El almirante jefe de Estado Mayor de la Armada, Antonio Piñeiro, rechazaba en el Foro de la Nueva Defensa y el Espacio de 19 de agosto que los buques militares vayan a combatir la inmigración ilegal, añadiendo que, si se encuentran un cayuco en el mar, su misión es salvar las vidas de los tripulantes. Es cierto que la legislación marítima, incluyendo la Ley 60/1962, obliga a todo capitán a prestar auxilio a personas o embarcaciones en peligro en el mar, pero el más alto responsable de la Armada española debería decir en la misma intervención que las Fuerzas Armadas tienen el deber, establecido por la Constitución, garantizar la soberanía de España y su integridad territorial.
En la práctica, la Armada parece ser que está para otra cosa. Por ejemplo, para proteger la actividad de la flotilla de Gaza. Esta misión que encargó al buque Furor, un buque armado con un cañón y dos ametralladoras. La flotilla con la BarbyGaza, Colau y otras patriotas, al frente de ese conjunto de barcos que fueron a Gaza con las bodegas vacías de ayuda humanitaria, la comitiva marítima que hizo todas las paradas que hacen los cruceros y que llevaba en la tripulación dos condenados por pertenecer a ETA. No contentos con la humillación de ser buque escolta de expedición marina izquierdista, los dos abertzales se negaron a volver a España en la embarcación militar y el gobierno les puso un avión para que no se vieran sometidos a tamaña humillación. Ya se humillaba el Estado y hacía humillarse, de paso, al Ejército.
No debería de extrañarnos demasiado las palabras del almirante a tenor de la descripción de los valores de la Armada que hace su web. Actuar siempre con honestidad, sinceridad y rectitud; la disciplina ha de ser practicada y exigida como norma de actuación. Así se describen los valores, virtudes muy apreciables pero comunes a cualquier profesión, expresadas frases que parecen sacadas de un team-buiding de multinacional de fin de semana en El Escorial. Ni una mención al sacrificio, nada queda ya del lema Todo por la Patria, ni rastro de los valores pretéritos y tradicionales que hacían que un joven se alistara en la Armada llevado por el noble impulso de defender a su patria, en los mares, hasta las últimas consecuencias, incluso si fueran estas dar la vida. Por esto, ser militar o marino era una vocación, porque la llamada a ser militar sea «una inspiración con la que Dios llama a un estado», porque ser militar tenía también algo de religioso. «Qué bien lo vio Calderón De la Barca cuando habló de la milicia como una religión de hombres honrados». La propia web de la Armada habla de profesión militar, llegando a decir que «nuestra profesión es distinta a todas las demás». Es verdad, como la de cartero o farmacéutico. Pero lo que antes hacía a la milicia ser distinta a las demás era su cualidad de vocación. Que el militar no entrega solo unas cualidades profesionales como un cartero o un farmacéutico, entrega su vida y por eso un soldado se muere soldado.
Aunque ser marino fuera simplemente una profesión, ya habría motivos para conmemorar el centenario Desembarco de Alhucemas. La operación militar llevada a cabo por el Ejército y la Armada españolas en septiembre de 1925, junto con un contingente aliado francés, puso fin a la Guerra del Rif. La hazaña, constituye el primer desembarco anfibio de la historia en la que se combinó el uso de barcos, carros de combate y apoyo aéreo, fue el ejemplo de inspiración de los desembarcos aliados en la Segunda Guerra Mundial y el ejemplo principal para el de Normandía. A pesar de todo lo anterior no habrá celebración porque el gobierno aduce que podría herir sensibilidades con Marruecos. Parece ser que esas especiales relaciones de vecindad a las que se refería el Capitán General de los Ejércitos en su discurso de la ONU imponen un silencio especial y una sumisión especialísima al comendador de los creyentes. Los marroquís, sin embargo, si van a celebrar los 50 años de la Marcha Verde, faltaría mas con marchas simbólicas a El Aaiún. A este respecto hay que decir que se ha mantenido la coherencia dinástica. Mientras don Juan Carlos se dirigía a las tropas con aquel encendido discurso que traicionaría en cuanto puso el pie en el avión. «España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres» y «No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí, con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo». Su sucesor, ha prometido no poner la aspiradora para no perturbar el descanso del vecino, mientras este monta una fiesta.
