibido, sin romper con lo esencial, como claves que construyen lo humano.

He ahí la dificultad de la Revolución. La que rompe con todo lo heredado, la que se construye diabólicamente contra lo humano dado. La revolución como contraria a la humanidad incapaz de entender cómo es el ser humano, incapaz de entender la paradoja humana de ser creatura. Lo dado y lo recibido, junto a lo construido y renovado. Construir y renovar desde las potencias que nos son dadas.

No es el hombre jamás algo que pueda reinventarse desde cero. No es la sociedad algo que se pueda rediseñar al margen de lo recibido. Esa es la terrible revolución de la modernidad que en la posmodernidad toca revertir en lo posible.

Y este año 2021 que termina tiene mucha memoria que hacer.

En mayo, el 18, moría Franco Battiato, músico italiano ecléctico y profundo, de carrera siempre libre, recordado por grandes éxitos, mostró la gran habilidad de mezclar alta cultura y referencias populares. De él me quedo con una búsqueda espiritual profunda y por momentos exótica que mostró en multitud de ocasiones, y que, me gustaría pensar, sirvió para recordar a muchos en nuestro tiempo cuál es la verdadera realidad del mundo.

En junio, el 15, moría Gustavo Villapalos, historiador del derecho, catedrático y político español, seguramente el más famoso Rector de la Universidad Complutense de Madrid (entre los años 1987 y 1995) fue un creyente que quiso hacer de su fe un motor de vida mostrando que jamás eso será un obstáculo para la presencia en la vida pública. Hombre generoso y culto hasta el final, ya alejado de los focos mediáticos, lúcido y crítico, fue uno de los intelectuales post transición más interesantes en su servicio a la universidad.

En julio, el 28, moría Roberto Calasso, editor italiano de Adelphi Edizioni y autor de una vastísima cultura, indiscutible intelectual de la Italia de los últimos cincuenta años, experto en mitología griega y en hinduista, con obras de la talla de La ruina de Kasch (1983), Las bodas de Cadmo y Harmonía (1988), o K. (2002), también de esa magnífica Cómo ordenar una biblioteca (2020), me quedo con esa furibunda crítica a nuestro tiempo postmoderno que es La actualidad innombrable (2017) en la que aparece mi apreciado Junger.

En agosto, el 23, moría Jean Luc Nancy, filósofo francés discípulo de Heidegger, Derrida y Bataille, que dedicó una interesantísima reflexión sobre los nacionalismos como fruto de ese rodillo cultural que fue la modernidad, pero que en el fondo no era sino una opción por querer ser, nada más y nada menos, que un eslabón más en el pensar de occidente, lejos de ese afán tan posmoderno de originalidad.

En septiembre, el 6, moría Jean Paul Belmondo, actor francés principal cara de la Nouvelle Vague que trabajó con lo más granado del cine francés y a mediados de los 60 comenzó a orientarse, como su sempiterno binomio Alain Delon, a un cine más comercial. Llegó a ser el rostro de un tiempo, una cultura, un momento que, si no desde luego mejor que ahora, sí que fue más chic.

También en septiembre, el 8, moría Robert Prizeman, músico y director de orquesta y coro inglés, promotor de un proyecto que combinaba la divulgación musical con la acción solidaria, Libera, siempre conectado con la música religiosa desde su cargo de Director de Coro de la Iglesia de San Felipe de Norbury, llego a actuar ante Benedicto XVI y aunque sin llegar a la calidad de un John Tavener, no dejó de mostrar que la música clásica contemporánea podía ser otra cosa a la atonalidad y demás «exquisiteces» de las élites vanguardistas trasnochadas.

También en septiembre, el 18, moría el poeta, ensayista, novelista, memorialista, articulista y traductor sevillano Aquilino Duque, inclasificable y casi que maldito autor español por no sumarse al establihsment cultural dominante, excluido de todo reconocimiento desde el advenimiento de la democracia, lo primero que le leí fue El mono azul (1976).

Otro fallecido de septiembre, el 23, fue Nino Vaccarella, piloto italiano de coches de la década de los 60 y 70, que de director de un colegio pasó a pilotar los más hermosos bólidos de la época —Ferrari, Lanzia, Alfa Romeo, Maserati— llegando a ganar las 24 horas de LeMans en 1964 y siendo unos de esos rostros de una década hermosa.

Igualmente, en septiembre, el 29, moría Antonio Gasset, periodista español de cine, recordado por su paso por Días de Cine por su ingenio y su poca corrección política, mostró que podía hacerse periodismo de otro modo, con inteligencia, humor y sarcasmo, informar divirtiendo y con criterio propio.

En octubre, el 11, moría Paddy Moloney, famosísimo músico irlandés de instrumentos de viento —flautas, flautín y gaita—, alma y rostro visible de Los Chieftains, sin duda ninguna fue el que consiguió sacar la música celta de la isla esmeralda y llevarla por el mundo entero, popularizarla y hacer que millones de humanos por el mundo entero disfrutáramos de ella.

También en octubre, el 15, moría asesinado David Amess, parlamentario inglés conservador, conocido por su defensa de los valores más tradicionales, por un exaltado de origen somalí mientras acudía a un servicio religioso.

En noviembre, el 7, moría Carmen Laffon, pintora realista sevillana, probablemente quien mejor ha pintado Doñana jamás, fue parte de esa generación un tanto a contracorriente en la España de los 60 y 70 que se dedicó al realismo —con Antonio López como principal firma—, y que, aun así, logró hacerse un hueco en la vida cultural de este país.

En noviembre, el 21, moría Antonio Escohotado, filosofo ácrata y libertario, experto y conocido por su magna obra sobre las drogas, a las que sumó en los últimos años su obra sobre economía, fue otra figura a contracorriente, crítico, independiente y libre.

Este año ha tenido más fallecidos evidentemente, Christopher Plummer, Chic Corea, Carlos Menem, Antonio Petit, Toko Shinoda, George Bass, Renee Doria, James Levine, Antón García Abril, Jorge Martínez Reverte, Bertrand Tavernier, Felipe de Edimburgo, José Luis Comellas, Miki Naranja, Caballero Bonald, Francisco Brines, Cristóbal Halffter, Donald Rumsfeld, Rafaella Carra, Richard Donner, Tico Medina, Luis Manuel Calleja, José María Gay de Liébana, Sonny Chiba, Charlie Watts, Alfonso Sastre, Mario Camus, Concha Márquez Piquer, Colin Powell, Georgi Dann, Joan Carlyle, Noah Gordon, Antonio Prieto, Oriol Bohigas, Martha de Laurentiis, Bob Dole, Anne Rice, Manolo Santana, Manuel Seco o Richard Rogers. Que Dios les de el descanso eterno a todos y cada uno. Descansen en Paz.

Vicente Niño
Fr. Vicente Niño Orti, OP. Córdoba 1978. Fraile Sacerdote Dominico. De formación jurista, descubrió su pasión en Dios, la filosofía, la teología y la política. Colabora con Ecclesia, Posmodernia, La Controversia y la Nueva Razón.