De Haleakaloha a Innisfree

La última entrega de Haleakaloha desde el trópico en una buena temporada, antes de regresar a Iberia

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Esta entrega de Haleakaloha es la última que escribo desde el trópico en una buena temporada. Me traslado de Panamá a Madrid —de vuelta a Iberia—, pero la sección no se perderá en el camino. Mis columnistas favoritos, que saben que el mes de la mudanza siempre es arduo, me han puesto las cosas fáciles con una magnífica cosecha de artículos: no me ha hecho falta buscar mucho para encontrar una selección de primera clase.

Javier Bilbao nos está sirviendo una serie de textos brillantes y eruditos sobre Irlanda en Ideas, suplemento cultural de La Gaceta. Las dos entregas dedicadas al nacionalismo en la isla (primera y segunda), llenas de referencias a la literatura y el cine, son una gozada. Especialmente interesantes lo párrafos que dedica a la relación entre Irlanda y España, tan estrecha como poco abordada.

A Irlanda, precisamente, nos lleva Enrique García-Máiquez desde La Gaceta. A Innisfree, en concreto, que es la Haleakaloha irlandesa, dos rincones lejanos dibujados por John Ford en los que se bebe, se pelea y se ama a lo grande. Su columna sobre El hombre tranquilo nos descubre nuevos ángulos, incluso a los que la hemos visto muchas veces. «Es una película sobre el matrimonio, pero —paralelamente— lo es de la amistad. Todo en ella se va encarnando, católicamente. El esplendor de una buena pelea —cimiento del derecho, muro de carga de la amistad, ventanal al orgullo— también homérico e impetuoso, a sabiendas».

Saltamos a la isla de al lado con Iñako Rozas, sin salirnos de esta cabecera, LA IBERIA. Vayamos al bosque de Sherwood con Robin Hood y sus hombres, los Merry Men, en la versión setentera de Disney. Su banda sonora «es una melodía de las que se cuelan por rendijas de la infancia y ahí se quedan, como motas de polvo que flotan luminosas en una habitación. Un silbido limpio, juguetón, que poco a poco se va enredando en una flauta invisible. Whistle Stop se llama el tema, y es que es exactamente eso: un silbido que nos detiene en sitios donde aún podemos respirar, tomar aliento».

También habla este mes de cine Salvador Otamendi. De cine bélico del bueno, y del largo. Aquí, en LA IBERIA, nos recomienda Gettysburg (1993), «una impresionante película netamente militar centrada en la estrategia antes y durante del enfrentamiento que libraron más de 150.000 hombres». A mí me han entrado ganas de volver a verla.

Abelardo Linares del Castillo Valero recuerda en El Debate al recientemente fallecido Léon Krier, arquitecto y urbanista, humanista de los de siempre, defensor de la belleza y la imaginación. Me quedo con los párrafos en los que pone a dialogar a este arquitecto real con uno de ficción, Howard Roark, protagonista de El manantial. Paradójicamente, dice, muchos de los argumentos de la novela pueden ser hoy aplicados a la contra: «Una arquitectura que repite formas por mera moda sin comprender su origen, que se ha vuelto presa de la monumentalidad ignorando la escala humana, que impone las mismas soluciones sin importar el clima…».

Abrimos con una isla y cerramos con otra, la de Stevenson, la del tesoro. En el blog Que por mí no quede, Juan Ramón Trotter le da otra vuelta de tuerca a este clásico de aventuras. «El asunto fundamental […] no es la búsqueda del tesoro, sino el conflicto moral entre dos formas antagónicas de entender la vida: por un lado, la de los piratas, y, por otro, la de los caballeros».

Hasta aquí la selección de julio. Haleakaloha no cierra en agosto, así que nos leemos dentro en un mes con los mejores recortes de la prensa digital. Que veraneen bien.

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