Esperanza Ruiz es escritora. No se lo dice ella, lo digo yo. Esperanza tenía un blog en el que muchos pasábamos el rato leyendo sus cosas. Las cosas de Esperanza son muy suyas, pero también muy nuestras. Por eso conecta tanto con los lectores, porque dice muchas veces «quilombo» y a veces suelta palabrotas. Porque hay cosas de tu propia vida que las comprendes cuando ella las pone en un artículo, como si te extendiera la receta léxica que necesitas para tener esa conversación. Se enfada, se ríe, se pone analítica, satírica… con la misma naturalidad con la que podría rezar. Esperanza escucha Led Zeppelin y cita el Génesis. Es una buscadora de grandezas.

Eso explica que lo que antes eran entradas en un blog escritas en caliente, ahora sean artículos en El Español, El Debate, Revista Centinela, Leer por leer, La Iberia… y un libro. ¡Un libro! Esperanza está en las librerías. Esperanza está ¡en Amazon y El Corte Inglés! La criatura se llama Whiskas, Satisfyer y Lexatin y ha sido publicada por la nueva y prometedora Ediciones Monóculo —me dan muchas ganas de insertar aquí el logo de la editorial porque es un bigote.

He tenido el placer de charlar con ella sobre su libro, o sea, sobre la vida.

Leo el título de tu libro y se me van los ojos al Lexatin (cada una tiene sus debilidades). Ahora que sé que Umbral y Delibes tiraban de Valium para escribir y llevar las pesadumbres de la vida —«Tómatelo hasta que el problema se haya solucionado», le dice Delibes a Umbral. Pero, Esperanza, yo a Bradley Cooper cuando le pregunta en Shallow a Lady Gaga: «Tell me something girl. Are you happy in this modern world?», le respondería que pa-ra-na-da. ¿Este sindiós se sobrelleva con Lexatin o las benzos ya son como vitaminas? Es por aliviar un poco a la chica de la portada del New Yorker, fulminada por Raggio con la precisión y la velocidad del Iron Dome israelí.

Yo a Bradley Cooper le diría que procuro que mi felicidad no dependa del mundo moderno, y a Delibes hoy le caería la del pulpo por prescribir benzos sin receta, DNI y no explicarle la pauta de retirada. Nacho acierta y tú también. Se han convertido en las nuevas vitaminas, se les ha perdido el respeto. En principio, en las guías terapéuticas no son el tratamiento de elección, sino que se emplearían como coadyuvante a una asistencia psicológica que se oferta poco y se demanda menos. Fíjate, se reproducen aquí también los patrones de comportamiento de una sociedad anegada en prisas y productividad, pero intolerante a determinados esfuerzos y frustraciones. Dicho esto, a quien no le hayan salvado de una tarde aciaga, o dos, que tire la primera piedra.

Me da envidia que te haya descubierto Gonzalo Altozano. Lo tengo en alta estima. Supongo que eso ayuda a confiar en uno mismo.

Me hace mucha gracia el concepto de «descubrir» porque, como cuento en el prólogo de Whiskas, yo siempre quise ser descubierta en el metro (en mi ciudad no hay) como supermodelo (me faltan y me sobran a la vez varias decenas de centímetros en diversas dimensiones). Gonzalo se convirtió en amigo desde que me dijo que le gustaba —literariamente— como choni. Como dice Núñez Huesca, es tan grande como para creer en alguien y que no le duela en prendas ayudarle. Así hizo conmigo, y además siempre ha respetado mis rarezas. Siempre ha estado al otro lado del teléfono cuando he necesitado pedirle consejo o despotricar. Y sobre la confianza, tienes razón… le he utilizado de maestro armero. Las reclamaciones sobre mi escritura, a él.

¿Sabes qué? Yo estoy cansada del columnismo, lo confieso. Muchos de mis amigos se han hecho columnistas y ahora, aún siendo una generación fresca y brillante, me da pereza todo. Pero a ti te leo como si estuviéramos en el patio del instituto rajando de todo el mundo. Hay cierto hermanamiento aquí. ¿Te pasa con más gente? 

