Se acaba de celebrar una Convención Nacional del PP en algún lugar de la geografía española. Unas horas antes de su inicio, Cuca Gamarra, portavoz parlamentaria del grupo, hizo unas declaraciones que no dejaron indiferente a nadie: “El feminismo y el ecologismo forman parte de la esencia del Partido Popular”. Hay que reconocer que lo tenían algo oculto, pero ahí está. Estas dos ideas, que parecen loables en principio, dejan de serlo cuando hacemos la traducción simultánea. Al analizar lo que un progre quiere decir cuando se refiere al feminismo o al ecologismo vemos el dinero —del ciudadano— y la legalidad automáticamente saltando por la ventana. Sí, el término es progre. Cuca es progre, al menos cuando los progres le dejan.

Existen diferentes tipos de miedos. Algunos fundados, como el miedo a morir cuando estás en un tercer piso en un edificio en llamas y los bomberos te gritan que saltes por la ventana, y otros infundados. De todos los miedos infundados que no se puedan catalogar como patología hay uno que impera en nuestra sociedad y parece contagioso: es el pánico de no ser aceptado por los progres. Este temor está haciendo que la inmensa mayoría de los políticos hayan dejado de razonar y acepten dogmas a diestro y siniestro sin pararse a calibrar la validez de los mismos: que hay que salir a ponerse detrás de una pancarta por una pobre asesinada por su marido cuando ha habido tres asesinatos el mismo día de maridos a manos de sus mujeres, pues se sale sin pudor; que hay que manifestarse para reducir las emisiones de CO2 en la atmósfera, pues también se sale; que hay que decir que Greta majareta es una líder de nuestro tiempo, pues se dice y ya está; que hay que aceptar la leyenda negra con la cabeza gacha y la mirada en la alfombra, pues se acepta sin problema; que hay que aprobar la Ley de Violencia de Género un día y al día siguiente la Ley Trans, que anula por completo la primera como si tuviéramos algún tipo de tara cognitiva, pues se aprueba; aprobemos todo, qué demonios. Propón una estupidez que yo me abstengo: hemos venido a jugar.

Y así asistimos a este circo de tres pistas en el que cada día aparece una novedad que nos hace olvidar la anterior. Se puede pensar que “lo importante es la economía”, como dice Mariano y que la batalla de las ideas no merece la pena. El problema es que están despilfarrando dinero público sin fin con la excusa de las causas. Cuando, además de no tener ni idea de cómo arreglar la economía, lo único que hacen es hundirla más, entonces toda batalla es poca. Para Mariano entendemos que todo esto supone un lío y pensará que es más sencillo tragar con lo que haga falta. Faltaría más. Pero siempre falta más.

Esta pesca de arrastre por la que se está dejando llevar la sociedad viene dada por el miedo a ser tachado de cosas que terminan en ista, a saber: fascista, racista, machista, ultraderechista… (y facha, que lleva un ista en mayúsculas implícito). El reparto de etiquetas es propiciado por los medios progres que son los que se dedican a señalar de manera pública cuando alguien se sale del raíl ya sea en radio, televisión o en redes sociales. Algunos políticos y presentadores de televisión viven en permanente estado de esquizofrenia bajo el yugo de la sentencia progre, haciendo esfuerzos por ser aceptados y midiendo bien sus palabras para no ofender a nadie con sus opiniones. Los community managers de diarios como El País dan la sensación de estar escribiendo sus titulares bajo los efectos de los fármacos mezclados con cannabis debido al estrés de saber que no puedes salirte un milímetro de la línea progre. El resultado es lamentable. Cuca, tras sus declaraciones, fue agraciada con una capa de barniz por parte de La Sexta, pero sabemos que es un barniz de escasa duración. La portavoz volverá a estar a la intemperie mediática de nuevo muy pronto y las olas progres no tardarán en llegar y calarle la ropa.

El Partido Popular en su viaje sin GPS hacia el centro da la sensación de ir dejándose llevar por algún fenómeno que no conseguimos identificar. Unos días se escora hacia un lado y otros días hacia el otro. Dentro del partido se ven claramente las individualidades y, aunque no es imprescindible que en un partido todo el mundo opine lo mismo sobre todos los temas, parece difícil creer que gente como Feijoo y Ayuso estén bajo las mismas siglas cuando no coinciden ni en lo más elemental. Es más que probable que este baile de opiniones, posturas, declaraciones, etc., venga dado por la imperiosa necesidad que padecen muchos entre sus filas de ser aceptado por los progres

No es éste un fenómeno que se dé sólo en la vida pública. En la vida privada, en los ambientes de trabajo y ocio, la gente calla ante el pensamiento único por miedo a ser tildado de cualquier lindeza, al igual que llevan décadas callando ante los desvaríos del nacionalismo. Ahora disfrutamos del resultado y de a dónde nos ha llevado ese silencio ante la mentira nacionalista.

Lo único que existe fuera de los límites del mundo progre es la libertad, libertad de pensar por ti mismo y de decir por ti mismo. No todo está perdido. Cada vez hay más gente despertando. Vemos con esperanza a personas que ya recibieron palos en el pasado y que hoy no tienen miedo. Ya sufrieron escraches, amenazas, coacciones… tienen un máster en ser diana de las críticas. Otros las están recibiendo ahora por primera vez. Faros en mitad de la tormenta que aguantan de manera estoica cualquier calificativo sin pedir perdón cada vez que hablan.

Los progres huelen el miedo. No teman equivocarse, teman quedarse callados. Ésa es la verdadera tragedia.