El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida lleva, este fin de semana, su extensión al Teatro Romano de Medellín. Desde LA IBERIA, hablo con el actor Juan Meseguer (Murcia, 1948) sobre la obra que subirá a uno de los escenarios del festival emeritense, El regalo de Zeus, y que interpreta junto con Emma Ozores, Pablo Mejías, Raquel Bravo, Rubén Torres, Sandro Cordero, María José Mangas Durán, entre otros. El regalo de Zeus integra danza y circo y un universo mágico regado de tragedia y comedia. Todo es ficción y cierto al mismo tiempo. El texto de la dramaturga Concha Rodríguez narra la historia de Deucalión y Pirra, quienes tienen sueños totalmente opuestos: Deucalión anhela explorar y especular en Marte para regresar como un héroe, mientras que Pirra busca indagar en la historia de la Tierra y encontrar la piedra filosofal de la Esperanza. Por otra parte, la Musa Talía, inspirada en esta pareja, busca vengarse de su hermana Melpómene llevándolos al Olimpo para cambiar el curso de los eventos con la ayuda de la Musa de la Memoria y Zeus. Un galimatías al que sólo encontrarán el hilo asistiendo a la representación. Muy recomendable.
«Es una maravilla poder seguir representando esta obra donde el público sale esperanzado, sonriendo y preguntándose ¿por qué no somos un poquito mejores?», explicaban en su presentación. No lo olviden, «los clásicos son la semilla inmortal, todo lo que queramos saber de hoy en día está en ellos».
El actor Juan Meseguer atiende mi llamada para conversar sobre este espectáculo. Recordamos que la última vez que hablamos fue en el estreno de El abrazo, que interpretaba con María Galiana. Sobre El regalo de Zeus asegura que, «es un compendio de mitología dentro de una comedia gamberra, estrafalaria y divertida, pero con una reflexión tremenda sobre nuestro mundo y nuestro destino».
Apunten esta sentencia de Zeus en la obra: «En un mundo en el que todos queréis tener la razón sin tener razón ninguna» y en una civilización a la que no sé qué terremoto más le falta, «la esperanza es eterna mientras dura».
Puede que Meseguer tuviera claro desde niño que quería ser actor a la vista de los numerosos encuentros que tenía con los escenarios, desde funciones de aficionados en la playa, en la ciudad, hasta el ingreso en una Compañía de Teatro Infantil —Arlequín—, dirigida por un profesor de latín, José Molina. De ahí saltaría a la fundación del Nuevo Teatro Universitario de Murcia, con César Oliva a la cabeza, que en aquel momento era tan prestigioso como las mejores compañías profesionales, hasta la llamada a la profesión hecha por José Tamayo. Casi nada…
Toda una trayectoria dedicada en cuerpo y alma a una profesión que ha cubierto más de cuarenta años de su vida y en la que nunca le ha faltado el trabajo. Y, aunque ha sido el teatro el protagonista de ella, ha habido muchas incursiones en la televisión como Isabel, La señora, Gran reserva, La casa de los líos, Turno de oficio, Segunda enseñanza, Margarita y los hombres, de Edgar Neville, en Estudio 1… y en cine, Esquilache, de Josefina Molina; Tolerancia O…
¿Quién es Zeus en El regalo?
Partimos de la base de que todo el mundo tiene una percepción, más o menos acertada, de Zeus como personaje, como un dios del mundo helénico o como mito cultivado por siglos en el acervo cultural de nuestro colectivo. Y partiendo de esa base, leo el personaje escrito por Concha Rodríguez percibiendo rasgos de humor en él, pretendo forzar la rueda de esa comicidad que lo acerque a nuestro mundo y que sirva para, desde una plataforma de regia autoridad, divertir y entretener con sus matices de ingenuidad, duda y terrorífico ternurismo, en inventado oxímoron.
Zeus en la obra es tiránico, cruel y, a la vez, humano, tierno… Entre costuras deja entrever sus debilidades, a veces se deja llevar por la tragedia y lo inevitable. Suerte que tiene a La Comedia (Emma Ozores) que le saca de todo negro pensamiento. ¡Qué importante el humor cuando, inexplicablemente, se considera siempre un género menor!
Así es. Comienzo a interpretar el personaje desde el despertar de un sopor que revela el aburrimiento de vivir toda la eternidad sin vivir la ajetreada vida que otrora le han llevado al poder y a otras potestades que le confiere su rango, fundamentalmente la lujuria, la bacanal enloquecida, el disfrute de su posición de privilegio… pero, al mismo tiempo, le quise dotar de cierta ingenuidad, de una ráfaga de inocencia que le descarga y libera de toda culpa, aunque se sienta malvadamente orgulloso de todas sus execrables actuaciones en un alarido exculpante de «¡ah, se siente» o el más efectivo de «la guerra es la guerra».
