La Segunda Guerra Mundial duró casi seis años en los que se produjeron entre 50 y 70 millones de víctimas entre civiles y militares. Entre ellas, más de seis millones a causa de uno de los episodios más infames de la historia de la humanidad: el Holocausto. Judíos de todas las zonas ocupadas por la Alemania nazi fueron agrupados en guetos y posteriormente deportados a campos de concentración instalados por toda Europa.

España, en este conflicto, tomó la postura de país neutral. El Jefe de Estado español, a pesar de entrevistarse con Hitler y Mussolini, no llegó a aceptar las condiciones que estos le ofrecían, decantándose por la neutralidad debido también a que España acababa de salir de una cruenta y larga Guerra Civil, y no estaba como para meterse en una empresa de tal magnitud. Esto no quiere decir que no hubiese españoles que participasen en ella. Por un lado, exiliados españoles que huyeron a Francia, participaron en las labores de resistencia contra el invasor nazi, y por otro, una división entera, compuesta por 46.000 voluntarios que se fueron a combatir el comunismo del lado de Alemania en el frente del este, en Leningrado.

Lejos de unos y de otros, hubo un español que sobresalió en el infierno de la Segunda Guerra Mundial. Su gesta no consistió en escapar del enemigo o conseguir información privilegiada. Nada que ver. Se dedicó a salvar la vida de miles de seres humanos ya sin esperanza, cuyo destino único era la muerte. Este héroe eterno fue Ángel Sanz Briz, diplomático español en la Hungría ocupada por Alemania.

Sanz Briz terminó sus estudios de Derecho poco antes de comenzar la Guerra Civil española. Al inicio del conflicto se alistó y combatió en el bando nacional. Finalizado el enfrentamiento tuvo su primer destino en el extranjero como hombre de negocios en El Cairo. En 1942, tras casarse con su mujer, Adela Quijano, fue destinado a la embajada española en Budapest. Hungría era aliada de las potencias del Eje y sus gobernantes unos simples títeres en manos de los jerarcas alemanes. Hasta el país magiar se desplazó uno de los ideólogos de la solución final, Adolf Eichmann, con la labor de encargarse personalmente del «problema judío» y supervisar el exterminio en Hungría, donde se acabó con la vida de más de 565.000 judíos.

El Ángel de Budapest

El Ángel de Budapest, como aún se conoce y recuerda a nuestro protagonista en Hungría, salvó la vida de más de 5.200 judíos otorgándoles el pasaporte español tras probar su origen sefardí. Lo hizo gracias a un Real Decreto de 1924 del directorio militar de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. El documebto propiciaba que el origen sefardí automáticamente diese acceso a la nacionalidad española. Con ella, es decir con la ciudadanía de un país neutral, se recibía la inmunidad.

Junto a Sanz Briz, su gran amigo Giorgio Perlasca, veterano del Corpo di Truppe Volontarie que envió Mussolini a España durante la Guerra Civil. Según avanzaba el conflicto, los dos atribuyeron el origen sefardí a todas aquellas personas que lo solicitarion, pudieran probarlo o no. Al ocuparse Budapest el 30 de noviembre de 1944, la embajada fue trasladada a Suiza por orden del Gobierno.

Ángel Sanz Briz, también conocido como el Schindler español, falleció el 11 de junio de 1980, hace hoy 41 años. Fue en Roma, cuatro décadas después de su providencial paso por Budapest, como embajador de España ante la Santa Sede. La delegación diplomática permanente más antigua del mundo fue el último destino de una prolífica carrera que también le llevó a San Francisco, Washington o Pekín, como primer embajador de España.

En 1966, el Estado de Israel y el pueblo judío le nombraron Justo entre las Naciones a través de Yad Vashem, institución creada para honrar a las víctimas y los héroes de la Shoá. El reconocimiento supone otorgar el máximo honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista y singular a las víctimas de la persecución emprendida por el Tercer Reich alemán y otros afines en Europa con anterioridad y durante la Segunda Guerra Mundial. En la Medalla de los Justos se lee una frase del Talmud que simboliza la fe en la humanidad: «Quien salva una vida salva al mundo entero».

Desde aquí, nuestro homenaje a uno de los españoles más honorables de los últimos tiempos.