Rodrigo Ballester: «Ojalá España tuviera un Viktor Orbán»

Director del Centro de Estudios Europeos del MCC y comisionado ministerial del Ministerio de Innovación y Cultura de Hungría, conoce el Gobierno de Viktor Orbán como ningún español

|

Rodrigo Ballester (Madrid, 1978) es el español más húngaro —siempre con permiso de Ricardo Ruiz de la Serna— de nuestro tiempo. Director del Centro de Estudios Europeos del Mathias Corvinus Collegium de Budapest desde 2021 y comisionado ministerial del Ministerio de Innovación y Cultura de Hungría desde 2024, donde contribuye a la internacionalización de la educación avanzada del país, conoce el Gobierno de Viktor Orbán como nadie de nuestro país: desde dentro.

Antes de establecerse con su familia en el país centroeuropeo fue funcionario de la Unión Europea. Pasó 16 años en Bruselas, tanto en el Parlamento como en la Comisión, en particular como miembro del equipo del comisario húngaro Tibor Navracsics (2014-2019). Con razón, se autodetermina cazawokes. Sabe de lo que habla.

Profesor, conferenciante, habitual de radios y televisiones españolas, húngaras y francesas, articulista frecuente en varias cabeceras (Le Figaro, El Debate, Newsweek, Mandiner, La Gaceta, LA IBERIA…) y gran conversador, hablamos largo y tendido en Esztergom sobre Hungría y sobre España.

Algunos del PP repiten que Pedro Sánchez es «el Viktor Orbán español».

Ojalá España tuviera un Viktor Orbán: alguien que lleva 15 años gobernando y haciendo mejorar a su país. La gran diferencia entre Sánchez y Orbán es que uno está hundiendo su país y el otro lo ha hecho avanzar como pocas veces en el último siglo. El PP, además, es rehén de las narrativas de Bruselas. Lo fácil, lo bobalicón, es repetir ese eslogan.

Se dice que Orbán gobierna «contra su pueblo». Sin embargo, los resultados electorales cuentan otra cosa.

Exacto. En una Europa fragmentada y llena de coaliciones, el único liderazgo con un apoyo popular nítido y reiterado es el de Hungría. Llevan cuatro elecciones consecutivas con mandatos claros y mayorías muy amplias. Y con un sistema mixto que es, en mi opinión, más representativo que el español: mitad proporcional y mitad mayoritario. ¿Cómo puede decirse que no tiene mandato popular el líder que, probablemente, tiene el más sólido de la Unión Europea?

Fuera de Hungría sorprende su política de alianzas: hablan con todos según su interés nacional, algo que chirría en países más «eurocéntricos».

Un país tiene intereses, no amigos. Si la calefacción de los húngaros depende de entenderse con Rusia, Hungría se entiende con Rusia. Si su bienestar depende de atraer inversión, se atrae inversión, venga de Alemania, Estados Unidos o China. El Gobierno español, por el contrario, peca de analfabetismo geopolítico y toma decisiones de pancarta. Aquí jamás se subordina el interés nacional al personal.

El control fronterizo es una seña de identidad del Gobierno húngaro. ¿Existe un consenso social en esa materia?

Sí. La política de fronteras contra la inmigración ilegal cuenta con apoyo mayoritario. Y tiene un coste: desde hace más de un año Hungría paga una multa de un millón de euros al día impuesta por la UE por no aceptar su marco de asilo. Hungría defendió antes que otros que el asilo debe pedirse fuera del territorio; el asilo y la reunificación familiar se convirtieron en la gran autopista de la migración irregular. La UE, que lleva 25 años sin saber controlar las fronteras, ha convertido las «fronteras abiertas» en un dogma. La próxima gran batalla será repatriar competencias migratorias a los Estados, por subsidiariedad.

Bruselas también ha abierto un frente por la ley de protección de menores de 2021, que limita la exposición de los menores a pornografía y a contenidos sobre identidad sexual en el ámbito escolar.

Esa ley pone a los padres en el centro de la educación afectivo‑sexual. La UE no tiene competencias en educación, pero aun así se lanzó una infracción fulminante, se confiscaron miles de millones de fondos y hoy seguimos esperando el fallo del Tribunal de Justicia. Sobre el papel, invocan «valores» genéricos del artículo 2 para censurar una ley nacional. Resultado: la UE se arroga un papel de corte de derechos humanos «bis» y acumula competencias que los Estados no le han transferido. Hungría, además, tiene desde 2022 a 21 universidades fuera de Erasmus, mientras un estudiante ruso sí es elegible. Es un uso abiertamente político del llamado «Estado de Derecho».

