Desde enero de 2002, con la misma naturalidad que pasamos de utilizar pesetas a euros, nos acostumbramos a hablar de millones y billones sin apenas darnos cuenta de que cada cantidad era 166,386 veces más grande que meses atrás. Y así seguimos, ajenos a las sumas inabarcables, inconcebibles, con las que lidiamos cada día cuando se trata del sector público. En dos décadas, ni los medios de comunicación ni nosotros mismos hemos reparado en el cambio que, sin percatarnos, experimentamos de la manera más drásctica de un día para otro.

En esa realidad paralela, lejos de toda austeridad con el dinero ajeno, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y los dirigentes de la UE acordaron un plan hace unos meses del que cada día se habla mucho y se informa poco en los grandes medios de comunicación, basado en la recuperación para “salir de la crisis y sentar las bases de una Europa moderna y más sostenible”. Un proyecto que, expresado en pesetas, parecería una contraseña de WIFI de esas que vienen por defecto.

El programa, en apariencia destinado a reparar los daños económicos y sociales causados por las medias políticas aplicadas para combatir un virus, comprende el presupuesto a largo plazo de la Unión Europea y los fondos NextGenerationEU, el instrumento temporal diseñado para impulsar la recuperación. Al tiempo, supone el mayor paquete de estímulo que la UE jamás haya financiado. Un total de 1,8 billones de euros para “una Europa más verde, más digital y más resiliente”. Con los tópicos tampoco son austeros.

Si lo son con la urgencia. Y es de agradecer. Las presuntas ayudas europeas siguen tardando en llegar y no es descartables que los retrasos se conviertan en norma. Pese a ello, el Gobierno ya incorporó una primera partida de estos fondos por valor de 26.600 millones de euros en los Presupuestos de 2021. Así, el gasto total consolidado alcanzará –como mínimo– los 550 500 millones de euros, una cantidad que, excluyendo el primer tramo de fondos europeos, supone un crecimiento del 13,6 % respecto a la cantidad prevista en las cuentas de 2020. Un 19,4 %, si se suman el dinero procedente de Europa.

Cuestión de prioridades

El reparto entre los distintos ministerios no deja dudas sobre qué sectores importan a los diseñadores y ejecutores de estos fondos. “España puede”. Se desconoce qué. El Ministerio de Transición Ecológica, destacado en primer lugar, acaparará el 28 % del total (6 800 millones de euros). Detrás, el Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, que concentrará el 21 % (5 000 millones de euros), que destinará a la rehabilitación de viviendas, planes de movilidad sostenible e infraestructuras asociadas. Además, el Ministerio de Economía y Transformación Digital tiene asignado el 15 % (3 600 millones de euros) y sus principales actuaciones serán la digitalización del tejido productivo, el fomento de la conectividad digital y la digitalización de la Administración Pública. El resto de los recursos se distribuirán entre otras áreas ministeriales: Educación y Formación Profesional (8 %), Industria, Comercio y Turismo (7 %), Trabajo y Economía Social (5 %), Ciencia e Innovación (5 %) y Derechos Sociales y Agenda 2030 (4 %).

Un reparto verde, digital y resiliente, sostenible y todo eso. Inútil para un país que en sólo un año ha visto dispararse su tasa de desempleo, aunque extraordinariamente confusa, entre las más altas jamás registradas, cerrar más de 200 000 empresas, desplomarse la llegada de turistas al 23 % de la cifra registrada en 2020 y caer su PIB en torno al 11 %. Todo ello entre muertes, depresión y constantes ataques a la libertad, a los que habrá que sumar más deuda e impuestos futuros.

La crisis, “una oportunidad”

Cuando menos, la crisis se muestra como una ocasión única de rediseñar y retorcer la realidad para los ideólogos de estos fondos que difícilmente serán ayudas. Un Gran Reinicio para el que “la pandemia representa una oportunidad, inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar (sic) y reiniciar nuestro mundo”, según Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial. “Una oportunidad que nunca habíamos tenido, y puede que nunca volvamos a tener”, en palabras del príncipe Carlos de Inglaterra.

Un diseño definido por los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, recogidos en la famosa Agenda 2030, para la que este tipo de fondos, ofrecen la posibilidad de fomentar un sistema global estandarizado por la vía de la inflación, la deuda, la alta fiscalidad, la enorme burocracia, el desempleo y la propaganda a favor de élites supranacionales no electas. En el caso de España, además, la experiencia demuestra que la aplicación de un nuevo programa de ayudas agravará los problemas estructurales de nuestra economía. Los NextGenarationEU acarrearán la misma consecuencia que el nefasto Plan E de Zapatero: más dependencia estatal. Más servidumbre. Una nueva forma de ocultar que si hay una razón por la que existe el estado es para defendernos a los unos de los otros. En otras palabras, para que nadie nos impida ser libres. Nadie. Tampoco el mismo estado, cuyo afán de ayudar a los ciudadanos más allá de los límites de la libertad suele ser una excusa para dirigir sus vidas.