El último apartado de COVID-19: El Gran Reinicio consiste en un análisis breve sobre cómo la humanidad modificará su manera de comportarse, su sistema de principios y valores como consecuencia de la pandemia experimentada durante 2020. El director del Foro Económico Mundial muestra claramente su postura al decidir elaborar una serie de puntos sobre los cuales cada uno de nosotros debemos de reflexionar sobre si el camino que antes llevábamos era correcto. La postura adoptada por Schwab es algo que se puede intuir conforme se avanza en la lectura, si bien en este último punto del libro trae a colación aquellas partes más destacables de cómo el virus lo ha cambiado absolutamente todo.
De esta manera comienza reflexionando sobre si lo vivido durante el confinamiento ha sacado lo mejor de nosotros o lo peor. Ve posible que a raíz de la pandemia la humanidad pueda progresar considerablemente o bien tornar hacia opciones más tiránicas que desprecien la democracia y el papel de organizaciones supranacionales como la ONU o la OMS. Otro de los puntos que destaca negativos que podemos extraer es cómo cada vez hay más individuos que empiezan a propagar información falsa y bulos haciendo que se haga necesaria la labor de agencias verificadoras que «cuiden» de la salubridad de la opinión pública.
Otro punto reseñable es que las opciones morales de los países de Occidente quedan en entredicho al haberse dado la situación de naciones que teniendo que elegir entre salvar su economía o bien la vida de sus ciudadanos, optaron por lo primero. Sin embargo, Klaus Schwab no trae aquí a colación otra pandemia más silenciosa pero igualmente dolorosa: la de la ruina y la falta de medios para poder prosperar. Él mismo acababa reconociendo que «salvar vidas» podía conducir a aumentar el desempleo debido al perjuicio económico, y de la mano de la falta de empleo habría una mayor propensión al consumo de drogas y alcohol.
La disparidad de opciones éticas o la falta de una ética global hace que surjan debates políticos de índole tan distinta como el debate de llevar mascarilla en exteriores o la obligatoriedad de estar vacunado. Es destacable aquí cómo Schwab ahora propone renunciar al interés propio para mirar por el interés común, por el bien común. Sin embargo, aquí la trampa vuelve a estar en la relativización de qué es el bien común o qué parámetros lo definen. De esta manera, bien común sería salvar al planeta del apocalipsis climático que los peores agoreros anuncian. Es decir, la sostenibilidad sería en este caso una obligación en aras de perseguir el bien común. Se da por sentado que el cambio climático es algo verídico y vuelve a lanzar el mensaje de cambiar hábitos a la sociedad occidental en vez de centrar el foco en aquellas potencias que contaminan más.
Además, señala que los problemas de salud mental han aumentado durante el período del confinamiento. Adicionalmente, en el ámbito familiar se han sucedido episodios de violencia o tensión que han podido desembocar en males mayores. Aquí, Schwab reconoce un hecho objetivo y por el cual no hay motivo por el cual contradecirle: la salud mental está cada vez más deteriorada. Estar tanto tiempo encerrado ha perjudicado a miles de niños y de adultos, generando en ellos desde cuadros depresivos hasta ansiedad, dañando seriamente la salud mental. A ello habría que sumar también un empeoramiento de las perspectivas económica, lo cual puede acrecentar estos problemas aquí señalados.
Igualmente considera que durante la época del confinamiento las prioridades de los seres humanos han sufrido cambios. Una de las virtudes que habría traído el confinamiento sería el impulsar la creatividad de las personas, abriéndose un campo completamente nuevo para ellas especialmente en los campos digitales y biotecnológicos. Más allá de la consecuencia empresarial también considera que el encierro ha contribuido a la creatividad y a la producción de buenas obras.
Otro punto que cambiaría sería las actividades de consumo, que reflejarían la creciente preocupación que hay por la acrecentada desigualdad ya que ésta estaría empezando a erosionar los contratos sociales, es decir, las constituciones y sistemas legales que permiten la vida en sociedad. Otra prioridad que habría ganado valor tras el confinamiento sería que se revaloriza la naturaleza y cómo esta puede ser magnífica para paliar males actuales, lanzando un mensaje un tanto hippie. Estar alejados de la naturaleza en toda su riqueza y variedad afecta negativamente a nuestro cuerpo, a nuestra vida emocional y a nuestra salud mental.
El plano individual al que se refiere el fundador del Foro de Davos para cerrar su libro quiere ir de la mano de aquellas ideas que ya ha soltado previamente en las otras dos secciones del libro. Al final lo que aspira es la consecución de un mundo feliz en el cual el ser humano esté muy cerca naturaleza. Para esto tiene que conservarla y tendrá que luchar contra el cambio climático y todas aquellas decisiones económicas que estén acelerándolo. Con esta reordenación de principios tal vez podamos sufrir, tal vez veamos que nos empobrecemos, tal vez no tengamos nada; pero nos promete que seremos felices.