Hoy 2 de noviembre, los residentes de Virginia se dirigen a las urnas para votar por su nuevo gobernador. En la carrera entre el demócrata Terry McAuliffe y el republicano Glenn Youngkin, un asunto inesperado ha cobrado protagonismo: las escuelas y la educación. Digo inesperado porque, aunque la educación ni siquiera figuraba en la lista del Pew Research sobre los 12 temas más importantes para los votantes antes de las elecciones del 2020. Los últimos sondeos muestran que, en esta carrera, se ha convertido en una de las tres principales prioridades.

No es difícil ver por qué. En el último debate antes de las elecciones, mientras discutía sobre los padres que se han opuesto al material sexualmente explícito en los colegios del condado de Fairfax, McAuliffe hizo una declaración impactante: «No creo que los padres deban dictarle a las escuelas lo que deben enseñar».

Si bien la declaración de McAuliffe ha sido considerada por algunos como otra metida de pata política sin un significado más profundo, parece mucho más probable que fuera, de hecho, un raro momento de honestidad.

Aumento del extremismo educativo

En el último año, ha quedado claro que la declaración de McAuliffe representa una actitud muy extendida sobre el papel de los padres en la educación de sus hijos. Además, muchos creen ahora que el papel del gobierno en la educación no es simplemente enseñar a los niños, sino formarlos.

Una de las formas de hacerlo es implementando lo que se conoce como «civismo de acción». Este tipo de educación cívica no consiste simplemente en aprender las funciones del gobierno, la historia básica y las ideas sobre las que se fundó nuestro país. (En el pasado, he escrito sobre la grave falta de conocimientos que tienen muchos jóvenes hoy en día, y la importancia de aprender sobre esos temas). En cambio, la «educación cívica de acción» se caracteriza por centrarse en la acción, es decir, en el activismo. La Facultad de Educación de la USC dice que la «educación cívica de acción» pretende «satisfacer el interés de los estudiantes por el activismo». En la práctica, esto suele traducirse como el hacerle campaña a causas de izquierda que van desde el control de armas hasta el Green New Deal.

Illinois ha llevado esta idea un paso más allá. El Comité Conjunto de Normas Administrativas (JCAR) de la Asamblea General de Illinois promulgó oficialmente a principios de este año los «Estándares de Enseñanza y Liderazgo Culturalmente Responsables». Estos estándares ordenan que los profesores instruyan «a través de una lente de equidad» mientras «aprovechan el pensamiento de los activos hacia las poblaciones tradicionalmente marginadas” e «integran el amplio espectro y la fluidez de las identidades en el plan de estudios».

La mayoría de la gente se vería en apuros al explicar lo que esto significa en la práctica. Sin embargo, las formas en que los planes de estudio concentrados en la identidad ya se han aplicado en las escuelas de todo el país pueden darnos una pista. Chris Rufo, editor colaborador del City Journal, realizó un informe exhaustivo sobre este tema. He aquí algunas de las cosas que encontró:

Una escuela primaria de Cupertino, California, «obligó a los alumnos de tercer grado a deconstruir sus identidades raciales y sexuales y luego a clasificarse según su poder y privilegio».

En una presentación, «las Escuelas Públicas de Seattle les dicen a los profesores que el sistema educativo es culpable de un asesinato de espíritu contra los niños negros y que los profesores blancos deben romper [su] privilegio en reconocimiento de [su] herencia robada».

En una escuela primaria de Filadelfia en la que el 87% de los niños no alcanzarán la alfabetización básica al graduarse, «los alumnos de quinto grado [fueron obligados] a celebrar el ‘comunismo negro’ y a simular una manifestación del Poder Negro para liberar a Angela Davis de la cárcel».

Estos son algunos de los ejemplos más radicales, pero no son en absoluto aislados. La ideología que subyace en gran parte de esto se ha extendido aún más en el último año. De hecho, los dos sindicatos de profesores más importantes del país salieron a apoyar este tipo de educación esencialista de la raza, señalando que quieren llevarla a tantas aulas como sea posible.

Este enfoque de infundir la educación con la política de extrema izquierda es peligroso no sólo porque conduce al adoctrinamiento patrocinado por el Estado de los jóvenes de nuestra nación, sino también porque viola los derechos más básicos de los padres. Después de todo, ¿cuándo aprobaron este plan de estudios para sus hijos? Esto es lo que se consigue cuando se ponen en práctica las palabras de Terry McAuliffe.

Decirles a los padres que no tienen derecho a opinar sobre lo que aprenden sus hijos es decirles que sus hijos no son más que propiedad del gobierno. Es decirles que sus hijos son meros aparatos que deben ser programados exactamente, de la manera correcta, de la forma en que los burócratas del Estado decidan es la mejor.

