La alta concentración de testosterona en sangre nos gusta por ser la hormona responsable de que los hombres sean hombres: más altos y con una mayor masa muscular, una mayor densidad ósea y una voz más grave que las mujeres. También es la encargada de que ellos acumulen una menor cantidad de grasa y que sus corazones y pulmones sean más grandes que los de ellas.
El dicho británico de «el fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros» una vez más se cumple. World Rugby, el equivalente a la FIFA, no permite que las trans que han experimentado los efectos de la testosterona en la pubertad y adolescencia compitan con mujeres. Eso sí, señalan que «pueden jugar rugby sin contacto de género mixto».
Como es bien sabido, las hormonas hacen su gran aparición en la pubertad, y aquí cada sexo empieza a ir hacia su lado. Hasta ese momento, apenas existen diferencias en la concentración en sangre de testosterona entre niños y niñas.
Distintas organizaciones internacionales y federaciones deportivas apuestan por el tratamiento que bloquea los niveles de testosterona en sangre. Y los del rugby responden: «Las evidencias revisadas por colegas [científicos] sugieren que esto no ocurre y particularmente que la reducción en las variables de masa total, masa muscular y fuerza de las mujeres transgénero puede no ser suficiente para eliminar las diferencias entre hombres y mujeres y así garantizar seguridad o equidad a otros participantes de la competición».
Es decir, la participación de personas trans en las categorías femeninas provoca una desigualdad hacia las mujeres por una diferencia biológica causada, entre otros elementos, por la testosterona.
Bajo la premisa «If boys win against the fastest women, is it fair for males to compete in female-only athletic events?», la web BoysvsWomen compara de manera visual las marcas deportivas y medallas olímpicas conseguidas por hombres y mujeres. ¡Sorpresa! Ellos logran más victorias y mejores marcas.
Por su parte, World Rugby recuerda: «La categoría de mujeres existe para garantizar protección, seguridad e igualdad para aquellos que no se benefician de la ventaja biológica creada por estos atributos de desempeño biológico». Y enumeran las posibles lesiones que las mujeres pueden sufrir si hay encuentros equipos «mixtos», empezando por las craneoencefálicas.
El ejemplo más reciente se apellida Thomas. Will Thomas compitió durante tres años en el equipo masculino de la Universidad de Pensilvania. Estuvo un curso sin participar en ninguna prueba con un tratamiento que bajase sus niveles de testosterona y así poder reaparecer en 2021 como Lia. Y liarse a ganar pruebas universitarias en la categoría femenina porque citius altius fortius físicamente que toda mujer.
La Universidad de Duke cuenta con un Departamento de Leyes deportivas. Ha publicado un estudio en el que compara el rendimiento atlético de las mejores atletas femeninas de élite con niños y hombres. En las conclusiones de este ejemplo pone como ejemplo a Bruce – Caitlyn Jenner, el padre de Kendall and Kylie, y lanza preguntas: «En casos de conflicto entre los objetivos del movimiento de identidad y los objetivos tradicionales del deporte para niñas y mujeres, ¿cuál debería ser nuestra prioridad: igualdad de oportunidades en el deporte para niñas y mujeres o la capacidad de cada individuo para participar en deportes por su cuenta? ¿condiciones?».
Iguales pero separados
Lo de «el género tonto», que diría cualquier madre noventera, no sólo se da fuera de nuestras fronteras. El anteproyecto de ley del Gobierno de España recoge distintas reivindicaciones de la comunidad trans, como que se pueda modificar el sexo en el Registro Civil con manifestarlo a partir de los 16 años. Lo que significa que un hombre se puede autodefinir como mujer con sólo expresar su voluntad. ¿Consecuencias? La primera sería que las mujeres perderían su intimidad.
Porque no se trata sólo de la competición y del terreno de juego. Se trata del respeto a las circunstancias de las que «dependen algunos tratos “iguales pero separados”, como ocurre por ejemplo en la práctica deportiva, o las segregaciones de espacios públicos por razones de intimidad (duchas públicas, habitaciones de hospital, centros penitenciarios) y también diferenciaciones de trato que suponen ciertas ventajas o privilegios para las mujeres, sea por razones de “representatividad-espejo”, sea por la necesidad de revertir discriminaciones pasadas», señala Pablo de Lora, catedrático de profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid en su libro El laberinto del género.
Recientemente, se denunciaba que en las cárceles norteamericanas de distintos estados los reclusos masculinos podían cambiar a una prisión de mujeres al expresar que se identificaban con el género femenino. Las mujeres estaban en peligro.
Por último, en España comienza a hablarse con mayor frecuencia de menores que no se identifican con el sexo que se les asignó al nacer, sufren y demandan un cambio para poder realizarse con su identidad. Reclaman comenzar tratamientos hormonales, en los que no hay vuelta atrás, y ante el dolor que experimentan, sus padres y familiares ven con buenos ojos que se les permita ser lo que dicen ser.
Mientras en Inglaterra ya hay jóvenes arrepentidos que ganan querellas contra el sistema sanitario porque siendo adolescentes no se les protegió y se les permitió tomar decisiones que no eran acordes ni a su edad ni a su madurez. Y ahora no hay vuelta atrás.