Claro que me pasa con más gente y créeme que te entiendo. Tal y como yo lo veo, el columnista es alguien que debe adaptarse a un formato más bien corto, varias veces a la semana y en una cabecera antigua. El resto escribimos artículos, tribunas y damos nuestra opinión allí donde tienen la amabilidad de confiar en nosotros, incluso en medios reconocidos y con cierta solera, pero quizá haya un exceso de nosotros.

Escribo lo que me rota y, huelga decirlo, no me siento obligada a hacer la rosca a una institución, compañero o político porque es bueno para mí o toca hacer un guiño al medio que me acoge. Además, no estoy en ninguna cofradía. Ni en el columnismo cristiano, ni en el gallego, ni en el neocañí taurino-tabernario-equidistante con influencias galaico-gistaunianas, ni en el que imita (mal) a estos últimos. Tengo esa suerte. ¡Ah, y tampoco bebo negronis! De hecho, todo el ritual y la farfolla de ese mundillo me causa cierto rechazo.

Claro, que cuando leo Faralaes se me pasa. Entonces pienso que estoy leyendo el principio de una gran novela escrita por una gran escritora. Y entonces te veo con la distancia que debe haber entre lector y autor.

No sé decirte… creo que tengo cierta habilidad con el lenguaje, pero una novela es mucho más. No sé si sería buena construyendo personajes y tramas.

Faralaes parte de la anécdota final del relato. Me la contó un amigo y urdí el argumento para escribir el relato con el fin de presentarlo a un concurso. Quedó finalista, pero retiré la participación porque ese mismo día vi una trifulca en Tuiter sobre la autoría de la anécdota. Mi amigo sostenía que la había vivido «una amiga de su madre». Fue un circo de tres pistas aquello; dos conocidas tuiteras enzarzadas, Faralaes premiado por una importante institución y yo acojonada por si tenía una demanda millonaria. Es de las primeras cosas que escribí, y la de mayor extensión hasta el momento. Aquel simpático amigo sigue siéndolo.

¿Cuando escribes respiras por la herida?

Depende del tema, pero al final acaban saliendo las taritas, los tocs y los monotemas. ¿Recuerdas ese pasaje de Bloy en el que hace el ejercicio de buscar la palabra más repetida de un autor? Creo que si sometiera mi incipiente obra al escrutinio en los primeros puestos estaría «quilombo».

Empecé con un blog así, en carne viva, con la herida abierta. Desde entonces he escrito con ella suturada, cicatrizada, reabierta y besada y acariciada. Whiskas se está vendiendo mucho como una descripción de la sociedad actual, pero te diría que más de la mitad de los correos y comentarios que me llegan al respecto son por artículos más íntimos. Es lo que hermana. Podemos tener distintas opiniones sobre el liberalismo, el feminismo o si Hughes es el mejor, pero todos tenemos piel, vísceras y sístoles que a veces no producen ruidos cardíacos, gimen. La naturaleza humana es de una fuerza implacable, doliente y maravillosa.

Andaba yo leyendo a Erriguel y situando a un francés en mi radar: Philippe Muray. Pero luego me sales tú con otro francés irresistible: Julien Rochedy. Y, en fin, tantos otros. Es notorio que te apasiona Francia y sus intelectuales, sus parlamentos y tendencias. ¿Algún motivo en especial?

Mis padres me llevaron pronto, para la época, obviamente, a clases de inglés y en la adolescencia tenía ya esa papeleta resuelta. Así que decidí empezar a estudiar francés. Estuve en Francia algunos períodos largos de tiempo. Como no existían viajes de idiomas organizados en mi zona, fue un plan de inmersión cultural total: viví con una familia autóctona y tenía un profesor, con quien aún conservo la amistad, que me daba clases por las mañanas y me llevaba de excursión o a movidas culturales por la tarde. Con los años, conocí a mi amigo Juan Pérez de Guzmán —he escrito con él alguna vez— que también ha vivido allí. Como es natural, la cultura, política y la sociedad francesa forman parte de nuestras conversaciones. Muchas veces es él el que me pone sobre la pista de personas o cosas que podrían tener un interés. Lo de Rochedy fue cosa de Rodrigo Gómez Lorente, nuestro hombre en Revista Centinela.

