En marzo, como ya les adelanté, toca ración doble de Haleakaloha. Dos tazas de caldo con mucha sustancia, porque este mes hay material de sobra para nuestra revisa de prensa con aspiraciones de intemporalidad.

Alfonso Paredes, que se asoma de vez en cuando a esta sección por derecho propio, visita esta vez la isla en condición de criticado. Ha escrito un libro juvenil titulado Centinelas. No puedo recomendarlo porque todavía no ha pasado por mis manos, pero a juzgar por el autor, el título y el planteamiento, y por la crítica que le hace Esperanza Ruiz —«una oda a la comunidad, a la escucha paciente, a la belleza de la imperfección de una bicicleta chirriante o de la vejez»—, me jugaría la nómina a que me va a gustar mucho. Por cierto, la imagen de la bici es tan buena que la robo –lo siento, Esperanza- para el título de esta entrega.

En Aceprensa, el noble hidalgo Enrique García-Máiquez juega con el binomio conversador-conservador. Nos da un consejo insuperable: «Empezar por conversar con los demás es una estupenda ayuda para alcanzar esa cúspide de divertida polémica interior». De eso, de conversaciones, trata en buena medida Haleakaloha.

Candela, sencillamente, se titula lo último de Iván Vélez en Ideas, el suplemento cultural de La Gaceta. No habla de una mujer, sino de un bar. Uno de flamenco, en concreto. «En aquel tiempo», recuerda con ecos evangélicos, «bajar a la cueva del Candela, siempre bajo la autorización de Miguel, era un raro privilegio, un viaje iniciático, una suerte de antimito de la caverna, pues bajo aquellas bóvedas aparecía la verdad, el cante por derecho, la falseta adecuada, el silencio oportuno».

Dimas Garay —uno de los descubrimientos de La Iberia, gran cantera de jóvenes promesas— ha encontrado su estilo característico: sencillo, casi transparente, basado en la experiencia propia. Capaz de exprimir ideas jugosas a partir de anécdotas cotidianas. Estos días nos habla sobre envejecer con dignidad. «En nuestra época no contábamos batallitas», dice su padre.

Cerramos en serio, con Carlos Marín-Blázquez y con George Steiner, desde El Debate. «Me acuerdo de que fue en Salamanca, al entrar en una pequeña librería de barrio, donde, curioseando entre los ejemplares expuestos allí, descubrí un libro que por algún motivo llamó mi atención. Se titulaba Presencias reales», nos cuenta el autor. Un libro cuyas tesis «constituyen una enmienda a la totalidad de las teorías posformalistas y deconstructivistas». Como de costumbre, leer a Marín-Blázquez nos zambulle en una experiencia intelectual densa, pero nada indigesta.

Nos leemos en abril con un nuevo cargamento de artículos desde las costas de Haleakaloha.