Las selecciones de fútbol de los Estados Unidos son dos casos excepcionales, cada una a su manera. La femenina, porque ha ganado cuatro de los ocho mundiales disputados y ha subido al podio en todos. La masculina, por exactamente lo contrario. El mayor triunfo del USMNT (United States Men’s National Team) en la Copa del Mundo ocurrió en 2002, cuando el que seguramente haya sido el grupo de jugadores de más calidad de su historia, liderado por Claudio Reyna, Brian McBride, Brad Friedel y un jovencísimo Landon Donovan, cayó en cuartos de final por la mínima ante Alemania, después de eliminar a México en octavos de final.

Por darle contexto: desde que la FIFA ampliara el Mundial a 32 equipos en Francia 98, los campeones del mundo han ganado una media de seis partidos para levantar la copa, como España en 2010, que cedió el primero ante Suiza. Es decir, seis victorias en un mes. Exactamente las mismas que ha logrado la selección norteamericana en los últimos 18 torneos. Seis victorias en 70 años.

A pesar de la historia, las últimas dos décadas, desde aquel mundial de Corea y Japón 2002, han supuesto el periodo de mayores éxitos para el combinado nacional estadounidense. En Sudáfrica 2010 vencieron en su grupo, donde también estaba Inglaterra, y alcanzaron los octavos de final, fase en la que Gana les eliminó en la prórroga. Otra vez por la mínima. Es cierto que la selección de los Estados Unidos es ya participante habitual, natural, de los campeonatos mundiales, beneficiada en buena parte por la falta de rivales de entidad en su región, pero también lo es que todavía está más lejos de competir en las rondas eliminatoria, que de ausentarse como en Rusia, cuando Panamá les dejó fuera y en el país centroamericano decretaron un día de fiesta nacional.

Como le ocurrió a España, sobrepasar los cuartos de final de la Copa del Mundo supondría una ruptura con la historia, casi acabar con una maldición. Sin garantizar nada, recientemente, el fútbol estadounidense ha superado un hito impensable hasta hace no demasiado, que puede allanar ese camino. Más allá de carreras europeas como las de Kasey Keller en el Rayo Vallecano o la de Tab Ramos, jugador del Betis durante el Mundial 94 del que fueron anfitriones, para los futbolistas norteamericanos resultaba poco menos que imposible destacar en los grandes clubes de la Champions League. Hasta hace muy poco. Precisamente, la generación nacida tras aquel USA 94 ha derribado esa pared y comienza a ser importante en los mejores equipos del mundo.

Un USMNT de presente y futuro

Ahora, la base de la selección nacional está integrada por jugadores del Barcelona, la Juventus o el Chelsea. Los actuales titulares del USMNT, además de compartir vestuario con los mejores futbolistas del planeta y competir en los torneos más exigentes (tres de ellos en España), aún tienen lustros de fútbol por delante. Aunque, su juventud hace que cada poco aparezca un nuevo integrante de la quinta y más difícil destacar a unos sobre otros, hay cinco que ya son determinantes en sus clubes y básicos para la selección que ayer levantó un torneo después de 14 años, tras imponerse a México en la primera Liga de Naciones de la CONCACAF. 

Christian Pulisic. El jugador norteamericano más caro de la historia, por el que el Chelsea pagó más de 60 millones al Borussia Dortmund, es el pionero de la generación que ya copa el combinado nacional de los Estados Unidos. Extremo rapidísimo y habilidoso al que las lesiones impiden tener continuidad en el conjunto londinense, con una alta competencia en su línea ofensiva tras las contrataciones del pasado verano.

Weston McKennie. Como Pulisic, también pasó años en Alemania, donde llegó de niño, antes de recalar en un gran club de Europa procedente del Schalke 04, en el que llamó la atención de medio continente. Ahora, comparte alineación con Cristiano Ronaldo, Dybala o De Ligt en la Juventus. Su corpulencia y buena técnica le hacen ser un habitual en el centro del campo de la vecchia signora de Andrea Pirlo.

Tyler Adams. Otro mediocentro, aunque físicamente muy diferente de McKennie, también de calidad y mucho recorrido. Desde hace un par de años, juega en el RB Leipzig, al que llegó procedente de su club hermano de Nueva York, donde se ha hecho con un sitio en el once titular jugando por detrás de Dani Olmo.

Sergiño Dest. El lateral derecho nacido en los Países Bajos, de madre holandesa y padre estadounidense, es el clásico producto de la cantera del Ajax: de alto nivel técnico y táctico, preparado para competir al primer nivel casi desde su debut, al que además hay que sumarle velocidad y descaro. Su fichaje por el Barcelona tuvo una gran repercusión en los Estados Unidos y nada hace pensar que en el Camp Nou se hayan equivocado con un jugador al que le queda más de una década de buen fútbol.

Giovanni Reyna. Hijo del capitán en la Copa del Mundo de 2002, alcanzó la mayoría de edad el pasado mes de noviembre, lo que le hace ser el más joven entre los grandes nombres de la nueva selección estadounidense. El mediapunta, que también juega por banda, ya es un habitual en las alineaciones del Borussia Dortmund y será indiscutible cuando, antes o después, el club de Renania concrete la venta de Jadon Sancho.

El USMNT de presente futuro es un grupo creciente en calidad, cantidad y presencia en Europa. Además de ellos cinco, lo forman futbolistas como Zack Steffen, portero suplente del Manchester City, el más veterano a sus 25 años; Reggie Cannon, velocísimo lateral del Boavista, seguramente destinado a jugar a banda cambiada por la irrupción de Dest; los centrales Erik Palmer-Brown, del Austria de Viena, cedido por el City, y Chris Richards, del Hoffenheim cedido por el Bayern de Múnich; los extremos Yunus Musah, del Valencia, una de las únicas notas positivas del club en los últimos tiempos, y Konrad de la Fuente, del Barcelona; o los delanteros Josh Sargent, del Werder Bremen, y Timothy Weah, del Lille, hijo de George Weah, único Balón de Oro africano y actual Presidente de Liberia.

Seguramente, Catar 2022 llegará aún pronto para que rindan al máximo de su potencial con la selección de Gregg Berhalter, planteada como un proyecto a largo plazo. Si nada cambia, con la edad y la experiencia acumulada, la Copa del Mundo de 2026, de la que serán anfitriones los Estados Unidos, México y Canadá, ofrecerá la oportunidad perfecta para que la generación nacida tras USA 94 cambie la historia del fútbol estadounidense.