El ecologismo de derechas puede parecer una paradoja, pero en Europa ha tomado forma a través de diversas experiencias que combinan la conservación del medio ambiente con valores tradicionales y una visión crítica de la globalización. Un claro ejemplo de esto es el grupo italiano Fare Verde, así como el auge de un ecologismo localista en la nueva derecha y el soberanismo.

Fare Verde, grupo sobre el que se acaba de publicar un ensayo titulado «Fare Verde: Una experiencia ecologista extramuros del sistema» en Ediciones Fides que recoge su trayectoria, nació en la década de 1980 en el entorno del postfascismo italiano misino. Sus principios se basan en la recuperación de una concepción tradicional de la vida y del mundo, enfatizando el sentido de lo sagrado, los lazos solidarios, comunitarios y los valores no materiales del hombre. Además, buscan la salvaguarda y la puesta en del patrimonio artístico y arquitectónico, recuperando las tradiciones culturales locales y el cuidado del paisaje.

Se trata de una asociación ecologista que rechaza tanto el catastrofismo ambientalista de la izquierda como la indiferencia de la derecha liberal. Su enfoque pone énfasis en la protección del entorno desde una óptica tradicional, valorando el paisaje, la cultura local y la sostenibilidad sin caer en prohibiciones estatistas excesivas.

Entre sus actividades más destacadas se encuentran las campañas de limpieza en playas durante el invierno, el voluntariado ambiental y la promoción de un consumo responsable. Su premisa es que la conservación del entorno no debe depender exclusivamente de regulaciones impuestas desde arriba, sino de un sentido de responsabilidad comunitaria.

Este tipo de ecologismo recuerda al pensamiento del filósofo inglés Roger Scruton, quien en su obra Filosofía Verde defendía que «el verdadero conservacionismo siempre ha sido parte del conservadurismo». Scruton sostenía que la solución a los problemas ambientales no debe venir de burocracias lejanas, sino de la acción individual y comunitaria enraizada en el amor a la propia tierra.

En otros países europeos el ecologismo también ha encontrado un lugar en la derecha, aunque con matices distintos. En Francia la Agrupación Nacional (Rassemblement National, RN) de Marine Le Pen y Jordan Bardella ha incorporado el discurso ambientalista a su programa desde una óptica muy localista, entendiendo que la defensa del medio ambiente no puede separarse de la preservación de la identidad nacional y la soberanía económica.

Uno de los puntos cruciales de su discurso es la crítica a la globalización, argumentando que el comercio descontrolado genera una huella ecológica innecesaria. En lugar de depender de importaciones masivas, proponen reforzar la producción local, reducir las emisiones de CO₂ ligadas al transporte de mercancías y proteger los ecosistemas rurales.

El ecologismo de derechas en Europa no es monolítico. Mientras que en el caso italiano se apuesta por una protección del medio ambiente vinculada a la tradición y el voluntariado, en otros lugares el discurso ecológico es mucho más político y se mezcla con el localismo y el rechazo a la globalización. A pesar de sus diferencias, ambos enfoques comparten la idea de que la conservación no puede depender solo de grandes organismos internacionales, sino de la acción comunitaria y el arraigo a la propia tierra.

En este sentido, como afirmaba Roger Scruton, «sin un sentido de pertenencia, la gente no se preocupará por conservar lo que tiene». Este ecologismo de derechas, aunque alejado de las corrientes ambientalistas tradicionales, se inscribe en una visión más amplia donde identidad, comunidad y naturaleza van de la mano.

Óscar Cerezal
Diseñador gráfico y gestor de servicios. He sido muchos años alcalde, diputado. Luego decidí volver a mi curro. Apasionado de la política, investigador y periodista vocacional, edito un webzine transversal de nombre La Mirada Disidente.