Cinco libros recomendados por cinco amigos de LA IBERIA el primer día de cada mes. Un centenar o dos de palabras para proponer un libro cualquiera, actual o clásico, de ficción o no ficción. Un libro o una excusa para la certeza, señalada por Hughes en esta segunda edición, de que «hablemos de lo que hablemos siempre estamos hablando de otra cosa». Ahí quedan los cinco de octubre. Esos cinco.
Hughes, columnista | Nunca fuimos más felices

Llega un momento en que hablemos de lo que hablemos siempre estamos hablando de otra cosa. De lo que importa. De lo que nos parece importante. Ese momento tratamos de retrasarlo, pero acaba llegando y menos mal que llega. Lo sentí vivamente al leer Nunca fuimos más felices (Tusquets), un libro sobre fútbol del poeta valenciano Carlos Marzal.
Decimos que es de fútbol, pero en realidad no lo es, sin dejar de serlo. Es otra cosa, la maraña que, quizás a partir de los cuarenta, sentimos en las cosas. Es un libro sobre el tiempo, sobre lo que nos gusta, sobre la manera en que miramos y contamos lo que nos gusta, sobre la amistad, y sobre la paternidad.
Marzal lleva a su hijo al fútbol, lo lleva a ver una final de Copa del Valencia, lo acompaña a entrenar como la figura clásica del papá del futbolista, le monta con cuidado el equipaje como a un torerillo… ¿Por qué el minucioso cuidado de cada detalle? ¿Acaso quiere que le salga un Lamine Yamal?
Marzal nos habla también de fútbol, de goles, de equipos, del balón. Parece un buen aficionado, aunque un poco pipero. Llega a decir algo malo de Mourinho. Da igual. Queda perdonado.
El fútbol con su hijo lo vive de un modo especial. Mima esos momentos. Los propicia, los prepara. Y lo hace, confiesa en algún momento, para que su hijo, en el futuro, cuando ya no esté, le siga recordando. Quiere que su hijo ame intensamente el fútbol para seguir allí con él. Para ser recordado por él con un feliz recuerdo exacto.
Yanire Guillén, escritora | El árbol de la ciencia

Por una de esas anomalías clásicas de España, de Pío Baroja se habla poco. Y confieso que yo siento verdadera devoción. Publicada en 1911, El árbol de la ciencia es, en palabras de su autor, «el libro más acabado y completo de todos los míos». En esta novela extraordinaria en fondo y forma, tanto el lector de sentimientos delicados como el más áspero encontrarán una historia a la altura de la inteligencia de su autor. Pues, si algo podemos decir de don Pío sin temor a polemizar, es que era un hombre de intelecto excepcional.
Baroja volcó mucho de sí mismo en Andrés Hurtado, nuestro protagonista: su propia formación médica, su visión amarga de la España de su tiempo y su constante duda vital. El árbol de la ciencia es la vida y el conocimiento intentando cogerse de las manos mientras cada uno gira a distintas velocidades. La pericia literaria de Baroja nos permite leer una obra filosófica y profunda, aligerada gracias a su singularísimo sentido del humor.
Y, por si con esto no se siente usted suficientemente invitado, le cuento que nunca se arrepentirá de haber conocido a Lulú.
Pablo Velasco, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo | Una teoría de la fiesta

Son ya muchos años y mucho trabajo que tenemos que agradecer a la editorial Rialp por la difusión de la obra de Josef Pieper. Se suceden las ediciones y reediciones. Una teoría de la fiesta tiene un lugar privilegiado. Es un ensayo breve sí, casi un vademécum. Y es un clásico. Como todo buen clásico está de actualidad. Habla directamente al hombre de hoy. El hombre que ha puesto más peso en la dimensión esencial (sí, pero no única) del trabajo. Un hombre incapaz, por lo tanto, de celebrar una fiesta. Porque ¿Quién podría dejar de trabajar, perder nuestro precioso tiempo, dejar de enriquecerse para celebrar una fiesta? ¿Y si además ese parón provoca una pérdida? ¿Y si le añadimos el gasto gratuito del que participa en la celebración? Dice mucho más sobre el trabajo la forma en que celebramos una fiesta que la labor que desarrollamos. Lo que nos indica este ensayo es la pobreza existencial de este hombre contemporáneo. Alejado de la dinámica rural, el hombre urbano de, en palabras de Han, autoexplotado, entiende la fiesta solo como pausa del trabajo, como descanso para coger fuerzas y seguir produciendo, seguir dándose lustre.
En estas, viene en nuestro socorro un filósofo neoescolástico alemán para responder a la pregunta ¿Por qué vamos a renunciar al trabajo? ¿Cómo podemos renunciar si no es por amor? ¿Y qué amor soportaría esa renuncia?
Iñako Rozas, abogado | El leopardo de las nieves

No es un libro de viajes, aunque lo parezca. No es un manual de naturaleza, aunque cada página huela a nieve y a piel erizada por el frío. El leopardo de las nieves, de Sylvain Tesson, es sobre todo un libro de espera. Y la espera, ya se sabe, es la gran olvidada en nuestra vida moderna, un tiempo sospechoso que solemos rellenar con pantallas y notificaciones para no sentir que se nos escapa la vida.
Tesson se va al Tíbet a buscar un animal que casi nadie ve, y lo hace sin la urgencia del turista ni la ansiedad del científico. Lo hace como quien sabe que lo importante no es atrapar al leopardo en la retina, sino darle espacio para aparecer o no. Porque esa posibilidad —que algo no ocurra nunca— es la que da valor al milagro de que sí suceda.
Leerlo es aprender a estar quieto, a reconocer que también somos parte de un paisaje que no nos necesita. En un mundo que confunde prisa con intensidad, este libro nos recuerda que lo extraordinario quizá esté ahí, pero exige silencio. Y que ver, de verdad, empieza siempre por callar.
Pablo Mariñoso, editor | A merced de su gracia

Durante más de 55 años, André Louf se dedicó a la oración como monje trapense en la abadía de Mont-des-Cats en Francia. Aislado del mundanal ruido nació este librito de uno de los grandes maestros espirituales del siglo XX. Cuando uno lee a Louf lo hace imaginando su tono de voz serena y pausada, como de monje trapense, vaya. En A merced de su gracia este místico francés nos viene a recordar que la vida espiritual no es un refugio remoto, una huida de la mediocridad, sino un camino de transformación en medio de la fragilidad humana. Los ingredientes son prometedores.
Leer a Louf exige de alguna forma aceptar su invitación a dejarse llevar. No nos propone un cristianismo Mr. Wonderful al que todo le parece bien, no. No es un carpe diem afrancesado. Su propuesta pasa por confiar en la gracia de Dios, que se manifiesta gracias a las torpezas de nuestra vida —y no a pesar de ellas—. Reconocer esto es un motivo para la esperanza. A merced de su gracia propone una espiritualidad de la que emana ternura y poco más, porque poco más es necesario. Este trapense nos recuerda que la gracia no se conquista, se acoge; que la vida cristiana no consiste en la autoafirmación, sino en aprender a soltar las riendas, a dejarse ceñir.
Unas líneas: «El momento presente es tan importante. Es el kairos, el tiempo de salvación en el que vivimos y en el que se nos concede el hacer la elección decisiva. Esta elección decisiva entre la cólera y la gracia, que es la elección de mañana pero también ya la elección de hoy, y la elección de hoy para mañana, es lo que precisamente llamamos conversión». ¿Es o no una maravilla?