EN pleno desarrollismo, año 1975, el gobierno aprobó el Plan Energético Nacional (PEN-75), una estrategia mucho más ambiciosa de lo que acostumbramos, que proyectaba la construcción de 25 centrales nucleares con un total de 38 reactores. El objetivo era convertir a España en una potencia energética autosuficiente y moderna, capaz de cubrir la mitad del consumo eléctrico nacional con energía atómica en el horizonte de diez años.

El PEN-75 fue trazado en un contexto internacional marcado por la crisis del petróleo de 1973, que había sacudido el sector energético global y disparado los precios del crudo. En aquel escenario, la energía atómica se erigía como una alternativa estratégica, moderna y rentable. El plan preveía una potencia instalada de 22.000 megavatios (MW) de origen nuclear, lo que habría situado al país entre los líderes mundiales en esta tecnología. La idea era convertir a España en una potencia nuclear soberana energéticamente.

Aquella gran apuesta, en cambio, nunca se materializó. Diversos factores se encargaron de desmontar el proyecto nuclear español: la crisis económica de los años setenta, el aumento exponencial de los costes de construcción, el creciente rechazo social organizado en torno al movimiento antinuclear o el inicio de la transición democrática. En definitiva, fueron razones política las que acabaron sepultando el PEN-75 en el fondo de un cajón.

25 centrales nucleares

De los 38 reactores proyectados en el PEN-75, sólo se construyeron diez, de los cuales siete siguen operativos, repartidos en cinco centrales: Almaraz I y II (Cáceres), Ascó I y II (Tarragona), Cofrentes (Valencia), Trillo (Guadalajara) y Vandellós II (Tarragona). Los otros tres (Vandellós I, José Cabrera-Zorita y Santa María de Garoña) han sido cerrados y se encuentran en proceso de desmantelamiento.

El golpe definitivo al programa nuclear llegó en 1984, cuando el gobierno socialista de Felipe González decretó una moratoria nuclear que paralizó varios proyectos en marcha, congeló nuevas iniciativas y supuso un golpe definitivo para el crecimiento industrial de España. Desde entonces, la expansión de la energía nuclear quedó detenida. Algunas de las centrales con obras avanzadas y equipamiento técnico instalado fueron abandonadas, como las de Lemóniz (Vizcaya), donde ETA asesinó a dos ingenieros jefe, y la de Valdecaballeros (Badajoz).

Otras centrales nunca pasaron del papel, aunque sus ubicaciones fueron seleccionadas y en algunos casos se llevaron a cabo trabajos preliminares. Eso ocurrió con proyectos como Regodola (Lugo), Santillán (Cantabria), Sayago (Zamora), Escatrón (Zaragoza), Deva e Ispaster (Gipuzkoa y Bizkaia, respectivamente), Tudela (Navarra) y Águilas-Cope (Murcia). Estas centrales proyectadas respondían a una lógica de dispersión territorial que buscaba cubrir la demanda eléctrica de manera más equilibrada por todo el país. En conjunto, estos proyectos habrían transformado radicalmente el mapa energético nacional.

Energía clave a pesar del freno político

En 2024, los siete reactores operativos generaron cerca de 54.000 gigavatios hora (GWh), lo que representó un 19,8% del total de la producción eléctrica nacional, según datos de Red Eléctrica de España (REE). Es una de las fuentes más constantes, con un factor de carga superior al 85%, lo que significa que funciona prácticamente todo el año sin interrupciones, a diferencia de otras fuentes como la solar o la eólica, sujetas a la variabilidad del clima.

La potencia instalada del parque nuclear español es de aproximadamente 7.400 MW y, a pesar de que representa alrededor de un 7% de la potencia total del sistema, su alto rendimiento la convierte en una fuente estratégica. Además, la energía nuclear no emite CO₂ durante su operación, lo que hace difícil insistir en su exclusión de los objetivos de descarbonización.

Es más que razonable la pregunta de cuántos reactores serían necesarios hoy para garantizar la soberanía energética de España. Con una demanda eléctrica anual de alrededor de 270.000 GWh y un rendimiento medio por reactor de unos 7.700 GWh al año, serían necesarios aproximadamente 35 reactores nucleares para cubrir toda la demanda eléctrica del país solo con esta fuente. Sin embargo, dado el avance de las renovables, bastaría con un sistema mixto reforzado por unos 10 a 15 nuevos reactores para asegurar el suministro sin depender de combustibles fósiles importados.

De líderes a la cola en energía nuclear

A comienzos de 2025, Francia lidera el uso de energía nuclear en Europa, con 56 reactores en funcionamiento que producen más del 65% de su electricidad. Los Estados Unidos son el país con mayor potencia nuclear, con 93 reactores activos que aportan alrededor de un 19% de su consumo eléctrico total. China avanza rápidamente con 55 reactores en operación y más de 20 en construcción, enmarcados en un plan para reducir las emisiones y asegurar el suministro energético. Otros países como Rusia (37 reactores), Corea del Sur (25) o Canadá (19) también han apostado de forma decidida por esta tecnología.

España, en cambio, figura en una posición intermedia-baja en el ránking nuclear internacional. Aunque con un parque nuclear eficiente y técnicamente sólido, su desarrollo se ha visto limitado por decisiones políticas más que por razones científicas, técnicas o económicas. El calendario oficial, acordado por el Gobierno y las empresas eléctricas, prevé el cierre escalonado de las centrales entre 2027 y 2035. La fragilidad del sistema, evidenciada en el apagón ibérico, cuando cinco de los siete reactores se encontraban desconectados, apoya la urgencia de revisar ese calendario, extender la vida útil de los reactores en funcionamiento y la construcción de nuevas centrales nucleares.