Barcelona, la ciudad que fue española: cuatro de cada cinco menores de 16 años nacieron en el extranjero

Los foráneos censados en la ciudad han aumentado un 1.500% desde finales del siglo XX y ya cometen el 84% de los delitos graves

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Barcelona, que era presentada hace apenas una generación como «símbolo del equilibrio entre cosmopolitismo y arraigo local» es hoy un mosaico multicultural donde casi la mitad de los jóvenes adultos nació fuera de España. El propio ayuntamiento, a través de su servicio estadístico, reconoce que la ciudad ya está profunda e irreversiblemente transformada por la inmigración llegada de manera masiva y descontrolada durante las dos últimas décadas.

En Barcelona, un 49,6% de los vecinos entre 25 y 34 años son de origen extranjero, más de la mitad de las mujeres en esa franja de edad (52,3%) han nacido fuera de España. En el grupo de 35 a 44 años, los porcentajes son casi idénticos: un 48,8% de residentes foráneos, lo que supone un salto de 18 puntos desde 2017. En conjunto, un 28,9% de los habitantes de la capital catalana procede de otros países, doce puntos más que hace ocho años.

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En una generación apenas habrá españoles

Los extranjeros censados se han multiplicado por dieciséis desde finales del siglo XX. Entre los barceloneses de 25 a 39 años, menos de un tercio se declara nacido en la ciudad, lo que evidencia la magnitud de la revolución multicultural impuesta en la ciudad en apenas una generación. El origen de los nuevos residentes es cada vez más diverso. Argentina encabeza la lista de países emisores (7,2%), seguida de Colombia (6,5%), Venezuela (6,2%), Francia (5,2%), Perú (5,2%) e Italia (5%). En total, más de la mitad de quienes se han empadronado en los últimos años llegaron desde el extranjero (50,8%), frente al 34% que lo hacía en 2017.

Casi el 60% de los vecinos de entre 25 y 34 años no hace ni una década que vive en Barcelona, una proporción que ha aumentado diez puntos desde 2017. Por entonces, un 48,1% de los jóvenes adultos sumaba menos de diez años de residencia. La tendencia se repite en el grupo de 35 a 44 años, donde los residentes con corta estancia han pasado de un 28% al 42,3%. En paralelo, la proporción de quienes han vivido siempre en la capital ha caído del 55,8% en 2017 al 45,5%. Los recién llegados, aquellos que llevan menos de dos años, ya suponen un 7,6% de la población y alcanzan un 13% en el distrito de Ciutat Vella.

El cambio es más acusado entre los menores y los adultos jóvenes. En apenas ocho años, el porcentaje de menores de 16 años nacidos en el extranjero ha subido del 60% al 77,4%. Entre los jóvenes de 16 a 24 años, el salto ha sido del 45,9 % al 62,5 %. La tendencia se consolida así en los tramos de edad que definirán la Barcelona del futuro.

A diferencia de lo que ocurre con los mayores de 45 años, los veinteañeros y treintañeros que apenas llevan unos años en la ciudad superan ya a los autóctonos y a los vecinos de larga residencia, un punto de inflexión demográfico que el ayuntamiento califica como «una transformación estructural de la base social».

Distribución por distrito y por hogar

La movilidad no es uniforme. Si en 2017 ocho de los diez distritos de Barcelona contaban con más del 80% de sus vecinos asentados desde hacía al menos una década, hoy sólo Sant Andreu conserva esa proporción. Ciutat Vella sigue siendo el barrio más cambiante: un 41,1% de sus habitantes lleva menos de diez años en la ciudad, frente al 35,7% de 2017.

El fenómeno se ha extendido a zonas tradicionalmente estables. En el Eixample, los recién llegados han pasado de un 20,9% al 30,5%, y en Gràcia, de un 17,7% al 30,3 %. El cambio más notable se da en Sarrià-Sant Gervasi, donde los residentes con menos de una década en Barcelona se han duplicado, de un 11,9% al 25 %. En el otro extremo, Nou Barris (20,5%), Horta-Guinardó (20,3%) y Sant Andreu (16,4%) se mantienen como los distritos con mayor permanencia, aunque también presentan aumentos de entre cinco y nueve puntos.

Las viviendas ocupadas exclusivamente por personas extranjeras se han duplicado en menos de una década: del 7,3% en 2017 al 14,9% actual. En paralelo, son cada vez más los habitantes de Barcelona que viven solos: en Ciutat Vella, el 40,5 % de los hogares están habitados por una única persona; en Les Corts, son el 32,6 %.

Consecuencia directa: inseguridad

Los informes policiales y estadísticos más recientes sitúan además la cuestión de la inseguridad relacionada con la inmigración como uno de los ejes de tensión en la ciudad. Según datos de la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra, el 84% de los detenidos por delitos graves en Barcelona son personas de nacionalidad extranjera.

En 2024, de los 21.808 detenidos en la ciudad, 17.158 fueron extranjeros, lo que representa aproximadamente el 79% del total. En el caso de los hurtos, el porcentaje llega al 91%; en los robos con violencia al 83,5%; en el tráfico de drogas al 74%. Aun creciendo cada día la presencia de extranjeros, su presencia en las actas policiales es proporcionalmente superior a su peso en el censo.

Identidad disuelta

Ningún distrito de Barcelona supera ya el 60% de población nacida en la ciudad. Sant Andreu, con el 59,2%, lidera esa categoría. Ciutat Vella, en cambio, representa el extremo opuesto: el 55% de sus vecinos nació fuera de España, veinte puntos más que en 2017. En el Eixample, la proporción de extranjeros ha subido de un 20,2% al 30,4%; en Sants-Montjuïc, de un 19,3% al 31,3%; y en Gracia, de un 13,9% al 29,5%. Todo en apenas unos años.

El cambio es irreversible. En apenas una década, Barcelona ha pasado de ser una ciudad española, mediterránea, con una identidad definida a un epicentro globalista. Un laboratorio donde la sustitución demográfica y cultural avanza con rapidez. En sus calles se mezclan lenguas —no precisamente el español y el catalán—, usos y costumbres sin que los vecinos locales hayan pedido un proceso de invasión impuesto a miles de kilómetros.

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