Irlanda es una isla de poetas y poesía, de cantores y canciones, donde se loan las victorias y, sobre todo, las derrotas. Porque, hasta hace poco, lo normal era perder. Frente al vikingo. Frente al inglés. Frente al hambre. Antes de la imposición de eso que algunos llaman multiculturalismo, y que no es más que la implantación de algo contrario a todas las acepciones de cultura, por homogéneo y antinatural, en Irlanda, el presente era vivido y cuidado con la consciencia de que pronto habría de tornar en recuerdo.
Entre esos irlandeses que cantan orgullosos la vida cotidiana y los días negros del pasado, precisamente porque en ellos fueron más nación que nunca, de cuando en cuando algunos hacen llegar sus versos más allá de su condado. El último gigante de esa estirpe fue Seamus Heaney. Seguramente, el más importante desde William Butler Yeats. Ampliamente reconocido con numerosos galardones por su obra literaria, a su muerte en 2013 era el poeta vivo más popular en lengua inglesa.
Durante su vida, Heaney recibió numerosos premios y honores por su trabajo, entre ellos el Nobel de Literatura en 1995 “por una obra literaria de una belleza lírica y una profundidad ética que exalta los milagros diarios y el pasado viviente”, convirtiéndose así en el cuarto irlandés en alcanzarlo, después de que lo hicieran el mismo Yeats (1923), George Bernard Shaw (1925) y Samuel Beckett (1969). Al unir su nombre a los de sus tres compatriotas declaró: “Es como ser una pequeña colina al pie de una cordillera”. Tras el reconocimiento de la Academia Sueca llegaron otros como el Golden Wreath of Poetry (2001), el T.S. Eliot Prize (2006), dos Whitbreads (1996 y 1999) o el nombramiento como Commandeur de l’Ordre des Arts et Letres (1996).
No sólo los galardones marcaron su carrera, también lo hizo su faceta académica. Tras graduarse en la Queen’s University de Belfast en Inglés y Literatura, permanecó como profesor. Más tarde se trasladó a Estados Unidos, a Berkeley y Harvard. A su vuelta del otro lado del Atlántico fue elegido catedrático de poesía en Oxford, un honor poco habitual que ostentó durante cinco años, entre 1989 y 1994. De ahí, a Dublín. Fijó su residencia en la capital irlandesa y se convirtió, posiblemente, en la persona más importante de la vida cultural de la nación.
Es imposible separar su obra de Irlanda. Como Yeats, Heaney supo ver, quiso ver o simplemente vio, lo extraordinario en lo cotidiano, el eco del pasado en el presente y la marca de lo mítico en ambos. Según la crítico estadounidense Helen Vendler: “Seamus amplió mi visión de Irlanda, norte y sur: su geografía, su historia, su trabajo, sus sonidos, sus eufemismos, sus crisis de conciencia, sus momias del pantano, sus bombas, su clima, sus sectarias confrontaciones, sus crepúsculos”.
Nacido el 13 de abril de 1939 en el seno de una numerosa (era el mayor de nueve hermanos) y católica familia granjera en el condado de Derry, Heaney primero vivió en Mossbawn hasta que sus padres se trasladaron a la cercana localidad de Bellaghy, donde será enterrado. El hecho de ser un católico en el norte propició que los enfrentamientos entre nacionalistas y unionistas, entre católicos y protestantes, tuvieran un espacio determinante en su obra, especialmente en los poemarios Wintering Out (1973) y North (1975).
Es precisamente su infancia, sus años en el norte, uno de los elementos preponderantes en su poesía. No sólo en lo relativo a la violencia, tan habitual por entonces en esos seis condados de Úlster. Lo es también por la importantísima presencia del mundo rural en sus versos. O viceversa. Sus primeros libros, Death of a Naturalist (1966) y Door into the Dark (1969), son radicalmente inseparables de aquel dónde y aquel cuándo ensenciales en la obra de Heaney.
El poema Anahorish es un diminuto y recurrente ejemplo de su obra:
My ‘place of clear water’,
the first hill in the world
where springs washed into
the shiny grass
and darkened cobbles
in the bed of the lane.
Anahorish, soft gradient
of consonant, vowel-meadow,
after-image of lamps
swung through the yards
on winter evenings.
With pails and barrows
those mound-dwellers
go waist-deep in mist
to break the light ice
at wells and dunghills.