Los lunes al sol

Los lunes tengo una reunión en Quevedo a mediodía. Chema trabaja al lado y Platero un poco más allá, cerca de Argüelles. A las dos y pico compramos unas patatas o algo de comer y nos sentamos en un bordillo de la explanada del Buen Suceso. Hay una plazoleta donde coinciden dos o tres sintecho que pasan allí la mañana y las chicas de ICADE que salen de clase.

Es un momento divertido. Siempre terminamos hablando de buscar novia, que es nuestro tema favorito y supongo que el de cualquier soltero joven. Celebramos las alegrías y compartimos nuestros fracasos. Los segundos dan más juego, porque el fracaso es más narrativo que el éxito.

Chema es más racional, analiza cada situación, enmarca el problema y propone soluciones. Será un empresario de éxito. Platero es más teológico y mete alguna perlita: «Al final será lo que Dios quiera y lo que tenemos que hacer es fiarnos más de Él». Yo como patatas y disfruto del espectáculo. Porque Platero es un espectáculo. Cada semana tiene alguna ilusión nueva. O un nuevo disgusto. Por eso mola quedar el lunes, porque repasamos el finde anterior. Tampoco tiene que haber sucedido nada especial. Si una chica nos ha pedido la hora ya nos vale.

Hace poco viví una noche de sábado un poco movida. No piensen en American Gigolo. Somos más de La tentación vive arriba. Chascarrillos ingenuos con un poco de dramatismo. El domingo pensé: «Esto se lo tengo que contar a Chema y a Platero». Ya sólo pensar eso mejoró mucho mi domingo. Luego dio mucho juego. No por la historia, sino por la reacción de Platero, sus consejos y sus aportaciones teológicas.

Jordan Peterson explica que la gente busca la felicidad en planes excepcionales: viajes, fiestas, regalos… Pero tiene más sentido descubrir cosas sencillas y repetirlas. Si consigues hacer deporte tres veces a la semana, por ejemplo, ya tienes un cinco por ciento de tu tiempo invertido en algo que te gusta. Así, puedes establecer rutinas de felicidad. Cuadra con la idea de que la felicidad si no es sencilla es imposible, que decía Raggio. O, como dice Munilla: es fácil ser feliz, lo difícil es ser sencillo. Al final la diferencia entre feliz y desgraciado se decide en comer patas en un bordillo y decir tonterías con dos amigotes.