Lucía González-Barandiaran: «El espectador no era consciente hasta ahora de su poder sobre el cine»

La fundadora de Bosco Films reflexiona sobre el papel del público en la producción del cine religioso o con virtudes, y plantea la necesidad de explorar nuevos horizontes

Para Lucía González-Barandiaran, una película no dura 90 minutos, sino el tiempo que permanezca en la memoria del espectador. Con esta intuición, la periodista madrileña fundó Bosco Films hace cuatro años, una distribuidora de cine de inspiración católica que da voz a propuestas centradas en valores humanos y espirituales. «Buscamos joyitas que puedan dejar huella», señala en El Efecto Avestruz, una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

Como distribuidora, han traído a España películas como La primera Navidad, La canción de nuestra vida o Éter. ¿Su último logro? El salto internacional: han llevado Vivo, un documental que recoge cuatro testimonios de encuentro con Jesucristo, a las pantallas americanas. Bosco Films estrenó la película en países como México, Argentina o Perú, y hace pocos días llenaba 750 pantallas en Estados Unidos con una película española y de temática cristiana.

Cada vez que se estrena una película religiosa resurge el debate de si los cristianos deben apoyarla, independientemente de su calidad.

Hace unos años, los evangélicos comenzaron a producir cine religioso en los Estados Unidos. Recuerdo la película Prueba de fuego, que hablaba sobre cómo salvar un matrimonio roto. Contaba con un presupuesto muy bajo, pero fue un enorme éxito, precisamente por contar con una campaña de “apoya este cine”. Es algo que tiene su razón de ser, porque las películas pequeñas no tenemos la fuerza ni la capacidad de negociación para mantenernos en cartelera por nosotros mismos. De eso hace 14 años…

¿Y hoy?

Hoy aquellos mismos evangélicos son capaces de estrenar películas como La cabaña, en las que ya se nota otra categoría, otro nivel. Es el resultado de muchos años de gente diciéndole a la industria: «Ojo, que yo soy tu público y esto es lo que quiero ver». Creo que hasta ahora el espectador no era consciente de su responsabilidad, de que aquello que uno ve en el cine o en Netflix determina lo que se producirá en el futuro.

¿Ve posible en España un proceso como el que describe en los Estados Unidos?

Creo que los católicos vamos con un poco de retraso, quizá porque somos los primeros muy críticos con nuestro cine. Aun así, estamos dando pasos. Hay una conciencia muy clara de que hay que apoyarlo, y lo digo con alegría. Ya vemos frutos: en 2021, Tengamos la fiesta en paz y Medjugorje, la película se colaron entre los 20 estrenos españoles más taquilleros. Eso es decir en voz alta: «¡Atención! Yo marco las tendencias».

¿Cuál es el siguiente paso?

En el caso de los católicos, el siguiente paso es la ficción. Es fantástico que nos estemos educando en ver documentales, pero el cine siempre aspira a la ficción. Al contrario que en los Estados Unidos, nos falta la confianza de los productores, pero sí creo que en los próximos años se van a hacer más películas o series que no sean documentales.

Una labor que impulsan iniciativas como Bosco Films. En cuatro años, han distribuido 17 películas y asesorado a otras tantas. ¿Sabía que iba a funcionar?

No tenía ni idea. Hace cuatro años junté mis ahorros y me quedé con los derechos de dos documentales, que era lo que podía pagar. No sabía si a la gente le iba a interesar, pero funcionaron lo suficiente como para seguir trabajando e ir trayendo películas cada vez un poquito mejores. Emprender es vivir en el limbo.

¿Ha sido complicado hacerse un hueco en la industria?

Antes de Bosco, trabajé más de diez años en la distribución de cine con valores y de cine independiente. Cuando fundé mi empresa, viví una sensación de hermanamiento con otros compañeros del sector, que me ayudaron y aconsejaron. Otra cosa es en las salas de cine, donde sí es complicado hacerse hueco, porque has de demostrarles constantemente que hay público para este tipo de películas, aunque no tengamos presupuesto para llenar las paradas de autobús de toda España.

Entra en juego el ingenio.

Sí, la inventiva, pensar cómo llegar a tu público. La pandemia ha sido un momento muy difícil en este sentido, han cerrado bastantes empresas. La parte buena de ser pequeños es que podemos maniobrar muy rápido: fuimos los primeros en España en cambiar un estreno en salas por un estreno online. Fue un éxito, pero podría no haberlo sido. Es un proceso constante de prueba y error, prueba y error.

Antes de fundar Bosco, trabajó en Los Angeles y en Roma, ¿podemos aprender de los modelos internacionales?

Cada país es distinto. Aunque estamos muy lejos de la situación en los Estados Unidos, allí se están explorando nuevos modos de distribución que me gustaría investigar. De todos modos, creo que en el cine independiente en España debemos aspirar a lo que están haciendo, por ejemplo, en Francia. Hace décadas que cuidan su producto, y están muy acostumbrados desde la escuela a consumirlo, lo que ha favorecido que se cree cine de calidad y para todo tipo de público.

Ensayo y error, decía. ¿Cómo ve los próximos retos?

Somos pequeños, pero siempre hay que pensar en grande. Efectivamente, pienso en cómo dar en firme el siguiente escalón, pero considerando los cinco que vienen después. Pienso en cómo hacer del cine con virtudes algo más sólido y -sobre todo- mejor hecho, que no sea naif o solo buenas intenciones. En fin… pasito a paso.

Habrá abierto el apetito fílmico de unos cuantos lectores, así que vamos a pedirle algunas recomendaciones: ¿qué película le “vendería” a una familia con hijos?

Depende de la edad. Para adolescentes, pienso en Mi hermano persigue dinosaurios, que está basada en un chico que escribió la historia de su hermano pequeño, que tiene síndrome de Down, y del resto de su familia. Es una película muy enriquecedora, porque nos hace ver que la discapacidad da superpoderes -el perdón, la empatía…- y nos hace más humanos.

¿Y para una pareja de novios?

Hay una relación entre chico y chica preciosa en la película October Baby, que también se inspira en un caso real. Seguimos a una chica que va a buscar a su madre, que intentó abortarla, para comprender el por qué. Bueno, y también recomendaría El gran showman, que trata muchos temas, desde los primeros pasos en un noviazgo hasta la crisis matrimonial.

¿Para una persona que se considere cinéfila?

Este es el cine que aspiro a distribuir. De nuestro catálogo, estoy enamorada de Contemplación, que es una mezcla algo curiosa. Parte de unas cintas de audio en las que el filósofo y teólogo John Hull recogió sus experiencias a medida que iba quedándose ciego. Sobre estas, se han rodado recreaciones de la vida del protagonista, de una manera muy bonita porque intentan meterse en cómo él estaba experimentando las cosas.

Por último, ¿una recomendación para el fan del cine de género?

Éter, de Krzystof Zanussi. Es un thriller muy oscuro sobre un personaje malo, muy malo… pero que, en los últimos diez minutos cambia todo. Se convierte en una película de luz, filmada por un director muy elegante. Recuerdo que la vi en un festival de cine y, cuando terminó el pase, pensé “Esta tiene que ser nuestra”. Y sí, sucedió.

Texto: Guillermo Altarriba | Foto: Guadalupe Belmonte