Seamus Heaney

En Irlanda se canta a la vida, a las victorias y, sobre todo, a las derrotas. Porque lo normal ha sido perder: frente al vikingo, frente al inglés, frente al hambre, frente al relativismo. Antes de la imposición de esa forma de vida contraria a todas las acepciones de cultura —homogeneizadora y antinatural— que llamamos globalismo, la estirpe de San Patricio vivía el presente con la certeza de que pronto habría de tornar en recuerdo.

De los irlandeses que celebran el verde y el sol y las hadas y los días negros del pasado, precisamente porque en ellos se hicieron nación, el último gigante fue Seamus Heaney, el más grande desde William Butler Yeats. Ampliamente reconocido por su obra, a su muerte en 2013 era el poeta vivo más popular en lengua inglesa.

Heaney nació el 13 de abril de 1939 en una familia católica del condado de Derry, cuando Irlanda todavía se parecía más a la de mediados del siglo XIX que a la Inglaterra del XX. En aquella tierra de frontera artificial primero vivió en Mossbawn hasta que sus padres se trasladaron a Bellaghy. Ser un católico del norte provocó que los enfrentamientos entre nacionalistas y unionistas, entre católicos y protestantes, tuvieran un espacio determinante en su obra, de manera especial en los poemarios Wintering Out (1973) y North (1975).

Durante su vida, los versos de Heaney llegaron más allá de Derry, tanto que le reportaron premios y honores por todo el mundo. Sobre todos, el Nobel de Literatura en 1995 «por una obra literaria de una belleza lírica y una profundidad ética que exalta los milagros diarios y el pasado viviente». Fue el cuarto irlandés en recibirlo, después de Yeats (1923), Shaw (1925) y Beckett (1969). Al unir su nombre a los de sus tres compatriotas declaró: «Es como ser una pequeña colina al pie de una cordillera». Tras el reconocimiento de la Academia Sueca llegaron el Golden Wreath of Poetry (2001), el T.S. Eliot Prize (2006), dos Whitbreads (1996 y 1999) o el nombramiento como Commandeur de l’Ordre des Arts et Letres (1996).

Como Yeats, Heaney supo ver, quiso ver o simplemente vio lo extraordinario en lo cotidiano, el eco del pasado en el presente y la marca de lo mítico en ambos. Su poesía amplió la visión de Irlanda —norte y sur— imperante fuera de la isla: su geografía, su historia, su fe, su trabajo, sus sonidos, sus eufemismos, sus crisis, sus bombas, su clima, sus crepúsculos.

Antes y después del Nobel, Heaney fue profesor. Primero en la Queen’s University de Belfast, donde se graduó en Inglés y Literatura. Más tarde, enseñó en los Estados Unidos, de oeste (Berkeley) a este (Harvard). A su regreso de las Américas, logró la plaza de catedrático de poesía en Oxford. De ahí, por fin, a Dublín, donde fijó su residencia y se hizo la personalidad más importante de la vida cultural de la capital irlandesa, entonces floreciente antes del euro y la invasión.

Más acá de la violencia, tan habitual durante casi toda su vida en esos seis condados de Úlster, el campo de la niñez del autor es un elemento central de su poesía. Sus primeros libros, Death of a Naturalist (1966) y Door into the Dark (1969), son radicalmente inseparables de aquel dónde y aquel cuándo, esenciales en toda la obra de Heaney y en la conciencia de un pueblo ahora en proceso de disolución multicultural en el nombre del PIB.