Hay conjura de necios por los bicentenarios de las independencias americanas y por el quinto centenario de la llegada de Cortés a México. Dicen los meapilas, más papistas que el Papa, que Francisco no ha pedido perdón en nombre de la Iglesia católica por los “dolorosos errores” de la evangelización de México, como si fuesen las únicas declaraciones hispanófobas de este vicario de Cristo metido a político.

Podemos entender ese odio fruto de la ignorancia en el hispanoamericano medio que ha crecido aprendiendo más Leyenda Negra que gramática, pero presuponemos, quizás de forma errónea, que el sumo pontífice sí ha conocido la labor civilizadora que España protagonizó en el nuevo continente descubierto.

¿Era necesaria la civilización americana?

Lo primero que encontraron los españoles de camino a Tenochtitlan, los pocos que desembarcaron en las actuales Campeche, Ciudad del Carmen,Veracruz, y siguieron por Tlaxcala, fueron poblados con cúes (adoratorios) ensangrentados, miembros humanos de sacrificados y tribus sometidas que se unieron al pequeño grupo de Cortés para acabar con la tiranía mexica. Bernal Díaz describe cómo los naturales de Castilla tuvieron que frenar a los tlaxcaltecas por la violencia con la que se vengaban de los enviados por Montezuma.

A pesar de que estas crueldades justificaban cualquier intervención para cristianos del siglo XVI, el emperador Carlos paró por primera vez en la historia una conquista para debatir la legitimidad de la misma y estudiar la forma de llevarla a cabo. Los frutos de la controversia de Valladolid y los estudios de la Escuela de Salamanca fueron el derecho internacional (Leyes de Indias), base de los actuales derechos humanos, y la soberanía nacional (De Rege).

El mayor hito del Imperio español fue precisamente reconocer los derechos de los conquistados e integrarlos como si fuesen vasallos peninsulares. Ahí nace el rico mestizaje, el mayor orgullo de la iglesia católica que lidera el jesuita argentino.

Cortés, un hombre con los valores morales de su época, tenía claro que había que sustituir esos altares de la muerte por imágenes de la virgen María y cruces porque en ellas se encontraban todo el humanismo cristiano que trasladaría del Neolítico al Renacimiento europeo a los habitantes de las nuevas tierras descubiertas.

La corona española también tenía claro que había que castigar los abusos y por eso enviaron oidores y misioneros como Vasco de Quiroga, Bernardino de Sahagún, Alonso de la Vera Cruz, José de Acosta, Antonio Alcade y Barriga, Mongrovejo (Perú) o  Pedro Claver (Nueva Granada) para asegurarse que se respetaban los derechos de los indígenas, para formarlos, para que dejaran de ver como normales las prácticas salvajes precolombinas, etc.

Los hospitales, las universidades y las fabulosas investigaciones antropológicas, lingüísticas, naturalistas, etc. fueron claves para el conocimiento científico y para obras de ilustres polímatas admirados en el mundo hispano como Humboldt.

Además de los numerosos hospitales creados desde los primeros años, el primero fue construido en 1503 en Santo Domingo, no faltaron remedios para las enfermedades que tarde o temprano se iban a propagar en un encuentro de esas características. El celo por la protección de las vidas en América hizo que la corona española organizara la primera misión humanitaria de la historia llevando la vacuna de Jenner a sus territorios de ultramar justo después de su descubrimiento.

¿Qué molesta a la izquierda de la Conquista?

Seguro que en los sueños húmedos de esta izquierda hisapanófoba está un tzomplanti con cráneos de fachas orgullosos de la conquista española, que es sin duda la mayor obra de civilización desde Roma, y de la primera globalización, del fin de las tiranías mexicas e incas, del humanismo que nos permite mirar por encima del hombro a ingleses, franceses, holandeses, belgas y norteamericanos…

En la mente de muchos zurdos seguro que aparecemos abiertos por el pecho con nuestro corazón palpitante en manos de sacerdotes mexicas para ofrecérselo a la Pachama Greta.

Su negocio, el Estado intervencionista y protector que fabrica cortijos públicos y enchufes, necesita víctimas aunque sean falsas. Un negocio redondo si tenemos en cuenta que la Leyenda Negra convierte en damnificados a millones de humanos.

Orgullosos de la Hispanidad

Tampoco permitáis que ningún centrista cobarde os calle con el cuento de La Leyenda Dorada o Rosa porque es tan estúpido defender los tzomplantis como quitar legitimidad a la civilización española por las atrocidades cometidas en un periodo de más de tres siglos. Ese presentismo estúpido que pretende revisar la historia con los ojos de nuestra época es tremendamente injusto para los que ya celebraban juicios de residencia o encarcelaban por delitos que lo siguen siendo en la actualidad. Es como criticar a la Guardia Civil y a la Policía por no impedir todos los delitos que se están cometiendo hoy. Es precisamente la histórica reacción de una sociedad que se plantó ante las injusticias a las que estaba acostumbrada lo que marcó el inicio de la Edad Moderna. Ese enorme cambio en el curso de la historia tiene firma hispana.

Celebremos muy orgullosos el mes de la Hispanidad, la conquista humanista y el fruto de aquel encuentro. Pongamos punto y aparte y estrechemos los lazos que nos cortaron de forma injusta.

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros”.