Adelántame el primer párrafo del artículo que escribirás cuando Zemmour gane las elecciones en Francia. 

«Ha ganado Macron, como estaba previsto, ya que Zemmour sólo estaba ahí para vender libros y entretener a las señoras de Versalles con sus declaraciones “tonitruantes”. No era ningún secreto. Lo iba diciendo en los cenáculos parisinos a gente como el antiguo consejero de PRISA, Alain Minc».

No soy adivina y puede que lo que lleva soportando Francia con el macronismo, le lleve a la presidencia. Ahora, Zemmour no es Trump. Entre otras cosas, le falta la capacidad económica necesaria para ser verdaderamente independiente. A pesar de que Charles Gave, un liberal con la cabeza bien puesta, esté detrás de las finanzas de campaña; el corredor de la banca Rothschild, SIACI Saint Honoré, asegura a todos los candidatos. El sistema es maravilloso y el pied noir es un aspirante con todas las bendiciones de la mafia republicana.

La capacidad de incomodar al consenso progre-natillero no es constatar simplemente una realidad, algo en lo que Zemmour es excelente y hay que concedérselo. Pero si fuera verdaderamente «peligroso» y representara un cambio real, nadie le facilitaría el crédito y la amenaza de cárcel pendería sobre su cabeza. Que se lo digan al antiguo Frente Nacional y a Jean-Marie Le Pen, Bruno Gollnisch o tantos otros a los que la burguesa de provincias le daba miedo a votar y, por tanto, ya decían en 1973 lo mismo que Zemmour hoy…

Para entender al personaje, y a Francia, recomiendo leer El suicidio francés (2014) de la editorial Albin Michel. Y antes de leer El Primer Sexo es mejor echarle un ojo al libro del que se inspira Zemmour, del apestado Alain Soral: ¿Hacia la feminización?

Dijo una vez el director de cine Rodrigo Cortés que en España cualquiera que se quede sin postre se cree Rosa Parks. ¿Qué hacemos con este victimismo feminista ministerial que estudia ingeniería para «ser el hombre de la casa»? A veces creo que es una farsa y otras una tragedia.

Cortarles el grifo. Si no pudieran vivir —y muy bien­, por cierto— de la victimización, otro gallo cantaría. Su trabajo es hacer encaje de bolillos: desde posiciones privilegiadas (económicamente), sin techo de cristal (hablan desde un ministerio), sin la cualificación necesaria y conciliando maternidad y desarrollo profesional taladran a mujeres ávidas de algo que les explique sus frustraciones. Así crean una parroquia que acaba creyendo que «lo suyo» es culpa de los hombres. Todo, cualquier cosa. Y, como en cualquier secta, suspenden la razón. La mujer y su opresión es uno de los múltiples y nuevos sujetos revolucionarios. Para reforzar la coartada, se añaden minorías oprimidas, reales o ficticias, al guiso. Lo gracioso, por decir algo, es cuando los intereses de todas ellas colisionan y dinamitan las sinergias que pretendían.

Hace mucho que las mujeres eligen y no tienen terrenos vetados. Estuve profundizando en la figura de Mercedes Sanz de Bachiller hace un año y, sombras aparte, fue una señora que con una capacidad de trabajo abrumadora llegó a procuradora en Cortes en la época franquista y puso en marcha seguros sociales para agricultores y trabajadores que sentarían las bases de la Seguridad Social. Y mira si se ha avanzado desde entonces.

Las verdaderas ayudas feministas deben ir a la maternidad, a personas en riesgo de exclusión real y a un sistema de becas que no sea un cachondeo.

¿Todo se jodió en mayo del 68?

