El tóxico mundo de la autoayuda

¿Buscas mejorar tu vida? ¿Estás desmotivado y necesitas un cambio? ¿Eres infeliz? ¿Quieres alcanzar tu mejor versión? Entrena, lee, come súper alimentos, date duchas frías, sé positivo, mantente estoico ante la vida, medita, crea afirmaciones y escribe tus objetivos. Cuanto más lo haces, mejor te sientes: un círculo virtuoso que te hace ganar confianza en ti mismo; estás resolviendo todos tus problemas. O eso quieres pensar.

En la era de los filtros, cuando compartimos nuestra mejor vida de inagotables sonrisas y viajes exóticos, una muestra de insatisfacción equivale a revolución. Cuantas más cargas tenemos, mayor es la inercia a «estar bien» mediante un esfuerzo mayor, según Sophie Gilbert. El mundo de la autoayuda y el desarrollo personal está lleno de trampas en el camino. ¿Qué es, quién gana con nuestra «autoayuda» y por qué puede ser peligroso?

Déjadme que os presente a James Jani, cuyo vídeo The Toxic World of Self Help ha inspirado este artículo. James era un joven de dieciocho años recién entrado a la universidad. A pesar de no haber tenido nunca problemas para socializar, en esta nueva etapa se sentía muy solo. Tenía la peor de las soledades: esa que te aflige incluso rodeado de personas. No conseguía encontrar su lugar y buscaba la aprobación de los demás. Cansado de cómo se sentía, James decidió cambiar. En ese momento inició su viaje de «desarrollo personal». «Empecé a organizar mis días. Me tomé mi pasión por la actuación más seriamente. Devoraba libro tras libro. Seguía a todos los gurús que me dijeron que debía seguir. Empecé a meditar, leer afirmaciones y visualizar mis metas. Leía más, me ejercitaba más y me sentía mejor y más motivado que nunca. Me dije a mi mismo: esto es lo que faltaba en mi vida; esto es perfecto. Al menos, eso es lo que quería que pensaran de mí».

El contexto de esta historia es importante porque hemos de entender que la industria de la autoayuda depende directamente de personas como James, que sufren porque se sienten insuficientes. Una de las razones de querer mejorar es una sensación de insatisfacción con uno mismo. No hay nada de malo con querer mejorar per se. Es de hecho una poderosa motivación. El problema es que las personas que atraviesan un mal momento y desean cambiar son susceptibles a ciertos problemas y manipulaciones; y un mercado que usa las inseguridades de las personas como motor del éxito, esconde manipulaciones poco honorables.

El desarrollo personal suena muy bien. Nos insta a ser mejores, progresar, leer libros y controlar nuestra mente. «Mientras los demás salen de fiesta y consumen su vida en un sin fin de placeres sin propósito, voy a trabajar en mí mismo», dice James. Progresar le hace sentir como si hubiera salido de ese bache. Se compara con los demás incluso desde la arrogancia. Pero no podría estar tan lejos de la realidad: es inconsciente de las nuevas trampas que le esperan.

Una persona siente que está hundida en un pozo, quizá tienda a hacerse con aquellos libros que dicen: siete pasos hacia el éxito, diez claves para ser feliz; o que aplique los consejos de todos esos artículos, charlas TED, cursos o coaches que dicen: «Mantente positivo, camina recto, ordena tu casa, haz tu cama, sigue una rutina, conoce tus puntos fuertes, trabaja los débiles». «Y ríete, pero de verdad, con el tipo de risa en la que participan los ojos. Así la gente se te resistirá menos y encima reduce el estrés», nos dice, como irónica denuncia, Donner en su Manifiesto contra la autoayuda. Cada nivel superado nos hace sentirnos bien como si de un videojuego se tratara. Tras completar el libro, esa ducha fría o atender a una charla, experimentamos un subidón de dopamina: la encargada de hacernos sentir placer. ¿Y qué hacer a continuación? Como es natural, querer más.

La razón por la que alguien se hace adicto a una droga, no es la sustancia en sí, sino lo que provoca en nuestro cerebro. Siguiendo esta línea, es relativamente fácil engancharse al «desarrollo personal»; esta mentalidad es capaz de crear un círculo vicioso. Y lo peor es que se oculta tras una capa de «progreso». Sin embargo, ¿estamos consiguiendo algo realmente? James pudo parar y sincerarse: se dio cuenta de que nada había cambiado.

Se llama action faking a aquellas acciones que nos hacen creer que estamos progresando cuando no es cierto. Por ejemplo: crear un horario y dar el día por terminado; crear un plan de negocio durante seis meses pero nunca ejecutarlo; investigar sobre un tema, pero jamás escribir sobre ello. Es otra forma de procrastinación. Creemos que estamos haciendo algo, pero en realidad posponemos lo importante.