En El regalo de Zeus, al final, triunfa la comedia. Dígame, si tiene la fórmula, ¿cómo vencer al desánimo y celebrar lo bueno de la vida?
Esa es la solución de Concha Rodríguez, la responsable del texto. Si no se planteara el combate entre las dos Musas, la Comedia y la Tragedia no habría conflicto teatral y, por consiguiente, habríamos privado a los espectadores de un suspiro alentador, de una esperanza en el mañana. Zeus tomará las riendas del perdón y volverá a dar confianza a la humanidad por la intercesión de la Musa de la Comedia. Todo esto tiene que ver con la saturación de la tragedia en nuestros escenarios y el éxito continuo de la Musa de la Tragedia en todas sus manifestaciones. Tengamos un respiro y vamos a divertirnos con los mismos personajes que nos hacen temblar.
Comedia / tragedia… Y usted, con todas las cosas «extrañas» que le pasan a su personaje, esos desastres que le perturban, consigue despertarnos la risa desde el escenario. ¡Es muy meritorio! Y eso que dicen que es más difícil hacer reír que llorar en el teatro…
No quiero atribuirme ningún don especial, pero es cierto que es muy difícil hacer reír, y no todos los actores tienen la misma facilidad para cumplir con este su propósito. Cuando manejas los mecanismos para hacerte perdonar por el público porque ya te has hecho acreedor de su venia y saben que tu intención es hacerles pasar el rato divirtiéndolos, puedes transgredir las normas más elementales y, al menos en este caso, convertirte en sádico, cruel, ambicioso, celoso y vengativo. Todo se te perdonará, porque ya se ha establecido un pacto entre el actor y el público, una entente conciliadora y un permiso de agresión verbal.
Y no me olvido del resto de la compañía, los 13 personajes secundarios que no son nada secundarios. Sin ellos la obra no estaría completa en cada uno de sus pasajes…
Cierto es lo que dices, y no sólo en esta función. El teatro comporta un mecanismo de relojería, en el que todas las piezas deben encajar. En la obra que nos ocupa, esta amalgama de caracteres es muy ambiciosa, ya que debemos reflejar el Olimpo en su casi totalidad, presente o enunciado, y su reflejo en el mundo de los humanos. ¿Qué sería de esta obra sin el magnífico pasaje del nacimiento del hombre por obra de Prometeo, la creación de los animales que realiza Epimeteo, el nacimiento de Palas Atenea o la creación de Pandora que supondrá la paz y la esperanza para la Humanidad?
La obra también reflexiona sobre la locura en que se encuentra el mundo, se preguntan hacia dónde vamos con el paso tan rápido del tiempo, la inteligencia artificial, los teléfonos móviles en el Olimpo…
Sin esta reflexión que realizas, la obra se hubiera quedado en una simple anécdota. A lo largo de la misma y en sus momentos finales cuestionamos esas preguntas que te haces y forma parte del armazón de nuestra trama, por la que Zeus y Melpómene desconfían de los humanos, tachándolos de inútiles, aprovechados, malditos, bastardos y otras lindezas de idéntica magnitud. Por ello, el final, conciliador, tiene esa bonita y simpática resolución.
Dígame tres buenas razones para ver El regalo de Zeus
Su aspecto lúdico. Un precioso recuerdo de la Mitología. Un interrogante sobre el destino de la Humanidad.
Lo magnifico de los clásicos es que son atemporales y parecen escritos en la actualidad
Como bien dices, la lectura de los clásicos supone escarbar en la cuna de nuestra cultura. Se trata de algo que puede considerarse incluso imperceptible, pero que conlleva gran parte de nuestro saber y sensibilidad.
La vida sin sentimientos, sin sensibilidad, sin el arte, sin una escena deliciosa en una película, una pintura maravillosa, un libro emocionante, ¿qué sería?
No puedo más que confirmar tus palabras. Sufro mucho cuando en buena parte de la juventud existe una total indiferencia a lo que signifique cultura en sus manifestaciones totales, lectura, arte, teatro…
En una entrevista anterior me decía que no distingue, excesivamente, un día libre de un día de trabajo. Adora su profesión…
¿Qué podría hacer si no me dedicara a este trabajo en cuerpo y alma? Por supuesto que seguiría cultivándome en cualquier esfera de la cultura, pero no puedo ni quiero renunciar a entregar a los demás algo de lo que he aprendido a hacer en toda mi vida. Cualquier día es bueno, el de trabajo y el de descanso porque en el fondo sigues trabajando.