No. Pienso que todo se jodió antes. Cada uno tiene su momento fetiche. Yo soy muy de quejarme del siglo XVIII, pero otros prefieren el inicio del protestantismo u otro momento histórico. De todas maneras, siempre hay un hilo conductor que podemos remontar y que conecta los acontecimientos que más han marcado a la Humanidad o a la sociedad occidental. Cómo interpretamos ese hilo es lo que determina, en parte, nuestra visión del mundo.

Ahora, yo que soy una esnob de esas que describes en tu artículo, aunque en mi vida he tenido un bolso que cueste más de 200 euros, me ha dado por pensar que esto de ser conservador se está convirtiendo en un postureo. Dame nombres. Conservadores españoles que te hagan sentir el peso de lo auténtico.

El otro día pensé en comprarme un bolso de precio obsceno porque fue lanzado el año de mi nacimiento. A la mayoría nos gustan las «cosas buenas», y el lujo, entendido como dar valor a la materia prima y al trabajo artesanal, a la tradición o a la belleza, no tiene nada de censurable

Cambiando de tercio, al único conservador auténtico que conozco de cerca es a Enrique García-Máiquez.

Te cito a Ignacio Ruiz-Quintano y ya tú dices lo que quieras: «Históricamente, no hay más Populismo que la Democracia ni más Demagogia que el Liberalismo. Pero el Estado de Partidos llama Populismo a la Demagogia y Democracia al Consenso.»

Sólo puedo decir que el maestro tiene razón. La Democracia contemporánea es un sistema populista y así nos lo han vendido siempre.

¿Dónde quedó lo del «Nosotros el Pueblo»? La soberanía es «popular» y el voto, que representa esa soberanía, no debería consistir en dar carta blanca a unos irresponsables que reciben opíparos sueldos por ser simples lacayos de ciertas instituciones mientras alargan el momio y el que venga detrás, ¡buena suerte! Lo podrán disfrazar como quieran, podrán argüirse leguleyadas, enculamientos de mosca y teorías de la representación política, pero ésta es la realidad en casi todo occidente. Hoy elegimos implantadores de agendas que funcionan por apaños. La idea de nación lleva diluyéndose más de un siglo y una se pregunta dónde queda la «soberanía nacional». Formalmente, todo es maravilloso, pero en realidad estamos asistiendo al declive del sistema delante de nuestros ojos.

Por cierto, me hace gracia los que critican a Polonia y Hungría por resistirse a ceder ciertas parcelas de soberanía a la UE, porque «hay que cumplir las reglas del juego», pero callan como rameras ante el atropello del Tratado de Lisboa y el desprecio a la voluntad popular expresada en las urnas…

Aquí va una pregunta muy trascendental: ¿quién es el político más elegante de España? ¿El columnista más elegante de España? ¿Y el artista más elegante de España? Tienen que encajar los tres en tu artículo de hombres elegantes.

Te voy a decepcionar, pero las listas de elegantes prefiero dejárselas al grupo Condé Nast o al Hola, jamás a Rosa Villacastín, y luego criticar lo mal que han elegido.

Y a todo esto, ¿por qué sabes tanto de moda masculina? Mira que tienes artículos buenos, pero es que The Chap es glorioso.

Me interesa la moda, en general, pero sólo como algo que descifra lo que se cuece. La tendencia, sea vestimentaria o no, da pistas para interpretar lo que nos rodea. Con respecto a la moda masculina, te agradezco el cumplido, pero no soy ninguna experta.

De hecho, huyo de la «especialización» y, como diría Ignazio Raggio, gracias a lecturas dispersas, experiencias, curiosidad y algo de trabajo, intento desenvolverme.

No creo en los terrenos vedados y en que ciertos temas, sin entrar en lo científico o excesivamente técnico o académico, deban ser sólo del dominio de algunos. Por ejemplo, a veces se lee a gente bien posicionada en el ámbito universitario en los que me sorprende la ingenuidad o la majadería. Muchas veces no es por falta de cualificación, sino porque han sido formateados para dar por válidas auténticas patrañas. En fin, respeto intelectualmente a quien creo que lo merece. Las credenciales académicas me importan poco.

