Ha salido el resumen del año en Spotify. Mi grupo más escuchado en 2024 es Besmaya. Una de sus canciones que más me gusta es «Las cosas normales». Aparte de que la canción mola, sonó sin parar durante un viaje que hicimos hace un tiempo varios amigos.

Durante aquel viaje hablamos una noche sobre nuestra idea de felicidad perfecta. Es una pregunta del cuestionario Proust, una serie de preguntas útiles para preparar una entrevista, superar un silencio incómodo en una cita o alegrar una sobremesa. Jaime dijo que su idea de felicidad perfecta es trabajar en algo que te apasione, contar con el apoyo de tus amigos y encontrar una chica con la que compartir tu vida. En su momento no me convenció y escribí: ¡Es demasiado típico! Que sí, ojalá yo trabaje en algo que me apasione, tenga muchos y buenos amigos y encuentre una chica que resalte las cosas bonitas del mundo y diluya las cosas feas. Pero creo que no es suficiente. Creo que la felicidad perfecta no existe. Por lo menos no se puede buscar. Un sabio decía que «solo se puede buscar la felicidad de los que tienes cerca». Es cierto: una madre con tres hijos que se pasa el día pensando si es feliz… es difícil que lo sea. No duerme bien, gasta dinero en pañales/leche/ropa, no se va de vacaciones a Nueva Zelanda…

He vuelto a la canción, al viaje y al texto que nunca publiqué. En los últimos días he hablado con dos amigos que viven lejos. Uno en Asia y otro en América. Los dos opinan que tiene su gracia irse fuera un rato, ganar más dinero y ver mundo. Pero en ningún sitio como en España. Los dos dicen los mismo: «Aquí no hay planes normales».

¿Qué es un plan normal para mí? Ir a Ayala un jueves, por ejemplo. Los jueves vamos a una Adoración en la calle Ayala y luego tomamos algo en un bar más o menos cerca. Es un plan sencillo pero resultón. Rezas, te tomas una cerveza y comentas las posibilidades para el finde que se asoma en el horizonte. Hay un grupo fijo, un porcentaje que aparece y desaparece y alguien nuevo cada semana. En Madrid abundan los planes normales. La tapadera puede ser una charla, una adoración, una excursión, unas copas… He dudado si escribir Adoración, pero creo que la raíz católica influye en que Madrid sea un sitio más alegre que otros.

Justo cuando pensaba sobre planes normales mi padre recuerda un pasaje de Chesterton que le llamó la atención:

«Los niños rebosan vitalidad. Siempre dicen “hazlo otra vez”; y el adulto vuelve a hacerlo hasta que se siente morir. Porque el adulto no es tan fuerte para regocijarse en la monotonía. Pero tal vez Dios sí lo sea. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: “hazlo otra vez”, y cada noche diga a la luna: “hazlo otra vez”. Puede que todas las margaritas sean iguales, no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecimos, y nuestro Padre es más joven que nosotros».

Es como la versión chestertoniana de la canción de Besmaya. Podría llamarse «ver a Dios en las cosas normales». Quiero pensar que, de vivir Chesterton en el Madrid de 2024, vendría a Ayala un jueves. Y repetiría la semana siguiente.