El 15 de agosto de 1971, Richard Nixon anunció que el dólar estadounidense (USD) dejaría de ser canjeable en oro. Se suponía que esto era temporal. Y, sin embargo, 51 años después, aquí estamos. El patrón oro fue destruido gradualmente en el siglo XX. Ahora la gente está experimentando las consecuencias: menos poder adquisitivo, más ciclos económicos y una economía más débil.

En el cuarto capítulo de su libro ¿Qué ha hecho el gobierno con nuestro dinero?, Murray Rothbard repasa los pasos que ha dado el gobierno para acabar con el patrón oro a lo largo del siglo XX, desde el fin del patrón oro clásico hasta el cierre de la ventana del oro en 1971.

El patrón oro clásico (1815-1914)

El patrón oro clásico tendía a impedir que el gobierno tuviera déficits presupuestarios y se endeudara, ya que no podía crear fácilmente la inflación. En 1913 nació la Reserva Federal. Cuando los Estados Unidos entraron en la Primera Guerra Mundial, se imprimieron dólares por encima de las reservas de oro. En ese momento, el país abandonó patrón oro clásico y esta impresión de dinero contribuyó a la depresión de 1920-21.

El patrón de cambio del oro (1926-31)

En este régimen, el USD y la libra esterlina (GBP) eran las dos monedas de referencia («monedas clave»). Los Estados Unidos volvieron al patrón oro clásico (convertir el USD en oro). La GBP y las demás monedas no eran convertibles en oro (salvo los grandes lingotes). El Reino Unido convirtió la GBP en USD y los demás países europeos convirtieron sus monedas en GBP. Así, los británicos inflaron la GBP y los demás países europeos hicieron lo mismo con sus respectivas monedas (una «pirámide» de la GBP sobre el USD y de las demás monedas europeas sobre la GBP). En consecuencia, como afirmó Rothbard, «a Gran Bretaña y a Europa se les permitió inflar sin control, y los déficits británicos pudieron acumularse sin restricciones por la disciplina de mercado del patrón oro. (…) Gran Bretaña pudo inducir a los Estados Unidos a inflar los dólares para no perder muchas reservas de dólares o de oro en favor de los Estados Unidos. A medida que los saldos en libras esterlinas se acumulaban en Francia, los Estados Unidos y otros países, la más mínima pérdida de confianza en la (…) estructura inflacionista estaba destinada a provocar un colapso general. Esto es precisamente lo que ocurrió en 1931; la quiebra de los bancos inflados en toda Europa, y el intento de la Francia del «dinero duro» de canjear sus saldos en libras esterlinas por oro, llevó a Gran Bretaña a abandonar por completo el patrón oro. A Gran Bretaña le siguieron pronto los demás países de Europa».

La fluctuación de las monedas fiduciarias (1931-45)

En 1933-34, los Estados Unidos abandonaron de nuevo el patrón oro clásico. El dólar se definió como 1/35 de onza de oro y sólo los gobiernos y bancos centrales extranjeros podían convertirlo en oro. Por lo tanto, había un cierto vínculo con el oro, pero los Estados Unidos se encontraban en un régimen de tipo de cambio flotante. Como dijo Rothbard, al cortar los lazos con el oro, este régimen «deja el control absoluto de cada moneda nacional en manos de su (…) gobierno [que puede] permitir que su moneda fluctúe libremente con respecto a todas las demás monedas fiduciarias (…) [El fallo] es entregar el control total de la oferta monetaria a [el gobierno], y luego (…) esperar que se abstenga de utilizar ese poder».

La desastrosa experiencia de (…) el mundo de papel fiduciario y guerra económica de los años 30 llevó a las autoridades de los Estados Unidos a [aspirar] a la restauración de un orden monetario internacional viable

Bretton Woods y el nuevo patrón de cambio del oro (1945-68)

Así, entra en escena el sistema de Bretton Woods (concebido e implementado por los Estados Unidos en la conferencia en Bretton Woods, New Hampshire, en 1944, y ratificado por el Congreso en 1945). Era similar al patrón de cambio del oro, pero con el dólar como única «moneda clave», con un precio de 35 dólares la onza de oro y canjeable en oro sólo por gobiernos y bancos centrales extranjeros.

Sin embargo, este sistema acabó encontrando su fin. Los Estados UNidos inflaron el dólar (lo «piramidó» sobre sus reservas de oro), y otros gobiernos tuvieron dólares como reservas y «piramidaron» sus monedas sobre esos dólares. Y a lo largo de la década de 1960, los Estados Unidos inflaron constantemente el dólar en términos absolutos y en relación con Europa y Japón. Esta década estuvo marcada por la «guerra contra la pobreza», la guerra de Vietnam y los programas espaciales.

