Las matemáticas son insuficientes para entender la economía

A diferencia de las ciencias naturales, en economía las causas se conocen: emanan del propio ser humano

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La mayoría de los economistas coinciden en que, mediante la estadística y las matemáticas, es posible organizar datos históricos en un cuerpo de información útil, que puede servir tanto de base para elaborar teorías como para evaluar el estado de la economía, en su mera reducción a números. También se acepta que el conocimiento obtenido de los datos es provisional, ya que no se dispone de toda la información posible y futuras evidencias empíricas podrían refutar las teorías previas.

Milton Friedman sostenía que, dado que no es posible establecer cómo funciona realmente el mundo, las hipótesis subyacentes de una teoría carecen de importancia. Lo único relevante sería que la teoría produzca predicciones precisas. Por ejemplo, un economista puede asumir que el gasto de los consumidores en bienes y servicios está determinado por la renta disponible. A partir de esa premisa, construye un modelo que valida con métodos estadísticos. Si el modelo predice correctamente la evolución del consumo, se considera útil. En caso contrario, se modifica o se sustituye añadiendo nuevas variables. Lo importante es que el gasto se correlacione bien con ciertas variables, no entender la causa última del fenómeno.

Ese enfoque implica que la visión del mundo real se construye en función de la calidad de las correlaciones entre distintos datos. Sin embargo, establecer una correlación entre el gasto del consumidor y otros factores no explica realmente su naturaleza, sólo la describe. No aporta información sustancial sobre la causa y el efecto. Por ejemplo, que exista una fuerte correlación entre el gasto y la renta disponible no implica necesariamente que esta última lo cause. Podría encontrarse una correlación igual de significativa con otra variable distinta. ¿Significaría entonces que esa nueva variable es la verdadera causa del gasto?

La necesidad de una teoría previa

Para interpretar correctamente los datos, resulta necesaria una teoría previa que no derive de los propios datos, sino que se sostenga por sí misma. Los empiristas y positivistas suelen fingir que no parten de teorías o que sus teorías se extraen exclusivamente de la experiencia, pero en realidad parten de una visión del mundo que ya es una teoría implícita.

Por el contrario, una teoría sólida debe tener una base axiomática irrefutable. Una teoría basada en la premisa de que los seres humanos actúan conscientemente y con propósito cumple con este requisito. La acción humana no puede refutarse sin caer en una contradicción performativa: quien intenta negarla está, de hecho, actuando.

Ludwig von Mises desarrolló esta aproximación, denominada praxeología. A partir del principio de que los seres humanos actúan, dedujo todo un cuerpo teórico económico. Así, concluyó que, a diferencia de las ciencias naturales —donde las causas verdaderas no nos son accesibles—, en economía las causas se conocen: emanan del propio ser humano. Como escribió Mises: «El físico no sabe qué es la electricidad. Sólo conoce fenómenos atribuidos a algo llamado electricidad. Pero el economista sabe qué impulsa el proceso de mercado. Sólo gracias a este conocimiento puede distinguir los fenómenos del mercado de otros fenómenos y describir dicho proceso».

Por qué los métodos de las ciencias naturales no son aplicables en economía

Muchos economistas creen que aplicar los métodos de las ciencias naturales (física, biología, química) a la economía supondría un avance revolucionario. Pero aunque el científico natural puede aislar variables, en realidad no conoce las leyes que rigen esas partículas: sólo puede formular hipótesis sobre las posibles leyes que explican su comportamiento.

Murray Rothbard lo expresaba así: «Las leyes sólo pueden ser hipotetizadas. Su validez se determina deduciendo lógicamente consecuencias que pueden ser verificadas empíricamente en el laboratorio. Aun si explican los hechos y son consistentes con ellos, las leyes físicas no pueden establecerse con certeza absoluta. Podría surgir otra ley más elegante o que explique un mayor número de fenómenos. Por tanto, en física, toda explicación debe poder someterse a pruebas empíricas. Y aun así, su validez solo será provisional».

En economía, en cambio, sí conocemos las causas: provienen de la acción humana. No es necesario hipotetizar sobre ellas ni verificar empíricamente algo que ya sabemos. Por ejemplo, contrariamente a lo que se suele pensar, el gasto de los individuos no está causado únicamente por su renta real. Cada persona decide cuánto destina al consumo, al ahorro o a la inversión, en función de sus propios objetivos. El aumento de ingresos no implica automáticamente un aumento del consumo: uno puede preferir invertir más.

El error de cuantificar lo no cuantificable

Una teoría derivada lógicamente también permite explicar las discrepancias entre teoría y datos. Así, la teoría económica afirma que las personas valoran más los bienes presentes que los futuros. Esto es necesariamente cierto, pues el consumo presente es imprescindible para la supervivencia. Por tanto, los tipos de interés no pueden ser negativos. Si los observamos, no es que la teoría falle, es que hay que buscar la causa del desajuste, probablemente en las políticas monetarias de los bancos centrales.

Como la causalidad es una presuposición necesaria y en economía proviene de las decisiones humanas, no es necesario confirmarla mediante métodos cuantitativos. Además, el análisis cuantitativo requiere asignar números y operar con ellos aritméticamente. Para ello, sería necesario definir una unidad objetiva y fija, algo que no existe en el terreno de las valoraciones humanas. No es posible cuantificar la mente, los juicios ni las preferencias subjetivas. Por tanto, el análisis de la conducta humana debe ser cualitativo, no cuantitativo. Si se asumiera que la conducta humana está dirigida por factores externos, sería como decir que actuamos como autómatas.

Mises lo resumía así: «En el ámbito de la economía no existen relaciones constantes, y por tanto, no es posible la medición». Y añadía: «El método matemático no sóo debe rechazarse por su esterilidad. Es un método completamente erróneo, que parte de supuestos falsos y conduce a conclusiones equivocadas. Su razonamiento no sólo es estéril: desvía la atención del estudio de los verdaderos problemas y distorsiona las relaciones entre los distintos fenómenos».

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