Noviembre —pongámonos dickensianos— ha sido el mejor y el peor de los tiempos. El mes del fango y de la incompetencia, pero también el mes en que hemos visto a miles de voluntarios meterse en el barro hasta la cadera, sirviendo a sus compatriotas con altruismo y entrega, llegando los primeros a lugares a los que otros deberían haber llegado antes. Sería sencillo hacer una selección compuesta exclusivamente de artículos relativos a la gota fría de Valencia, que sucedió justo al pasar la hoja del calendario de octubre, pero he optado por lo contrario: una miscelánea de asuntos que superan lo inmediato y que nos ayudan a razonar, a veces por caminos improbables, sobre la tragedia y la reconstrucción. Esa es la filosofía de Haleakaloha.
Empecemos, eso sí, por el tema del mes. Pocas columnas más emocionantes que Barro, de Esperanza Ruiz, en La Gaceta. Viaja de lo personal a lo general y brilla por igual en los dos registros. «Tras décadas en las que se ha intentado socavar por todos los medios aquello que nos unía y arraigaba, se olvidaron de los rescoldos. La tierra, las raíces, la familia y la patria crean vínculos que se inscriben en lugares del alma inaccesibles, de momento, a sus garras».
En la revista chilena Suroeste —todo un descubrimiento, por cierto—, Carlos Marín-Blázquez nos ayuda a Entender nuestro tiempo. El breve texto está lleno de ideas sugestivas, espigadas de su libro Una escala humana. «Si hay algo de lo que podemos tener evidencias muy fiables en este instante de la historia», nos dice, «es de que esa escala ha sido sobrepasada en razón de fenómenos que tienen que ver con el desarrollo de la técnica, la hipertrofia del Estado, la mercantilización de la vida humana, la politización ideológica de todas y cada una de las esferas de la experiencia, la hiperaceleración de los modos de vida o el socavamiento de las tradiciones». Temas nada ajenos, por cierto, a las circunstancias de la reciente riada.
Hay un apego imprescindible en tiempos duros: la amistad. Hace ya unos cuantos que leí En lugar seguro, una novela de Wallace Stegner editada por Libros del Asteroide. Enrique García-Máiquez, en El Debate, ha logrado despertarme unas ganas intensas de releerla.
Si se cruzaron el 11 de noviembre con Ricardo Ruiz de la Serna verían una flor en su solapa. Una con tonos entre azules y violetas. En esta casa, La Iberia, nos explica su origen y significado histórico. «Es una flor que simboliza un renacimiento, una esperanza y un regreso».
Cerremos con música, que amansa a las fieras. En La Gaceta, el maestro Hughes, con humor y finura, se pregunta por qué ya no suena el saxofón en nuestra banda sonora cotidiana. «El saxo fue parte de la cultura popular de los 80, aportaba algo elegante, aterciopelado, suntuoso y, sobre todo, unas elevadas posibilidades de romanticismo… Pero acabó. Desapareció. No podía durar mucho. Y ni en lo que Trump tiene de revival lo hemos visto aparecer».
Hasta aquí el repaso a lo mejor de la prensa digital. Lean con calma: son textos que no caducan. Nos vemos en un mes en Haleakaloha.