El Ejército y Franco
Igual el problema puede estar en que en el desembarco de Alhucemas tuvo un papel protagonista el General Franco. El escritor Juan Vázquez, gran estudioso del tema, afirmaba en El Debate que «Franco fue el mando mas destacado del desembarco del Alhucemas». Para la izquierda española y parte de la derechita española Franco es la única persona que ha pisado la tierra sin mérito ninguno, civil ni militar. Ni siquiera que les ganara una guerra ha servido para que le reconociesen, al menos virtudes militares. Y a la piñata se han unido también militares con Carlos Blanco Escolá que habla de la incompetencia militar de Franco. Nada puede arruinar el año Francobeo de los 50 años de la muerte del general. Y los militares españoles, muchos de los cuales se formaron en las academias de Franco, juraron las ordenanzas de Franco, tuvieron padres y tíos en la Guerra a las órdenes de Franco… no dicen nada.
Un militar si dijo algo siendo diputado por Vox en el Congreso. El centenario de la Legión celebrado en 2020 ignoraba el papel de uno de sus fundadores, el General Franco y esa cobarde omisión. Merecía las siguientes palabras del General Rosety: «Francisco Franco fue uno de los fundadores de la Legión y protagonista de algunas de sus acciones militares más heroicas». El Ingeniero y tertuliano ocasional resumía en un artículo de 2020 la afrenta de la omisión: «Hoy se ha celebrado un acto castrense muy solemne, presidido por el Rey, en el que se ha homenajeado a todos los legionarios, menos a uno. Seguro que han desfilado a la perfección, que todos se han emocionado con los himnos y las salvas, que los intervinientes han pronunciado brillantes arengas, pero nadie ha tenido las agallas (por no decir otra palabra más fuerte) de recordar delante del Rey, de la ministra de Defensa o del sursum corda al más importante legionario de toda su historia, aunque eso le cueste la carrera. Estoy seguro de que, entre la oficialidad actual de la Legión, de tenientes a coroneles (y conscientemente excluyo al general), y no digamos entre todos los legionarios que ya no están en activo, hay muchos —si no todos— que comparten lo que escribo y se avergüenzan de lo que se está haciendo».
Los desprecios con estrellas en la bocamanga a quien los militares tanto le deben, alcanzaron un nivel superior con ocasión de la exhumación de los restos del General del Valle de Los Caídos. En los próximos días van a hacer seis años desde aquel día negro para España, el 24 de octubre de 2019. Pilotos militares al mando de un Cougar del Ejército español, trasladaba los restos del General desde el Valle al cementerio de Mingorrubio. Resume los hechos Pelayo Barro en Ok Diario: «Los militares del helicóptero evitan cruzarse con el féretro de Franco para no verse obligados a saludarlo. Había un motivo para el escondite. Continúa Barro: «Francisco Franco fue un general condecorado por su desempeño en combate, y como tal, su féretro debería ser saludado militarmente. Eso es, al menos, lo que dice la tradición y las normas castrenses. Incluso si el féretro no fuera de un militar, la norma dicta que debería saludarse con la mano en la frente y el codo flexionado. El típico saludo militar». Cumplían órdenes, supongo, de retirar el saludo a un jefe del Estado, de un militar justamente laureado, al director de la Academia de Zaragoza donde esos militares habrán estudiado. Cabe preguntarse si el sentido del honor no dictaría otra cosa.
Lealtad
La lealtad es uno de esos valores de los que habla la web de la Armada. Pero cuando esa lealtad se dirige a desleales a España y olvida a los que se sacrificaron por ella, cualquier afrenta es posible. Se puede colgar de los balcones de las dependencias militares letreros con llamadas a la Agenda 2030, se puede invocar el pacifismo desde los cuarteles o repudiar la historia de los héroes. Quedará la admiración de lo que fue el glorioso Ejército Español. La identificación con los Legionarios de Ceuta o los Regulares de Melilla. Mi padre, coronel de Infantería, fue uno de ellos. A él le dedico este artículo que pretende ser modestamente una arenga a sus compañeros a que mantengan las verdaderas lealtades, los valores tradicionales y el sentido del Honor que sus mandos, algunos políticos y algunos no, diluyen en la muy deseable, sin embargo, virtud de la profesionalidad. Valor apreciable pero incompleta para un soldado que ha de empeñar su vida entera en la milicia si lo que le ha llevado a su puesto es su vocación militar y el amor a la Patria. Valga la redundancia.