El final de los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán era predecible: nadie ha conquistado Afganistán, y Washington fue tan tonto como Moscú en los años 70 por intentarlo. Las tropas americanas apresurándose en salir del país lo más rápido posible, tras haber evacuado el símbolo de la ocupación americano de Afganistán, la base aérea de Bagram.
Aunque quizá no sea tan dramática como la caída de Saigón en 1975, donde los helicópteros militares americanos se apresuraron a evacuar al personal del tejado de la Embajada de Estados Unidos, la lección sigue siendo la misma y sigue sin aprenderse: intentar ocupar, controlar y rehacer un país extranjero a imagen y semejanza de Estados Unidos nunca funcionará. Esto es cierto, no importa cuánto dinero se gaste ni cuántas vidas se apaguen.
En Afganistán, apenas las tropas americanas abandonaban una zona, los combatientes talibanes se abalanzaban sobre ella y tomaban el control. El ejército afgano ha parecido estar más o menos fundido, como mostraron las imágenes de los talibanes tomando el control de un distrito clave en la provincia de Kandahar, mientras los soldados afganos desaparecían tras algunos combates.
Se calcula que los Estados Unidos han gastado cerca de 100.000 millones de dólares en el entrenamiento del ejército y la policía afganos. La cifra real es probablemente varias veces superior. A pesar de todo ese dinero y 20 años de entrenamiento, el ejército afgano no ha podido hacer su trabajo. Eso es toda una declaración sobre la calidad del entrenamiento, la calidad del ejército afgano, o alguna combinación de ambas.
Sea como fuere, estoy seguro de que no soy el único americano que se pregunta si puede obtener un reembolso. El producto es claramente defectuoso.
Hablando de dinero malgastado, en abril, el proyecto “Coste de la Guerra” de la Universidad de Brown calculó el coste total de la guerra de Afganistán en más de dos billones de dólares. Eso significa que millones de americanos se han empobrecido por un proyecto previsiblemente fallido. También significa que miles de contratistas y empresas bien conectadas que merodean por el Capitolio de los Estados Unidos impulsando la guerra se han hecho mucho, mucho más ricos.
Ésa es la política exterior de los Estados Unidos en pocas palabras: tomar el dinero de los americanos de clase media y transferirlo a las élites del establecimiento militar y de política exterior de Washington. Es beneficencia para los ricos.