Una vez narrados los datos aportados por Caballero y Góngora, voy a enumerar una serie de datos igualmente fríos y objetivos que han sido de sobra conocidos durante décadas pero que siempre se han orillado a la hora de hablar de la muerte del poeta.
Durante años, se ha hablado en inmensidad de ocasiones sobre las amistades de Lorca con políticos y escritores de izquierdas, ocultando su amistad con destacados líderes derechistas. Es cierto que el poeta se movía en círculos sociales y culturales de tendencia izquierdista, pero no es menos cierto que García Lorca tenía grandes amigos en la derecha. Probablemente la mayoría de los que están leyendo este artículo desconozcan la gran amistad que unía a Lorca con Alfonso García-Valdecasas, uno de los fundadores de Falange. A él le dedicó Thamar y Amón, uno de los poemas del Romancero Gitano.
También tenía una buena amistad con Alfonso Ponce de León, miembro destacado de Falange. Ponce de León, pintor vanguardista, llegó a ser jefe de Propaganda y Prensa de Falange. A petición de Lorca, fue el escenógrafo y figurinista de La Barraca, la compañía teatral creada por el poeta andaluz. Ponce de León fue detenido por unos milicianos izquierdistas en la puerta de su domicilio, apareciendo su cadáver unos días después en una cuneta. Ambos amigos fueron víctimas de esa inmensa capacidad del ser humano para el horror.
José Bello, fallecido en 2008 a la edad de 104 años, coincidió con García Lorca en la residencia de estudiantes, donde ambos entablaron buena amistad. En una entrevista realizada en 2006, Bello aseguró que Lorca “era el hombre más apolítico del mundo”. Según Bello, Lorca no era “ni de derechas ni de izquierdas”, pero en caso de decantarse por alguna tendencia, el poeta lo haría por la derecha, ya que su padre era uno de los grandes terratenientes de Granada.
También hay historiadores que afirman que el poeta granadino mantenía una relación de amistad con José Antonio Primo de Rivera. Otros lo niegan tajantemente porque no existen pruebas fehacientes de esa amistad. El testimonio principal en el que se basa esta supuesta amistad es el del poeta Gabriel Celaya, de ideología comunista, que afirmó que Lorca y el fundador de Falange eran amigos y se veían todos los viernes. Lo cierto es que la gran mayoría de investigadores que han indagado en el universo Lorca han omitido toda referencia a esta posible amistad, posiblemente para no destruir el mito de poeta de izquierdas y antifascista.
En cuanto al asesinato por su condición sexual, puede que hubiese algo de eso, pero desde luego no fue la causa fundamental. La homofobia era un sentimiento relativamente frecuente en la España de la época, también entre las personas de izquierdas. Pero en caso de influir en la muerte del autor de Yerma, desde luego no fue una de las razones fundamentales.
No fueron pocos los homosexuales que vieron proliferar sus carreras durante el franquismo. Sin ir más lejos, Emilio Aladrén, quien fue compañero sentimental de Lorca y considerado su gran amor, descubrió el éxito como escultor en los primeros años del franquismo. Hasta su muerte, triunfó haciendo bustos a diversos dirigentes del régimen. Otro de los romances de Lorca fue el famoso pintor Salvador Dalí. El máximo representante del surrealismo no ocultó nunca sus simpatías por el franquismo, etapa en la que cosechó innumerables éxitos.
Rafael de León, poeta y compositor, fue otro conocido de García Lorca. Abiertamente homosexual, estuvo en la cárcel durante la guerra civil en el bando republicano por sus ideas derechistas y monárquicas. Durante toda la dictadura franquista vivió las mieles del éxito, convirtiéndose en un primer espada de la canción española y maestro de grandísimas tonadilleras y cantantes de copla.
El compromiso político de Lorca
Respecto al tan cacareado compromiso político de Lorca, él rechazaba todo lo relacionado con la política, como dejó de manifiesto en alguna entrevista. Nunca se podrá ver una reivindicación partidista en sus versos. Tampoco participó en mítines políticos ni pidió el voto para ninguna formación, como sí lo hizo el también poeta Rafael Alberti. En una entrevista llegó a afirmar: “Soy católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico; soy hombre del mundo y hermano de todos…”. Realmente eso Lorca: un poco de todos y de nadie al mismo tiempo.
Por otra parte, no tiene sentido que a un hombre al que se le atribuyen tan firmes convicciones ideológicas no tomase partido de forma decidida en unos momentos de gran tensión y polarización política como eran los meses previos a la guerra. Además, una vez estalló el conflicto bélico, nunca intentó huir de Granada hacia el bando republicano.
Con este artículo tampoco pretendo lanzar la idea en este artículo de que Lorca era hombre de derechas, pues no hay pruebas para afirmar tal cosa. Lo que sí es cierto es que su padre era un gran terrateniente y afiliado al partido liberal de Maura, por el que fue concejal en el ayuntamiento de Granada.
Fuese cual fuese la causa de su muerte, lo cierto es que Lorca fue víctima —una de muchas— de aquel tsunami que partió España en dos y que dejó tantas heridas entre compatriotas. Una tragedia que permitió que salieran a flote muchos odios larvados durante años y que muchos aprovecharon para saldar deudas y resarcir odios del pasado. En muchas ocasiones no se ondearon banderas políticas, sino las del odio, miedo y el resentimiento. Aquellas heridas permanecieron abiertas durante décadas, costando otras tantas que cicatrizaran. Por ello, ningún político debería jugar al irresponsable juego de desenterrar odios pasados por pura estrategia electoral.
En el caso de Lorca, su obra es tan inmensa y rica que no deberían importarnos las causas de su muerte. Debería ser patrimonio de toda España y no una bandera política. Él lo hubiese querido así.