El pasado sábado, el gran foco del turf mundial apuntaba con toda intensidad hacia el mítico hipódromo de Aintree, en Liverpool, donde se celebró el Grand National, carrera culmen del prestigioso meeting inglés que viene teniendo lugar desde 1839. En cuanto a lo mediático, son aproximadamente 600 millones de espectadores, repartidos en 140 países, los que cada año siguen la competición a través de la pequeña pantalla. Los premios a repartir entre los primeros clasificados, cómo no, van en sintonía a la magnitud de la prueba. La bolsa de este 2021 fue de 750.000 libras, unos 864.000 euros.

Sin ningún tipo de vacilación, podemos afirmar que estamos frente a la carrera de steeplechase más dura y selectiva del planeta. En ella se ven las caras 40 purasangres que recorren siete kilómetros salpicados de 30 obstáculos. Algunos de ellos superan el metro y medio de alto y alcanzan casi los dos metros de ancho. Cabalgaduras y jinetes han de saltar sobre enormes fosos, terraplenes, arroyos y desniveles. Lo acostumbrado es que más de la mitad de los participantes no logre acabar la prueba. Y es que, como se suele oír cada año en el añejo graderío de Aintree, “no risk, no glory”. Es la épica del turf.

A puerta cerrada

El lunar de esta edición ha venido marcado por el ambiente, lógicamente, muy descafeinado. Tras la cancelación en 2020 por el motivo que ya todos conocemos, este año el verde de Aintree volvió a lucir para recibir los galopes de los cientos de purasangres que se dieron cita para ser de la partida en las 21 pruebas que conforman la reunión.

No obstante, en esa ocasión, únicamente mozos de cuadra, preparadores, propietarios, jockeys, jueces, veterinarios y periodistas campaban a sus anchas en unas instalaciones que en condiciones normales albergarían a 75.000 personas. Se echaron en falta los soplos de última hora entre los aficionados en los alrededores del paddock, las colas kilométricas frente a las taquillas de las casas de apuestas y las tribunas rebosantes de público.

El clima se ensombreció aún más por las noticias que llegaron el día anterior desde el castillo de Windsor. El negro de los brazaletes contrastaba, entonces, con los vivos colores en las chaquetillas de los jinetes. Se vieron banderas a media asta, incluida la de la Union Jack en el palco de la Reina Madre, y se guardaron dos solemnes minutos de silencio. Todo ello para rendir homenaje al príncipe Felipe, duque de Edimburgo, por su reciente fallecimiento. Un asiduo a los hipódromos británicos junto su esposa, Isabel II, quien le transmitió parte de su inmensa pasión por este deporte.

La carrera

El favorito era Cloth Cap y, desde el banderazo de salida, quiso dejar claro que por alguna razón cotizaba 11 a 2. Raudo, en los primeros metros, se hace con la cabeza de carrera. Sin embargo, Jett no se amilana y no tarda en sobrepasarlo y arrebatarle la punta. Cloth Cap le deja hacer y se mantiene en puestos de acecho.

Hasta el decimotercer salto la prueba se desarrolla prácticamente en abanico, bastante abierta, con un nutrido número de ejemplares mordiéndole la cola al líder. No obstante, a partir de ese punto, el gentleman inglés Sam Waley-Cohen, conductor de Jett, mira hacia atrás, decide imponer ritmo y el lote, consecuentemente, empieza a estirarse. Jett va ampliando la ventaja sobre sus perseguidores hasta colocarse a siete cuerpos. Detrás, Any Second Now, Minella Times, Discorama, Burrows Saint y Balko Des Flos no pierden su estela y aguardan pacientemente para lanzarse al ataque.

Llegamos al penúltimo obstáculo. Jett acusa el titánico esfuerzo, empieza a desfondarse, cede y es alcanzado cómodamente por el grupo de acechadores a los que se une Farclas. Todos ellos rebasan el último seto y comienzan los remates finales. Pero es Minella Times el que, tras ser solicitado animadamente por su jocketa Rachael Blackmore, mejor responde. El ochoañero, que cotizaba 11 a 1, alcanza una punta que ya no soltaría hasta cruzar la línea de meta.

Con esta victoria, Minella Times anota su nombre con letras de oro en la historia del turf y Rachael Blackmore marca un hito al convertirse en la primera mujer en ganar el Grand National.

La jinete, con unas manos de oro, ejecutó un ejercicio impecable de principio a fin. Nunca le perdió la cara a la carrera que midió a la perfección, dosificó inteligentemente las energías de Minella Times, supo esperar y, justo cuando tuvo que hacerlo, exigió a su montura. Por supuesto, el purasangre, entrenado en las caballerizas de Henry de Bromhead, estuvo a la altura de las circunstancias. Saltó de una manera soberbia, se empleó al máximo y derrochó más pulmones, corazón y honradez que ningún otro.

Nombres propios

Hablar del Grand National es hacerlo de Red Rum y Brian Fletcher, de The Colonel y George Stevens, de Rag Trade y Frederic Rimell, de Tiger Roll y Michael O’Leary, de Aldaniti y Bob Champion y, por qué no, y tirando de orgullo patrio, de Nereo y el duque de Alburquerque.

Ahora, otro nombre se suma a la lista: Rachael Blackmore. La irlandesa, a sus 31 años, se ha convertido en una jocketa top en las pruebas de vallas. Ya apuntaba maneras desde su etapa como amateur, luego, en 2019, comenzó a encadenar notables triunfos en carreras de grupo (tanto en Inglaterra como en su país natal) y, actualmente, es segunda en la competitiva estadística de jockeys en Irlanda. Además, recientemente, venía de brillar en el prestigioso Festival de Cheltenham, donde se proclamó la mejor jinete alzándose con seis victorias. El legendario jockey retirado Sir Anthony Peter McCoy, oficial de la Orden del Imperio Británico y 20 veces campeón de la estadística inglesa, declaraba sobre ella hace varias semanas tras ganar el Champion Hurdle: “es pura clase, lo tiene todo”.

Dicho esto, no debería sorprender su triunfo del pasado sábado, sin embargo, sí es importante hacer notar, como hemos señalado más arriba, que se trata de la primera vez que una mujer consigue la victoria en los casi dos siglos de historia que contemplan la prueba. El turf es un deporte que pone en valor una igualdad poco o nada vista en otras competiciones, donde jinetes, sean hombres o mujeres, se enfrentan de tú a tú en condiciones ecuánimes. La propia Rachael declaraba tras la carrera: “no me siento hombre ni mujer, me siento sobrehumana… ¡esto es increíble!”.

Irlanda: dominio absoluto

Minella Times, Balko Des Flos, Any Second Now, Burrows Saint y Farclas. Es el orden de llegada de este Grand National. Todos ellos son caballos nacidos, criados y entrenados en Irlanda. Los cinco pertenecen a cuadras irlandesas y, además, sus respectivos preparadores y jockeys también son irlandeses. Una redundancia que incomoda, y mucho, entre sus vecinos ingleses.

Desde luego, esta supremacía tan aplastante sólo viene a revalidar el dominio de Irlanda en la producción y cría del purasangre inglés. Pero esto da para otro artículo…