«Y si alguno se sonríe cuando yo pronuncie España, yo me sonrió de su puta madre». La frase la pronunció Gustavo Bueno durante una conferencia pronunciada en Oviedo en un tiempo en el que ya se atisbaba el fortalecimiento de los movimientos disolventes que hoy muestran su rostro más crudo. Un cuarto de siglo más tarde, otras sonrisas se han esbozado en el Congreso de los Diputados al finalizar la votación de la ley de amnistía, registrada bajo el publicitario nombre de Ley Orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña.
Como era de esperar, el debate, en cuanto a lo discursivo, no ha ofrecido sorpresa alguna. Mientras el frente golpista se ufanaba de sus logros (indultos y amnistía fundamentalmente), Abascal ha calificado de corrupto al Gobierno presidido por Pedro Sánchez. Una corrupción, por cierto, distinta a la que, presuntamente, salpicaría al entorno más inmediato del doctor. Una corrupción mucho más grave que la que tiene que ver con un enriquecimiento personal que tiene mucho de grosero. Una corrupción, en definitiva, que va más lejos de la erosión que puede causar en el actual régimen constitucional, pues constituciones españolas ha habido unas cuantas. Secesiones, que es lo que buscan los facciosos que sustentan a Sánchez en calidad de socios prioritarios, menos.
Porque, en definitiva, y por los medios que sea, lo que favorece Sánchez, dando continuidad a las irresponsables políticas de cesión y apaciguamiento desarrolladas por todos sus predecesores en La Moncloa, es el secesionismo, el privilegio de unos españoles frente a otros, la marginación de la lengua común, el intento de robo de una parte del territorio nacional, realidad que la emotividad y los eufemismos manejados por sus propagandistas no pueden ocultar.
Una pequeña bronca, una tormenta en uno de esos vasos de agua que los ujieres colocan con mimo en la tribuna. Esa ha sido la anécdota del día, que servirá a los exquisitos, para tapar, como el que trata de hacerlo con la Luna interponiendo un dedo, la terca realidad de que el golpismo ha recibido un poderoso aval: el del partido que coordina los cacicazgos españoles, el de la organización que ha moldeado, en gran medida, la mentalidad de muchos de los habitantes de la democracia.
Un pequeño detalle revelador. En medio de la votación, los representantes de la empresa radicada en Ferraz esbozaban una sonrisa cada vez que, con razón, se les gritaba «¡traidores!». Una sonrisa cargada de autosuficiencia que conecta con aquellos versos de Catulo:
Pero eres celtíbero. Allá en Celtiberia
con lo que uno mea suele, de mañana,
restregar sus dientes y rojas encías.
Cuanta más limpieza haya en vuestros dientes,
más orín proclama que os habéis bebido.