Una de las trampas del «desarrollo personal» es la ilusión de progreso. Después de terminar una de las tareas, la persona se siente realizada. ¿Y luego qué? En vez de poner en práctica el resto del plan, vuelve a comprar otro libro, o a registrarse en otro curso o a escuchar otro podcast. Es una manera de autoengaño que nos ata a un ciclo de insatisfacción y consumo: es Sísifo subiendo una y otra vez su piedra por la montaña para dejarla caer ladera abajo, y vuelta a empezar.

En lugar de pasar a la acción, la persona queda atrapada en una ilusión de progreso que consigue que posponga lo importante. La solución radica en detenerse y tomar conciencia, preguntándose: ¿estoy realmente actuando, o simplemente consumiendo mi propia ilusión de automejora?

James se da cuenta de que tiene la cartera vacía, una motivación inestable y una agobiante sensación de que no ha conseguido nada. Solamente mejoró en convencerse a sí mismo de que lo hizo. Detrás de toda su inversión hay alguien que está ganando dinero. La pregunta que nos lleva a la verdad es la clásica que se han de plantear los abogados: ¿cui prodest? (¿a quién beneficia?)

La industria de la autoayuda y el desarrollo personal supuso 42.000 millones de dólares en 2023; en 2033 se estima que llegará a los 82.000 millones. Todos los gurús y coaches de vida están ganando una cantidad absurda de dinero. Pero, es normal, están aportando un valor increíble, ¿o no?

Al mercado que usa la esperanza y la vulnerabilidad como motor del éxito, le interesa que el cliente permanezca infeliz e insatisfecho.  Quien gana dinero con este modelo de negocio, es perfectamente consciente de que es dependiente del sentimiento de insatisfacción.  Y también son muy conscientes de cuán adictivo puede llegar a ser. El malestar multiplica las ventas. Porque el ávido cliente siempre está a la espera de la siguiente gran cosa, lo último que debe aprender antes de arreglar su vida. Esa es la mayor trampa de este negocio. Es el estado mental que James describe a la perfección, que se compadece con otra imagen clásica de tortura interminable: la sed de Tántalo.

Sé feliz y que nada te importe, carpe diem, ¡Tú sí puedes! Todo es inspiración y trabajo duro. Debes mantenerte siempre positivo. ¿Verdad? Si tu jefe te maltrata, será que está pasando por un bache. Se trata de siempre ser feliz y bloquear todo pensamiento negativo. ésta es la mejor manera de crear una burbuja irreal. Pero ¿qué pasa con la dura realidad? ¿Qué pasa cuando chocas contra un obstáculo inevitable? Como es natural, la burbuja explota.

Para James explotó cuando perdió su pasión por actuar. «En ese momento sentí que todo mi mundo se había dado la vuelta» Toda una vida dedicada al mundo dramático, convencido de que iba a lograr el éxito. Jamás se retiraría, porque eso es lo que el desarrollo personal le enseñó. Se programó para ser esa persona cuyo destino era ser exitoso. Y cuando se extinguió el fuego de su pasión, le invadió un sentimiento de miedo y duda.

Durante mucho tiempo, se intentó convencer de que aún seguía amando actuar. La burbuja del desarrollo personal era tan inmensa y decorada con mensajes positivos, que pensó que todos esos mensajes negativos acerca de dejarlo estaban mal. De hecho, pensaba que si aceptaba esos sentimientos de desánimo, volvería a su antigua versión antes de la autoayuda. Esa versión que se sentía solo y desesperado. Ahí no podía volver. Después de un año completo de debate interior, decidió dejarlo. Aceptó la verdad que el mundo del desarrollo personal le estaba ocultando: siempre habrá dificultades en la vida. Está bien no estar bien. Las cosas significativas son creadas a partir de la dificultad. Persevera per severa per se vera: como dicta el trabalenguas latino, en perseverar a través de las dificultades, por grandes que sean, está la solución no para alcanzar el éxito —no hay garantía alguna para eso—, sino para lograr el preciadísimo premio del autorrespeto.

La industria del desarrollo personal nos confunde, nos tira arena a los ojos. En un mundo donde crece la insatisfacción, la inseguridad existencial y la depresión, la autoayuda nos promete algo mejor: salir de ese terrible pozo sin fondo. Sin embargo, fallamos en darnos cuenta de que es una serie de reglas impuestas por un negocio multimillonario que se aprovecha de los sentimientos más potentes del ser humano: sus vulnerabilidades. Siendo conscientes del dolor, los gurús venden progreso a jóvenes —y no tan jóvenes— apoyándose en una falsa promesa. Llados en su Lambo mientras el chaval que le paga la cuota mensual de cien pavos malvive en su coche destartalado: los mesías modernos se hacen de oro mientras sus clientes se arruinan y acaban en ninguna parte.

Fingir que la vida es un camino recto, sin baches y en su mayoría positivo y sin dificultad nos destruye. Absolutamente todo lo que merece la pena es costoso, largo y a menudo tedioso. No necesitamos más gurús musculados y tatuados, sino verdad a raudales.