A lo largo de la historia hemos podido ver cómo las guerras desembocan en numerosas leyendas negras que perduran, con firmeza, hasta el resto de nuestros días. En el caso de la Segunda Guerra Mundial, surgió la leyenda negra de que el Papa Pío XII era partidario del nazismo a raíz de una foto con Hitler. Mi deber es desmontarla y ofrecer, a la Iglesia, el reconocimiento merecido.

Pío XII, a pesar de que el Vaticano le había solicitado que se abstuviese a mediar en cualquier conflicto ya que se mostraba neutral a nivel internacional, anunció, en abril de 1939, un plan con el fin de preservar la paz por medio de negociaciones entre potencias que se hallaban al borde del estallido de la Segunda Guerra Mundial. El primer líder con el que se puso en contacto fue Benito Mussolini, tratando de mediar y calmar la situación, pero el intento careció de éxito. También el Vaticano, el cual, como ya he dicho, se declaraba imparcial ante la situación, se puso en contacto con los nuncios de París, Varsovia y Berlín, además de contactar con el Delegado Apostólico en Londres, pero éstos hicieron oídos sordos a las palabras de la Iglesia. Una vez estallada la Segunda Guerra Mundial, el Papa hizo un llamamiento a todos los católicos para que resistiesen a las persecuciones religiosas, al racismo, al antisemitismo y a todas aquellas invasiones que la Iglesia condenaba.

En lo relativo al Holocausto, Pío XII protestó contra las deportaciones de judíos eslovacos en 1942, afirmando, al año siguiente, que, si los nazis no acababan con esas medidas que violaban el derecho natural de una persona solo por el hecho de pertenecer a una raza, la Santa Sede traicionaría su Divino Mandato. Tras la ocupación nazi de Italia, el Papa ordenó a todas las instituciones católicas acoger a los judíos, llegando a salvar a 4 715 de los 5 715 que tenían apuntados los alemanes en sus listas de deportación. Pero no solo esto, pues también escondió a 477 judíos en la propia Ciudad del Vaticano, además de abrir su residencia veraniega para acoger a miles de ellos. El Papa también creó un sistema de ayuda humanitaria con el fin de ayudar a las víctimas de la represión nazi y organizó un traslado a Palestina de miles de niños judíos que residían en Bulgaria y que iban a ser deportados.

Como ya hemos visto, la Iglesia ayudó de forma directa a los judíos, pero no fue la única manera de luchar contra el nazismo. Desde los territorios ocupados por la Alemania nazi, enormes sumas de dinero fueron invertidas por la Iglesia en empresas estadounidenses que fabricaban armamento y equipamiento. Prueba de esto es que el Gobierno de Washington apoyó estos movimientos a pesar de la existencia de restricciones para las operaciones provenientes de países enemigos, pero como esa suma de dinero contribuía a la lucha contra el nazismo, fue aceptada. Dicha suma fue depositada en bancos estadounidenses y sirvió para financiar actividades humanitarias a favor de las tropas aliadas y para ayudar a todas aquellas iglesias de diferentes países que, de forma resistente, se enfrentaban a la barbarie nacional socialista.

Esa información fue hallada en los documentos de los servicios secretos británicos relativos al periodo de 1941 a 1943. En dichos documentos del Archivo Nacional Británico, queda demostrada la existencia de todas estas actividades llevadas a cabo por dos organismos: el Instituto para las Obras de Religión y La Sección extraordinaria para la administración de los bienes de la Santa Sede. Es menester señalar también que, cuando en 1940 el ministro de Exteriores del Tercer Reich preguntó a Pío XII por qué habían luchado contra ellos, el Papa le respondió enumerando toda una lista de las atrocidades cometidas por los nazis contra los judíos y cristianos en Polonia.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los cristianos tuvieron que afrontar las consecuencias político-religiosas de la guerra. Como ya sabemos, el totalitarismo de carácter fascista fue derrotado, pero no ocurrió lo mismo con un régimen comunista que iría siendo impuesto, por la fuerza, por toda la Europa del Este. En todos aquellos territorios gobernados por el comunismo, se llevó a cabo una brutal represión contra la Iglesia con el fin de exterminarla mediante medidas administrativas. Como consecuencia de esto, todos los católicos del este de Europa fueron perseguidos y muchos de ellos asesinados por las fuerzas soviéticas. Pero no solamente esto, también la expansión de este régimen afectó a los continentes asiático y africano, donde los católicos se vieron privados de contactar con la Santa Sede y se les impuso una Iglesia separada de Roma.

Finalmente, y repasados ya los méritos de la Iglesia durante este suceso bélico, queda claro que la Iglesia no defendía ningún totalitarismo, pues luchó con firmeza contra el nazismo como bien hemos visto, y, obviamente, no iba a defender un marxismo que le perseguía. El análisis no debe realizarse a la ligera, requiere un estudio en profundidad, debido a que los motivos del encuentro fueron diplomáticos y no amistosos. Pío XII fue el responsable de salvar aproximadamente a 700 000 judíos.