En el actual páramo de Hollywood, donde sobreabundan los reboots, remakes y segundas partes de historias, es especialmente bienvenido un guion original, fresco y cumplidor. Weapons (2025) cumple con los pilares básicos del cine de suspense: capta la atención desde el primer minuto de la narrativa, la mantiene constante de forma equilibrada y ofrece un desenlace satisfactorio sin haber dado pie en ningún momento a la aparición del aburrimiento en el espectador. La clásica historia de los extraños sucesos del pequeño pueblecito norteamericano es una montaña rusa de emociones. El director-guionista sabe cómo mantenerte agarrado a la butaca: bien porque quieres saber qué va a suceder después de la última escena o bien porque acabas de ser testigo de una visión terrorífica. A pesar de que la película pudiera enmarcarse en el género de terror, esta historia no se regodea en los sustos ni tampoco peca de sanguinolenta ni desagradable. Es comedida a la hora de provocar sobresaltos. Incluso alguien como yo, no especialmente amigo de este tipo de historias, la ha disfrutado como un niño. Aunque no es para niños, claramente.
Es, simple y llanamente, un largometraje fiel a las características propias del cine de entretenimiento: busca ofrecer un rato de esparcimiento en una tórrida tarde de agosto viendo una historia curiosa y disfrutona. Por momentos he sentido que al salir de la sala me encontraría en los años 80: la estética de la película recuerda mucho a clásicos del género y ejemplos del cine palomitero veraniego de esa magnífica década como Alien(1979) o El resplandor (1980). O regresos puntuales a una época que marcó tendencia como quedó demostrado con el éxito de Stranger Things (2016). Con el paso de las escenas uno identifica claramente referentes a este tiempo: no se les escapan detalles como que el uso del teléfono móvil por parte de los personajes es testimonial o no pocos de ellos lucen un robusto bigote estilo Mercury.
Asimismo, técnicamente el director apuesta por una narración desde la perspectiva de varios protagonistas en distintos momentos de la acción como afluentes que desembocan en un mismo río. Algo sugerente y clave para mantener la mirada del espectador constantemente en la pantalla adecuada. Sin ser una película por episodios, este método ayuda a construir unos personajes lo suficientemente definidos para comprender sus sentimientos y razones. Igualmente, sin ser una película que aspire a ofrecer una moraleja, también destaca por destacar la importancia de la familia, el amor de los padres a sus hijos, la denuncia social contra el fenómeno del acoso escolar o la búsqueda de un chivo expiatorio por parte de la sociedad ante la falta de un culpable.
La tensión que se respira en las más de dos horas de metraje me ha retrotraído por momentos al suspense de clásicos de Hitchcock como Psicosis (1960), Los pájaros (1963) o una ristra de películas del género de la edad dorada del cine, películas que uno querrá volver a ver tras saciar su sed con Weapons. Precisamente eso es lo que más se agradece de esta película: su novedad. Como decía al principio, se agradece este oasis refrescante ante la galopante crisis de creatividad y de apuesta arriesgada por proyectos cinematográficos entre las productoras, más preocupadas por la rentabilidad económica (legítima inquietud, pero no lo suficiente para el séptimo arte) que por la oferta de nuevas historias imaginativas.
De hecho, cuando en la cola para hacernos con unas palomitas, me llevé un chasco al ver las pantallas que mostraban las próximas sesiones: sólo había refritos. Excepto Weapons, ninguna película era estrictamente original. Reconozco que muchos dirán que la originalidad total no existe, algo con lo que estoy de acuerdo. Ya lo decía Eugenio d’Ors: todo lo que no es tradición es plagio. Precisamente esta película bebe de referentes del género sin llegar a hacer un copia y pega. Hay planos fácilmente identificables para los más cinéfilos. Lo clásico se renueva constantemente gracias a obras de arte como esta. Mi entusiasmo se debe, especialmente, a esa «novedad tradicional» en Weapons: una historia inédita que se ha repetido, contada de distinta manera, desde que nació el cine a finales del siglo XIX. Ojalá los espectadores respondan positivamente a esta película, los productores tomen nota de ello y asuman más riesgos por esta clase de proyectos.