Siempre salgo del metro un poco cansado a mediodía. Salgo de trabajar, leo un rato en el metro y me voy quedando dormido. Pero una llamada me quita la modorra. Es un número privado. Una voz masculina dice no sé qué sobre la campaña de la renta. Le digo que me lo explique mejor. Pero me dice que voy desahogado y que debería colaborar con una causa solidaria. «Si no, sería usted un poco insolidario». Le pregunto quién es, pero parece que no me oye. Cuelgo medio enfadado. Una estafa poco refinada.
El jueves, en Ayala, Platero nos explica que es una broma que se ha dedicado a hacer a mucha gente. «Tenías una prueba gratis, pero si pagabas dos euros te dejaban hacerlo a quince personas. Por supuesto, pagué los dos euros». Entre las víctimas de la broma está su abuelo… dos veces. Platero lo cuenta encantado. Es nuestro Michael Scott: siempre tiene alguna sorpresa.
Platero aparece en uno de los primeros artículos que publiqué aquí. El artículo se llama Los lunes al sol. Lo puse en mi estado de WhatsApp y Platero me respondió: «Tío, tienes que escribir un artículo sobre nuestras comidas de los lunes con Chema». El artículo iba exactamente sobre eso. Obviamente Platero no lo había leído. Vamos, ni lo había abierto. Luego he hablado en muchos textos de él. Para no gastar su nombre suelo recurrir al clásico y neutro «un amigo».
Este curso no me viene bien ir los lunes al Buen Suceso para tomar un aperitivo con Platero. Pero seguimos yendo los jueves a Ayala. Es el momento social de la semana. El último jueves Platero vino acompañado, como cada jueves desde hace un par de meses. También vinieron Ana y Chema —Chema también sale en Los lunes al sol—. Total, que Ana y Chema llegaron muy tarde y yo le propuse a Platero aplaudir para recibirlos. Pero él, además de aplaudir, se puso a berrear la típica cantinela de «¡qué se besen, que se besen!». Un espectáculo. Mucha gente apretada en un bar y de repente un tío gritando «¡que se besen!» y dando palmas. Claro, se giró todo el bar y Chema se puso rojo. Chema no suele perder el control de la situación. Hace falta un Michael Scott que sea inmune al ridículo para conseguir que Chema pase vergüenza.
Casi siempre hay gente nueva en Ayala. El jueves había dos chicas que nunca habían venido. Nos presentamos y les explico que Platero es el rey de Ayala. Él no lo niega, pero anuncia que su tiempo pasará. Dice que, en algún momento, dejaremos de ir a esta adoración. Tiene sentido. Supongo que también cambiaremos copeos y planes por carritos y pañales. A ver, sin prisas, pero es la vida misma.
Hace un mes una lectora me dijo que hace mucho que Platero no aparece en mis artículos. Es cierto que en los últimos meses se ha echado novia hasta el apuntador y ahora cuesta más sacar un plan en el que estemos todos. Nos seguiremos viendo en Ayala, al menos por ahora. En algún momento la vida se impondrá y dejaremos de ir. Pero siempre nos quedará la alegría de Platero.