¿Cuál es el panorama a menos de un año de las próximas elecciones?

Serán reñidas. Orbán tiene muchos apoyos y también oposición movilizada. Bruselas parece tener candidato favorito y, como ya vimos en Polonia, el chantaje financiero existe: allí bastó con un cambio de gobierno para desbloquear fondos sin reforma alguna. En Hungría ya hubo injerencias económicas y de «sociedad civil» hace cuatro años; hoy hay más cortafuegos legales, pero la presión desde Bruselas seguirá.

¿Quién Péter Magyar?

Un antiguo cuadro orbitando Fidesz, exmarido de una ministra de Justicia, que se presenta como adalid de la limpieza moral. A mi juicio, comparte rasgos con Sánchez: narcisismo, resentimiento y una enorme plasticidad. Evita pronunciarse sobre lo sustantivo (fronteras, identidad, guerra de Ucrania, ampliación de la UE) y se beneficia de una prensa de izquierdas que no le hace las preguntas obvias.

Ha mencionado Ucrania. ¿Sigue siendo importante para las húngaros y también de cara a las elecciones?

Sí. La agresión rusa es un hecho, y la valentía ucraniana, indiscutible. Pero la lectura occidental se ha vuelto simplista, de «buenos y malos», cuando es un caso geopolíticamente complejo. Hungría defiende una «paz realista» basada en su interés nacional y en la evidencia de que alguna vez habrá que negociar de verdad entre Estados Unidos y Rusia. No es pacifismo, es realismo.

¿Qué otras claves marcarán la campaña?

Exponer la dependencia de la oposición respecto a Bruselas; el coste de la guerra; y, muy especialmente, la ampliación: la idea de acelerar la entrada de Ucrania mientras los Balcanes esperan desde hace quince o veinte años es disruptiva e injusta. La UE usa las ampliaciones para centralizar poder y gestionar crisis a su conveniencia. Ucrania es un Estado objetivamente corrupto y devastado; hay fórmulas de apoyo distintas a la adhesión exprés.

¿Qué representa hoy Hungría dentro de la UE?

Aunque su Gobierno sea minoritario entre jefes de Estado y de Gobierno, la posición húngara representa a un 30‑40 % de ciudadanos europeos cuyas opiniones se intentan cercar con un cordón sanitario. Orbán, en la práctica, es su portavoz. Eso irrita mucho, claro, pero explica su peso político: es probablemente el líder europeo más citado por Donald Trump en campaña.

Usted habla de «construcción de Estado» en los últimos 20 años. ¿Qué distingue a Hungría?

Estabilidad, competencia y una legislación ingeniosa que traduce principios conservadores en políticas concretas. Le pongo el ejemplo de la natalidad: no puede «forzarse», pero sí facilitarse. Aquí hay bajas para abuelos cuidadores; las madres con dos o más hijos quedan exentas de IRPF de por vida; y existen préstamos que se van condonando a medida que crece la familia. Antes del covid, la tasa subió hacia 1,6; luego retrocedió, como en toda Europa. Pero Hungría evitó un suicidio demográfico.

¿Cuál es el balance económico de Viktor Orbán?

Orbán recibió un país rescatado por el FMI. Quince años después, Hungría ha sido fábrica de Europa, ha atraído inversión alemana, estadounidense y china, y ha crecido a ritmos de entrer el 4% y el 5% durante años, con mejora del poder adquisitivo real a largo plazo. Este año el frenazo alemán se nota, y quizás el crecimiento sea del 2%, pero la tendencia es sólida.

¿Cuáles serán los argumentos con los que Orbán volverá a pedir el voto a los húngaros?

Una posición clara y prudente ante la guerra de Ucrania y la ampliación; defensa de la soberanía frente a imposiciones de Bruselas en migración, ideología de género y otras materias; un balance económico comparativamente positivo; políticas familiares que ayudan a que la gente tenga hijos; y experiencia de un equipo que ha sabido pilotar el país en tiempos turbulentos.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.