Hace un año, la riada de Valencia supuso la dramática demostración de las grietas por las que se filtra el desastre institucional de España. Minutos después de las 18.30 del día 29 de octubre de 2024 comienza la catástrofe. Así lo resume Juan Samaniego en Climática: «A las 18.30, el barranco del Poyo se desborda e inunda los municipios de Torrent, Picanya, Paiporta, Benetússer, Sedaví, Massanassa y Catarroja, que acumulan la mayoría de las víctimas. A su paso arrasa también con puentes y otras infraestructuras». Añade el cronista: «El barranco del Poyo no suele llevar agua, pero el martes 29 de octubre llegó a mover cerca de 2.300 metros cúbicos por segundo en algunos puntos. La crecida repentina a lo largo de este curso de agua, provocada por las lluvias torrenciales que horas antes habían tenido lugar cauce arriba, se convirtió en una trampa para miles de personas que regresaban a sus casas o salían de trabajar en los municipios de Catarroja, Paiporta, Sedaví o Torrent, en el área metropolitana de Valencia».
A las 11.00 de ese día ya se había desbordado el barranco en Chiva. En las dos horas siguientes se suceden los avisos de alerta que ya habían empezado desde el día 23. A las 18.59, en la reunión del CECOPI, se discute el contenido de un mensaje de alerta a los vecinos, que se envía finalmente a las 20.11. A las 23.50 comparece Mazón para reconocer que ha habido víctimas. Noche cerrada y agua por todos sitios. Juanma Castaño abre su programa radiofónico deportivo para atender llamadas de vecinos de la zona que no encuentran familiares. Un comunicante ha conseguido conectar subido al techo de su camión, otro subido a un cobertizo, una hija no encuentra a su padre: «Por favor, Juanma, si sabes algo». El mismo mensaje, la misma angustia, uno tras otro. «¿Por qué no nos han avisado con tiempo? Pero si aquí no llueve. ¿Quién nos ayuda?». Ante el bloqueo de las instituciones, apareció la nación: sólo el pueblo salva al pueblo. Y el pueblo salió a la calle.
Españoles sin instituciones (IV): el Ejército transformado en ONG
El fanatismo político por encima de la vida de los españoles
El Estado quedó paralizado. Mientras unos políticos miraban de reojo a otros, el pueblo salió al rescate del pueblo. El 3 de noviembre unos bomberos de Bilbao se preguntan por qué no se les ha dejado a ayudar a otros españoles a pesar de su disponibilidad. El vídeo de los vizcaínos corre por las redes sociales, como otro de un francés, compañero de profesión de los anteriores, llega el primero a un pueblo de la zona devastada. No ve compañeros españoles. Un valenciano le contesta en perfecto francés: «sois los primeros en venir». La cara del hijo de Juana de Arco es indescriptible. Un militar subido a un camión aparece el documental de libertad digital, con gesto de impotencia lamenta que llevan horas dando vueltas sin poder hacer nada por falta de medios. Erik, así lo llama el vídeo, se enfrentó a sanciones por denunciar ese hecho. Algunos policías piden vacaciones en sus unidades y llegan como particulares, como patriotas españoles, a la zona. Ya se cuentan casos de afectados que han pasado muchas horas a la intemperie, sin recibir auxilio, con posibilidad de ser rescatables.
