Algo ocurre con algunas melodías. Cada nota es un golpecito en el pecho que va perforando la piel hasta llegar al ánimo. Como si la batuta del director de orquesta se dirigiera directamente a tu corazón. No traza ondas en el aire, descarga latidos, acompasa el pulso. Tu corazón late de pronto con una firmeza distinta. No por ser una melodía alegre, sino por ser preciosamente triste.

A ciertas horas del día, sobre todo poco antes de amanecer y al caer la tarde, pasear por la calle escuchando una bella música clásica de eco melancólico y observar a la gente es una de las formas más intensas en que he sentido a los demás, a los desconocidos. Supongo que sugestionada por el cine, cada ventana encendida por la que me cuelo con los ojos y presencio una escena cotidiana se convierte en algo conmovedor.

Un abuelo aburrido viendo la tele. Unos niños cenando. Una pareja riendo. Una pareja discutiendo. Una madre sola. Un padre solo. Una chica haciendo los deberes. Una madre, agotada, llegando del trabajo cargando el portabebés y varios bolsos. Un hombre de mediana edad, cabizbajo, paseando a su perro. Vecinos buscando aparcamiento o saliendo a por sus coches para ir a trabajar. Un grupo de jóvenes fumando en el parque. Un niño pateando el balón hacia una portería imaginaria…

Todo es tan real. Ese olor a supervivencia es tan preciosamente triste. Las cosas no le van bien a la mayoría. Hay desesperación económica, anímica y soledad. Hay, en ocasiones, malas maneras de hablar y actuar. Y aún con todo, siento una energía que me empuja a vivir y a querer formar parte de esto. Hasta las cosas rotas cobran vida y se mueven como notas en una partitura. Dice Ruano de estas cosas con alma que «la vida se ha frotado con ellas y algo de esa vida se ha quedado allí».

Pasea por tus calles escuchando a Max Richter y observa. Si ves a alguien alegre, sonríele. Di «hola» y «buenas tardes» a cualquier desconocido. Hazle un guiño al niño de la pelota. Mira a los ojos de la gente preocupada y bríndales un gesto de esperanza.

– Yo te entiendo. También estoy triste a veces.
– ¿Me ves?
– Te veo.
– ¿Por qué sonríes?
– Porque te pareces a mi canción. Una que es preciosamente triste.

P.D. Este título también lo robé.