Tras abordar la perspectiva macroeconómica a partir de la cual las economías y las naciones serían reconfiguradas, Klaus Schwab puso sus ojos sobre el siguiente nivel de desagregación económica. Esto es la microeconomía, aquellos factores que van a reformar los sectores y cómo hay una serie de éstos que no volverán a su senda previa. Toda esta perspectiva irá alineada con lo anteriormente expuesto, de manera que el cambio empresarial irá a la par que la transformación de la economía global y los Estados. No hay que olvidar que uno de los mensajes fundamentales tanto de esta parte de COVID-19: El Gran Reinicio como del capítulo anterior es la cada vez menor presencia de los países y naciones para dar pie a estructuras de gobernanza global que permitan afrontar riesgos mundiales, como una pandemia.
Con los célebres fondos europeos Next Gen EU pudimos acudir a un ejemplo de cómo se pretende desde instituciones supranacionales redefinir los tejidos productivos de las economías, en este caso las europeas. En esta medida coordinada por la Comisión Europea atendimos a una serie de criterios que se fijarían de cara a determinar un orden de prelación en las ayudas, de manera que ciertas empresas serían las que percibirían el apoyo financiero antes que otras. De esta manera, también se difundió en el argot economicista del sector financiero que había una serie de empresas «zombis» que habría que dejar morir al ser, teóricamente, insolventes o ineficientes. Sin embargo, esta idea contrastaba mucho con cómo los subsidios comunitarios se dirigen a negocios que, por querer ser verdes, no son de hecho eficientes ni rentables, creando así una ficción que de momento sobrevive a base de inyecciones fiscales (que tendrán el recorrido que el poder político les quiere conferir).
Uno de los aspectos a los que Klaus Schwab saca más brillo en esta parte del escrito hace referencia a la tan manida digitalización. El economista redirige la atención a la evolución de las Big Tech y parte de los integrantes del NASDAQ 100, empresas que, si bien sufrieron el estrés bursátil de marzo de 2020, después pasarían a dispararse, revalorizándose en bolsa y agigantando su capitalización. Esto se explicaría por la época de los confinamientos y restricciones, momentos en los que la población se desconectó por completo de la realidad tangencial para digitalizarse y consumir más que nunca lo ofertado por plataformas como Netflix, HBO o Amazon. En la aceleración de la digitalización también tendrían un papel determinante no sólo las empresas propiamente digitales, sino también todos los sectores productivos que de la noche a la mañana tendrían que remodelar su modus operandi para facilitar el teletrabajo, que si bien permite la conciliación familiar también despierta el peligro de una menor desconexión laboral. Además, la riqueza que supone la interacción social en el espacio de trabajo es otra víctima más que se cobraría esta nueva tendencia laboral.
Atendiendo a los problemas que estamos sufriendo en las cadenas de suministro —y que irán en aumento conforme las ilógicas normas de China para restringir la movilidad de sus ciudadanos continúen expandiéndose por Shanghái y otras regiones—, en el ensayo publicado en junio de 2020 se exponía cómo las empresas iban a tener que implementar la resiliencia de estas. Es decir, se presentan problemas potencialmente factibles en el suministro que requieren las partes integrantes de una economía globalizada, forzando por tanto a que las empresas tengan que buscar nuevos proveedores. Solamente podrán sobrevivir aquellas que disfruten de una mayor capacidad para soportar costes elevados, haciendo aquí Klaus Schwab un preludio de la galopante inflación que acabaría llegando a finales de 2021, con independencia del conflicto en Ucrania.
Continuando con la línea de aumentar la fuerza y el tamaño de los Estados, se vuelve a debatir una realidad para la que debemos estar preparados, y es que la presión fiscal va a seguir creciendo. Es decir, con toda probabilidad entraremos pronto en un ciclo político que apueste por un continuado y persistente incremento de los impuestos, tanto a particulares como a las empresas. Esto hallaría su explicación en que los países, al encontrarse perpetuamente endeudados —de facto— a raíz de los rescates coordinados por los bancos centrales, deberán ajustar sus descompensaciones fiscales. Lejos de optar por las políticas de austeridad, se procederá a hacer de la recaudación progresiva una tendencia al alza, todo ello alineado con las ideas socialistas de Schwab.
El director del Foro de Davos explica cómo las empresas también deberán asumir una mayor carga fiscal, siendo estas medidas un ataque directo a los pequeños negocios y propietarios. Las grandes corporaciones tienen un músculo económico y financiero que les permite abaratar por una vía u otra la tensión fiscal que un país pueda imponer en su territorio. Sin embargo, cuando hablamos de PYMES y autónomos, vemos cómo todo impuesto al beneficio o a la actividad va en detrimento del pequeño propietario, quien se ve con menos recursos, dándose por último una concentración de la propiedad y del mercado en unos pocos actores capaces de soportar esta presión fiscal. Además, en última instancia, una subida de impuestos directos a la empresa se acaba traduciendo en la factura que le llega al cliente, perjudicando también así el poder adquisitivo de este último. De esta manera, la presumible escalada de la presión fiscal que viviremos de un tiempo a esta parte redundará en un empobrecimiento de la población, siendo este multiplicado por el efecto de la inflación que conlleva la reordenación de cadenas de suministro y la transición ecológica.
Por último, se vuelve al Internet de las Cosas para marcar que la nueva realidad productiva, lejos de ser la tradicional capitalista sobre bienes tangibles, tornará a una economía digital donde los activos virtuales adquieran cada vez un mayor peso. Se despreciarán sectores tradicionales mientras que otros alternativos serán los que adquieran un mayor valor. Solamente aquellas empresas que estén alineadas con las pautas virtuales y sostenibles serán las viables en un futuro. Todo aquello que no se alinee no tendrá un porvenir, según vaticina Schwab, aseverando de tal manera que incluso invita a pensar que el día de mañana ya está diseñado y prefabricado.