Once días para la Gloria. Domingo de Resurrección

Notas al hilo de cada día de la Semana Mayor de los cristianos

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Siguen los judíos celebrando el Pessaj, su Pascua judía que recuerda la liberación de Egipto, con el mismo ritual que hace dos mil quinientos años. En ella, el pequeño de la casa pregunta: «¿Por qué esta noche es distinta de todas las noches?», y el cabeza de familia hace un ejercicio de memoria e identidad de cómo Dios los liberó, de cómo hizo alianza con ellos desde tiempos de Abraham, su padre, un arameo errante, hasta Moisés, el profeta de Dios para la libertad de su pueblo.

Es una hermosa forma que nos inspira a los cristianos para hacer nuestra propia memoria de la liberación, elevada y ahondada y llevada más allá de cualquier idea que el ser humano hubiera podido imaginar. La de la liberación de la muerte y el pecado, y no sólo de la esclavitud humana. Lo que, a veces sin saberlo, el ser humano esperaba. Lo que, a veces sin captarlo el ser humano, toda la creación esperaba anhelante expectante y de manera prefigurada en el mismo cosmos. En el fuego. En el agua. En el viento. En la tierra. En los seres vivientes. En los seres humanos.

Hay una dimensión de orden espiritual, místico, profundo, que es la de la liberación total de cada sufrimiento, dolor y muerte de nuestra vida, hasta la muerte última, que supone vivir sin miedo y en esperanza completa, la que nace de la prueba del Amor de Dios por la humanidad, sin dudas ningunas, pues se encarnó en su hijo y no lo prefirió a nosotros.

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