El pasado 5 de diciembre se estrenó en los cines españoles La guerra de los Rohirrim, una nueva entrega cinematográfica del universo de El Señor de los Anillos. En esta ocasión, se narró la historia del rey de Rohan Helm Mano de Hierro en formato anime bajo la dirección del japonés Kenji Kamiyama. Pero, como viene sucediendo los últimos años con las producciones que llevan el sello del universo ideado por J. R. R. Tolkien, las amplias licencias tomadas respecto a la obra original del escritor inglés han generado un metraje que solo contentará a los espectadores menos exigentes.

Las primeras imágenes de la película muestran planos animados de los paisajes de Rohan, desde montañas nevadas hasta las verdes praderas por las que cabalgan sus jinetes. Ahí es cuando encontramos la primera sorpresa: lo mal y poco realistas que se ven las texturas. Este hecho es sorprendente, teniendo en cuenta el elevado presupuesto del metraje, cercano a los 30 millones de dólares, si lo comparamos con otras producciones de animación de gran envergadura como El chico y la garza (Hayao Miyazaki, 2024) o Suzume (Makoto Shinkai, 2022), que cuentan con un apartado artístico espectacular.

Más allá de su animación, la película nos ofrece el primer fanservice en su inicio, pues es la voz de Miranda Otto (Eowyn en la trilogía de Peter Jackson), la que se encarga de narrar la historia. Esta sucede, según nos narra J. R. R. Tolkien en Los pueblos de la Tierra Media en el año 2758-59 y, como nos dice la propia película «200 años antes de que el anillo llegara a Bilbo Bolsón».

En las primeras imágenes se ve cabalgando a Héra, hija de Helm, de la que se dice que «aprendió a montar a caballo antes que a andar» con una res en la mano para alimentar a un gwaihir, las famosas águilas que aparecen en la trilogía original. Ella será la protagonista de esta historia, aunque, primera licencia que se toma la película, no aparece mencionada más que como «la hija de Helm» en el apartado de La Casa de Eorl de la citada obra de Tolkien.

Por lo demás, teniendo como «inspiración» ese pasaje de la obra del escritor británico, la película gira en torno al conflicto civil que hay en Rohan entre el rey Helm Mano de Hierro y el rey advenedizo Wulf. La contienda estalla de forma similar en tanto en la película como en el libro: Freca, un hombre rico y poderoso «que poseía extensas tierras en ambas márgenes del Adorn», pide a Helm la mano de su hija para su vástago, Wulf. El rey se niega y, tras aumentar la tensión, pelea a puñetazos con un Freca que acaba muriendo. Helm proclamó entonces al hijo de Freca y a sus parientes enemigos del rey y los desterró. Ahí comienza la guerra civil, más acelerada en el filme que en el libro.

Wulf encabeza entonces una sublevación e invade Édoras y toma Meduseld, proclamándose rey. En las escaramuzas, mueren los hijos de Helm: Haleth por una flecha de Wulf y Hama degollado ante los ojos de su padre, lo que le hace a Mano de Hierro perder la cordura. De nuevo, no sucede igual que en el libro, aunque se entiende que el lenguaje cinematográfico no es el mismo que el de la literatura y que Kamiyama quería dibujar a Wulf como el epítome de la maldad.

Los Rohirrim deciden entonces refugiarse en Cuernavilla (más tarde conocido como el Abismo de Helm) en lo que se conoce en el libro como el Largo Invierno. Ahí se muestra en el metraje la dejadez de un rey Helm inmerso en la locura por la muerte de sus hijos, dedicándose a incursionar solo y a manos desnudas entre sus enemigos, y como Héra es la que se tiene que encargar de dirigir la defensa de la fortaleza.

Es cierto que aquí la película sí que destaca mucho la fortaleza de Helm Mano de Hierro pues hacía sonar su cuerno en esas incursiones, causando pavor a sus enemigos, y muere congelado a las puertas de la empalizada sin que ninguno de ellos lograra derribarle. Esa parte es la más disfrutable del metraje, al César lo que es del César.

De este modo, es Héra la que se encarga de la defensa final de la fortaleza ante un Wulf que ha caído en el más absoluto de los despotismos y que, cegado por la venganza ante la negativa de una empoderada Héra a casarse con él, solo quiere la destrucción de los descendientes de la Casa de Eorl. Así, en la escena final, vemos una pelea de Héra, que derrota a Wulf, a caballo, vestida con un traje nupcial que se encontraba en las bodegas de Cuernavilla y diciendo que «no es la novia de ningún hombre».

La batalla concluye con un Frealaf, sobrino de Helm, cargando a caballo con sus jinetes por la colina que lleva a Cuernavilla, en un claro guiño a la famosa escena que protagonizan Éomer y Gandalf al final de Las dos torres. Tras ello, la película concluye con Saruman visitando al rey Frealaf en la reconquistada Edoras y ofreciéndole sus servicios, algo que sí aparece en la obra de Tolkien.

La guerra de los Rohirrim es entonces una relectura de lo imaginado y escrito por el insigne profesor inglés. Y lo es en clave feminista, aunque no tan woke como Anillos de poder, centrándose en un personaje del cual no se menciona ni su nombre en los libros y que es portador de todas las virtudes de las que carecen la práctica mayoría de personajes masculinos: prudencia, cordura, fortaleza, habilidad y unas dotes innegables de liderazgo. Por no decir que también se inventan un extinto clan de Doncellas guerreras que lucharon en la frontera cuando los hombres murieron y que no se menciona en la obra de Tolkien.

Aun así, la película es, en parte, disfrutable, ya que no ha frenos importantes en la trama y las escenas de acción resultan entretenidas. Además, hay continuos guiños a la trilogía de Peter Jackson, como la emulación de la carga de los Rohirrim en el Abismo de Helm, o unos orcos que aparecen buscando anillos, lo que anticipa la trama de El Señor de los Anillos. De hecho, Gandalf aparece mencionado en ese sentido pues, al final, Héra marcha a hablar con él para que investiguen a esos orcos que Héra descubre robando anillos a los cadáveres de soldados caídos. Así, La guerra de los Rohirrim no se queda en más que eso, un fanservice descafeinado para los seguidores de la obra de Tolkien y penalizado por las reimaginaciones. Aunque, ¿qué más se podía esperar de una película de dos horas sacada de cuatro páginas de texto?