Pero lejos de promover la diversidad y la inclusión, esta línea de pensamiento la destruye. Aplasta el espíritu de libre indagación, descubrimiento y cuestionamiento que conduce a una sociedad productiva. Crea un mundo en el que todos piensen igual.

La opción escolar está ganando en los Estados Unidos

La mayoría de los padres reconocen lo importante que es la educación de sus hijos y son testigos de cómo se ataca sistemáticamente su integridad en tiempo real. Por lo tanto, no debería sorprendernos que cada vez más estadounidenses no sólo apoyen la posibilidad de elegir una escuela, sino que elijan alternativas al sistema escolar público tradicional para sus hijos.

Una encuesta reciente realizada por la Federación Norteamericana para la Infancia reveló que el apoyo a la elección de escuelas ha alcanzado el 74%, un máximo histórico. Esto incluye el 70% de los demócratas, el 69% de los independientes y cifras igualmente altas para todas las razas y etnias.

Sin embargo, aunque el apoyo retórico es importante, los padres también han manifestado su descontento recurriendo a alternativas para sus hijos. La Oficina de Censos de los Estados Unidos descubrió que la educación en casa aumentó un 11% en el último año y la Alianza Nacional para las Escuelas Públicas informó recientemente que las inscripciones aumentaron un 7% durante la pandemia.

En resumen, la opción escolar está ganando. Incluso con los sindicatos de profesores y los políticos que los apoyan haciendo todo lo posible para impedir la libertad educativa, los padres la apoyan cada vez más porque saben lo que es mejor para sus hijos que cualquier burócrata estatal.

Para muchos, los monopolios son malos, hasta que se trate de la educación

La mayoría de los estadounidenses, tanto de derechas como de izquierdas, suelen estar de acuerdo en que los monopolios perjudican a los consumidores. Cuando la elección y la competencia son limitadas o inexistentes en el sector privado, entendemos que las empresas se saldrán con la suya con prácticas ineficientes y los consumidores se quedarán con productos malos y precios altos.

En un mercado competitivo, en cambio, el consumidor tiene el poder en la relación entre la empresa y él. Como explica Mises en su libro Burocracia: «Los verdaderos jefes [en el mercado libre] son los consumidores. Ellos, con su compra y con su abstención de compra, deciden quién debe poseer el capital y dirigir las plantas. Ellos determinan lo que debe producirse y en qué cantidad y calidad. Sus actitudes se traducen en ganancias o en pérdidas para el empresario. Hacen ricos a los pobres y pobres a los ricos. No son jefes fáciles. Están llenos de caprichos, son cambiantes e imprevisibles. No se preocupan en absoluto por los méritos del pasado. En cuanto se les ofrece algo que les gusta más o es más barato, abandonan a sus antiguos proveedores».

Esto sólo es posible porque el consumidor puede elegir entre numerosas empresas. Si la empresa A sube sus precios o tiene un mal servicio al cliente, por ejemplo, el consumidor tiene la libertad de llevar su negocio a la empresa B. Sin embargo, cuando hay un monopolio, el consumidor no tiene esa capacidad. Está obligado a hacer negocios con la empresa A pase lo que pase. En consecuencia, la empresa monopolista tiene pocos incentivos para hacer algo en beneficio del consumidor. Después de todo, ¿a qué otro lugar podría ir?

Pero, por alguna razón, cuando se trata de la educación, esta idea —que es casi universalmente aceptada en el sector privado— simplemente se olvida. Esto es una tragedia por lo crucial que es la educación. Si entendemos los daños del monopolio cuando se trata de la industria X, Y y Z, es difícil ver por qué alguien debería luchar por mantener un sistema educativo que obligue a los estudiantes a ir a una escuela determinada basándose únicamente en su código postal, independientemente de sus necesidades, deseos o valores.

Por supuesto, hay escuelas privadas a las que los padres pueden enviar a sus hijos si no están satisfechos con su escuela pública tradicional. Sin embargo, los padres siguen estando obligados a financiar la escuela pública con sus impuestos, aunque envíen a sus hijos a la escuela privada. Por lo tanto, en la práctica, las escuelas privadas sólo son accesibles para los estudiantes de familias con altos ingresos.

Lo que pretende el movimiento para la elección de escuelas es ofrecerles a todas las familias similares oportunidades, independientemente de sus ingresos, permitiéndole a los padres decidir a qué se destina el dinero de la educación de sus hijos.

Si lo hiciéramos, los empresarios de la educación podrían desarrollar nuevas y creativas maneras de ayudar a los estudiantes, los padres podrían elegir la escuela que mejor se ajuste a sus valores y la presencia de una verdadera competencia mantendría los precios bajos y la calidad alta.

Jack Elbaum | FEE