¿A partir de cuándo es uno escritor? Umbral era un acontecimiento lingüístico aún inexplicable y trabajaba en un banco.

Camba decía que escribir es profesionalizar la tara psicológica. Quizá por eso está tan frecuentado este tugurio. No sabría decirte, yo he sido reacia cada vez que me han propuesto presentarme como escritora, y nunca me lo he llamado a mí misma, pero tampoco censuro a quien tenga el gatillo fácil y se ponga esa etiqueta. También te digo que no va nada conmigo tener que opinar de todo, y menos al cuarto de hora de que ocurran las cosas.

Quizá sí hay una excesiva fascinación por el oficio, imagino que promovida por la facilidad que dan las redes sociales a la hora de publicar y tener lectores. De ahí que estén muy concurridas bancadas con tendencia a imitar a columnistas de los 90 que a su vez imitaban a aquellos de los años 30 y 40. ¿O son los de hoy los que imitan a los de los años 40 o 50? En fin, que Greta Van Fleet está muy bien, pero cuando quieras oír a Led Zeppelin, mejor poner a Led Zeppelin y dejarse de sucedáneos…

Cómo te tomarías que un tuitero con el que tienes cierta interacción o un hombre después de dos citas te escriba mensajes con fragmentos textuales de Cartas a mi novia de Bloy.

Así, a bote pronto, me suena a que ha hecho un poco de investigación sobre ti y cree que te puede gustar. Si es el caso, produce ternura, como el hombre que se fija en tus gustos para hacerte regalos.

En una lectura más detallada, entiendo si le has bloqueado.  Bloy es un personaje complejo, atormentado, excesivo, furibundo y desesperanzado. Tenía para sí que sólo cabía orar, sufrir y esperar el martirio, con los ojos siempre puestos en la otra vida: «En cuanto a mí, ya solo espero a los cosacos o al Espíritu Santo», decía.

La trascendencia ocupaba su existencia y eso incluía su relación con su mujer, Jeanne Molbech. Consideraba que sólo podía casarse con quien compartiera su Fe (sus anteriores esposas también fueron conversas) y éste es el punto que comparto. Creo que el asunto del amor, o del matrimonio, entra en otra dimensión con estas coordenadas y cualquier otra cosa me resultan migajas. Cada uno selecciona en qué decide ser radical, y a mí ésta me parece una gran empresa en la que aspirar a la grandeza.

Asís Timermans, ferviente admirador tuyo, dice que cuando te lee es tal la aventura que le dan ganas de saber muchas más cosas de ti. ¿Qué te gustaría contar en plan si esto fuera una entrevista para Hola?

Todo empezó en los foros de la página web de una conocida revista de moda femenina hace casi 20 años. Parece banal, pero allí participé libremente y aprendí mucho de la psicología humana en redes sociales: el tocahuevismo, el troleo, el trilerismo…

Asís fue tremendamente generoso y amable hablando de Whiskas en la tele. Fue una sorpresa —me desperté con decenas de mensajes— y le estoy muy agradecida por su consideración.

Y, por último, no es una pregunta. Quería decirte que en uno de los artículos de tu libro me maté yo. Ese que acaba con «los días en que no me gusta la soledad estoy casada contigo». 

Pertenece a la etapa del blog, aún no escribía en ningún sitio. Es de los de sangrar por la herida. No he vuelto a releerlo, ni siquiera para la publicación del libro. Le pedí a alguien de mi confianza que hiciera las correcciones. Supongo que somos muchos los que nos despeñamos por ese acantilado porque en la mayoría de comentarios que me hacen los lectores, lo mencionan. Es una especie de carta a los Reyes Magos, un Pedid y se os dará. Tener cierto carácter — creo que te pasa igual— puede confundirse con pensar que no necesitamos a nadie. Y en la soledad hace frío para todos. La buena noticia es que de repente llega un día, y aparece un tipo que no sabe cambiar una bombilla o colgar un cuadro, pero te lleva a cenar berenjenas parmesanas al sur de Italia.