El documental de Libertad Digital 20:11 recoge testimonios desgarradores como los anteriores. Se suceden uno tras otro con una pregunta flotando. Pero si yo he pagado impuestos toda la vida. ¿Dónde está la ayuda? Y la ayuda estaba preparada y con ganas de ayudar. Los mandos tenían a personas dispuestas, bomberos, militares, policías, pero no tomaron las decisiones adecuadas para dejarlos ejercer su vocación. En un momento de urgencia máxima, toda respuesta se hizo depender de una decisión política que iba a seguir criterios políticos aún no suficientemente explicados. Ni el mando supremo de los Ejércitos a título de Capitán General tuvo el valor suficiente para saltarse el reglamento y dar la orden. El Ejército tardó tres días en enviar a los primeros 500 efectivos que se despliegan por la zona el 2 de noviembre según lamentaba la prensa. El sábado siguiente al fatídico 29, en pleno conflicto de competencias entre Gobierno central y el autonómico valenciano, el presidente Sánchez manda un mensaje que resume la desintegración institucional española: si quieren ayuda que la pidan. El estado desaparecía a la deriva de un mar de lodo, de la que emergía, como comparación vergonzante para el estado actual, la respuesta a la riada de 1957, dando la razón a los abuelos de la zona que reconocían aquello de esto con Franco no pasaba. España se queda sola. El poder que debía ejercer de mediador, árbitro o moderador decidía también inhibirse y moderarse al máximo y esperar al publirreportaje donde le aguardaba un primer plano con ceño fruncido. A su lado la reina, manos entrelazadas con alguna víctima y cara ladeada, trata de empatizar con los que lo han perdido todo. Mientras los reyes se quedan, eso es verdad, el que se va de la zona devastada de Paiporta, ya ha tenido bastante, es Sánchez. Los valencianos de Paiporta se van a quedar sin poder pedirle ayuda personalmente. Pero no se van a privar de hacerle ver su descontento. Horas después, el cobarde máximo dirá que está bien. España acusaba el golpe, pero el patriotismo emergía del barro.
Una tragedia para todos los Españoles
Por toda España se sintió la tragedia como ocurrida en casa propia. La riada iba a arrastrar barro, coches, árboles y puentes, pero también iba a empujar a muchos jóvenes de todas las edades hasta Valencia. Al patriotismo afectivo que notaba el dolor de ver a su hermano sacar los restos de una vida cubierto por el barro a las puertas de la casa le iba a suceder el patriotismo efectivo de la Karcher y las motobombas para limpiar las casas. Yo mismo lo viví esos días en Valencia. Yo mismo vi como se organizaban los chavales en las cadenas de relevos. Revuelta, Auxilio Social, Falange, Solidaridad… nadie mira de reojo más que para dar el relevo. Un chaval de 18 años ve en Suiza un post de Españabola, pidiendo voluntarios para ayudar a los valencianos y se coge un avión y se viene a España a echar una mano. Aterriza en Barajas con un saco de estilo militar y va él solo a Ardemans, el centro cultural de Falange en Madrid, que funciona ya de centro logístico recogiendo ayuda. Allí se sube en una furgoneta que le lleva a Arganda, la nave que había alquilado Revuelta para distribuir las ayudas. Allí se subió en el primer camión que fue a Valencia. Se llamaba Antonio. No he vuelto a saber nada de él desde que le dejé subido al camión. Antonio personaliza la historia de tantos chavales que esa semana hicieron pellas para recibir y dar la lección de sus vidas. La juventud está en nuestras filas.
Y en una furgoneta negra fuimos a Valencia. Catarroja, Paiporta, Benetusser. Nos espera Alberto, tuitero conocido, en un Casal de Joventuts Valentia Forum que tienen convertido en un almacén con botas de agua, botellas de agua y enseres varios. Nos cuentan lo que están haciendo para ayudar a la gente. Una maravilla. Valencianos ofrendando la gloria a España de su patriotismo y su solidaridad. Me doy una vuelta por la zona con mi gran amigo Gasca con quien he estado en Mondragón, Barcelona, León, San Sebastián y en tantos sitios donde nos ha llevado el patriotismo que tenemos en común. Preguntamos a la gente. Tanto hablar de los YOMUS y esto y lo otro, pero resulta que los YOMUS estuvieron ayudando desde el primer momento. No me lo contaron ellos, no los conozco, me lo dijo una señora allí mismo que parece ser que los conocía. Riadas de jóvenes de todas las edades cruzaban los puentes de la pista de Valencia a primera hora de la mañana y última de la tarde para ayudar con cubos palas y rastrillos. El pueblo español no esperó que la orden de intervención con sus hermanos le llegara por conducto reglamentario, bajó a la calle al grito de Visca València y Viva España. De eso también hace un año y entre todo el barro, la indignación y el dolor sufrido, la reacción del pueblo es para celebrar. Y vendrán más cosas que celebrar porque España está despertando y esto no ha hecho más que empezar.


