Loquillo a la carga

No es fácil empezar a leer poesía. Loquillo allana el camino. Lo hizo en su momento con poemas de Luis Alberto de Cuenca y ahora con Martínez Mesanza

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Hace años, un cantante decía en una entrevista que las productoras les piden estribillos pegadizos de diez a quince segundos para TikTok. Mis alumnos adolescentes ya no ven películas. No pueden. Se han acostumbrado a vídeos de veinte segundos diseñados para captar su atención. Una peli de dos horas les parece una maratón. Una canción de cinco minutos se vuelve eterna. Yo, que padezco síntomas de todas las enfermedades de mi tiempo, tampoco soy inmune a la búsqueda de estímulos inmediatos. Me cuesta mirar un cuadro más de tres minutos. No consigo leer algún clásico largo y tedioso. En invierno fui a un concierto de música clásica y aquello me pareció lento y aburrido.

En fin, si a veces cuesta terminar una canción larga no hay nada que hacer con un álbum entero. El año pasado descubrí Viaje a Roma, un disco de Galerna. Cada canción forma parte de una historia que se completa según escuchas. Pero ya escribí sobre aquel disco que me fascinó. Hace poco volví a escuchar un disco entero. Se trata de Europa, el último disco de Loquillo. Las nueve canciones que lo componen son poemas de Julio Martínez Mesanza. No es fácil empezar a leer poesía. Loquillo allana el camino. Ya lo hizo en su momento con poemas de Luis Alberto de Cuenca y antes con otros genios de la literatura como Borges o Neruda. Igual da un poco de pereza abrir un poemario. Pero cualquiera escucha una canción de dos minutos.

Las canciones no cuentan historias. Pero hay una unidad narrativa en los poemas. Alonso Pinto desentrañó el disco en un artículo para esta casa. Por su parte, García-Máiquez también escribió sobre los destellos de una juventud sedienta de sentido, de valentía y de nobleza. Pero nobleza de espíritu: «Que un rockero casi inmortal, como Loquillo, haya dedicado un disco a la poesía de un poeta a la contra como Julio Martínez Mesanza es un hito. El disco incluye una canción sobre el poema titulado «Ceremonia» que insta a «rezar solemnemente y sin angustia / dando a las formas su valor supremo».

Yo tengo poco que aportar. Me entusiasma que Loquillo saque un disco sin ningún complejo. Todos los poemas hablan de guerra, de caballeros y de amor. Amor romántico, a los amigos y a Dios.

Me han gustado, sobre todo tres canciones. Después de Haittin, en la que un caballero medita triste después de ser derrotado. La batalla de los Cuernos de Haittin significó la pérdida de Jerusalén. Durante las últimas semanas, he cabalgado hacia la batalla haciendo bici estática y he repartido mandobles con el cepillo mientras metía el lavavajillas. Todo gracias a la épica que desprende esta canción.

Con De Amicitia he dado gracias por mis amigos. Esos que convierten sus oídos en tumbas donde albergar mis secretos. Los que celebran primero mi victoria. Aquellos cuyos rivales ya son rivales míos. Otro subidón.

También me ha emocionado San Luis. Una canción que nos recuerda que «Hay espadas que empuña el entusiasmo y jinetes de luz en la ora oscura». Esta canción es un himno. Un himno que nos recuerda que no luchamos solo para vencer. Luchamos porque tiene sentido. Y que la victoria humana no es la más importante. Porque es Dios quien otorga la victoria final. Creer esto es, al fin y al cabo, la esperanza.

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