Para financiar todo esto, los Estados Unidos empezaron a incurrir en grandes déficits presupuestarios, y la Fed monetizó la deuda (ampliando la oferta monetaria). Sin embargo, los países de Europa Occidental que habían adoptado políticas monetarias más sólidas (Alemania Occidental, Suiza, Francia e Italia), comenzaron a oponerse a la obligación de acumular dólares. Europa comenzó a canjear dólares en oro, y el sistema de Bretton Woods empezó a derrumbarse en 1968 (terminando en 1971, cuando Nixon suspendió el canje del dólar en oro).

El cierre de la ventanilla del oro y el surgimiento del régimen de tipo de cambio flotante (1971-?)

Para mantener el rescate del dólar en oro, el gobierno de los Estados Unidos tenía dos opciones:

  1. Recortar el gasto y los impuestos para reducir el déficit presupuestario. La oferta de dinero disminuiría, y el dólar se apreciaría, lo que permitiría que los precios cayeran a niveles acordes con una onza de oro a 35 dólares y restaurar la demanda de la moneda.
  2. Devaluación del dólar. Esto significaría que el precio de la onza de oro tendría que subir hasta un nivel que fuera coherente con la oferta de dólares y los precios más altos de los bienes y servicios. Pero esto requeriría que el gobierno redujera el déficit presupuestario para evitar futuras devaluaciones.

Ambas opciones eran inconvenientes para el gobierno. Así, en febrero de 1973, tras dos devaluaciones del USD que elevaron el precio de la onza de oro a 42,22 dólares, el cierre de la ventanilla del oro se hizo permanente. Por lo tanto, el USD volvió al régimen de tipo de cambio flotante (como en 1931-45, pero sin vínculo con el oro).

Como consecuencia, el dólar se devaluó y los 1970 estuvieron marcados por la estanflación. En 1980, el precio de la onza de oro era de 850 dólares. El precio del petróleo pasó de algo menos de tres dólares el barril en 1970 a algo menos de 40 dólares en 1980. El índice de precios al consumo (IPC) superaba un 14% en 1980. Sólo a principios de los 1980 el IPC comenzó a descender, cuando Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal en aquella época, elevó el tipo de interés de los fondos federales hasta casi un 20%.

Sin embargo, en 1980, la deuda federal de los Estados Unidos era de «sólo» 930.200 millones de dólares. Por lo tanto, era posible aumentar significativamente los tipos de interés sin causar grandes impactos en la economía. Hoy, la deuda federal supera los 30,5 billones de dólares. La Reserva Federal no puede subir los tipos sin hacer colapsar la economía. Los Estados Unidos han pasado de ser el mayor acreedor del mundo a principios de los 1970 a ser el mayor deudor del mundo en la actualidad (los Estados Unidos tienen más deuda que todos los demás gobiernos del mundo juntos).

Al subir el tipo de interés de los fondos federales, el dólar se apreció y se restableció la confianza en la moneda. Esto (junto con el hecho de que el dólar de los Estados Unidos ya era la moneda en la que se cotizaban el petróleo y otras materias primas) permitió que el USD siguiera siendo la principal moneda de reserva mundial. Y esto, junto con el hecho de que el USD no tiene respaldo desde 1971, ha permitido a los Estados Unidos inflarlo con el tiempo, destruyendo su valor. A partir del 3 de agosto de 2022, la onza de oro cuesta 1.765 dólares:

Conclusión

Las consecuencias del fin del patrón oro empezaron a notarse en la década de 1970. La devaluación del dólar redujo sustancialmente los salarios reales de los americanos. Antes de 1970, normalmente sólo un miembro de una familia podía mantenerla. A partir de los años 70, esto empezó a cambiar hasta el punto de que hoy eso sólo es posible para las personas más pudientes. A pesar de todos los avances tecnológicos, el nivel de vida actual es inferior al de los años 50 y 60 del siglo XX. Hoy, la gente tiene que trabajar mucho más (e incluso endeudarse). Si el dólar no se hubiera devaluado desde 1913 (o incluso si se hubiera apreciado, que es lo que suele ocurrir cuando no hay expansión monetaria), el nivel de vida sería hoy mucho más alto.


André Marques tiene un posgrado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidade Nova de Lisboa y un máster en Economía Internacional de la Universidade de Lisboa.