«¡Nos han vuelto a subir la luz!». Con esta entrega de facturas se abre el telón de Historia de una escalera, del gran dramaturgo castellano del siglo XX Antonio Buero Vallejo, estrenada por primera vez en el Teatro Español en 1949. Aunque podría ser la frase que dijo tu cuñado el domingo pasado en la comida familiar, afortunadamente es más que eso, y por tanto estas líneas solo pueden comenzar con un agradecimiento a la directora Helena Pimenta, por saber atinar con una de las obras más representativas del teatro español y que mejor plasman a nuestra sociedad.

No me hace falta recalcar los años en que transcurre la obra (1919, 1929 y 1949), porque Buero Vallejo ha representado, sin darse cuenta, a la que sigue siendo en gran medida nuestra sociedad 76 años después: sueños frustrados por la situación del país, amores imposibles por culpa de las familias arcaicas y de sus orgullos, la energía y la ilusión de los jóvenes, y la nostalgia y soledad de los mayores. Buero Vallejo representa en una sola escalera la vida de familias condicionadas por la historia y encerradas en su contexto, incapaces de dejar de subir y bajar esos escalones.

Las personalidades de los personajes se ven reflejadas claramente con valores e ideas contrapuestas: la mentira frente a la verdad, la frustración frente a la ilusión, la rebeldía frente a la sumisión, la aceptación frente a la ingenuidad… Buero Vallejo escenifica las distintas formas de enfrentarse a la vida y a las circunstancias. Una de cal y otra de arena. Los que ven el vaso medio lleno, frente a los que lo ven medio vacío. Los que luchan por subir en ascensor y no tener que ir más andando; y los que aceptan la realidad y entrenan para no cansarse al subir la escalera. Los conformistas y los soñadores.

El avance del tiempo y de la guerra va dejando huella en todos ellos, creando nuevos personajes evolucionados y afectados por la posguerra y la dictadura —a la que, por cierto, Buero Vallejo critica de forma sutil para evitar la censura—. Un clima de tensión, gris y hostil rellena la escalera los últimos minutos de la obra, envolviendo al espectador en emoción y suspense.

Se podría decir que no hemos cambiado tanto. Las emociones y la supervivencia se siguen peleando por predominar en el corazón de las personas. El egoísmo y la falsedad terminan pasando factura. Y no la de la luz. Historia de una escalera es un reflejo de esta lucha tan humana. Como la vida misma. En la que Buero Vallejo crea la magia, y Helena Pimenta ejecuta a la altura de una obra que no debe caer en el olvido.