Pedro Corral: «Existen infinitas memorias familiares que jamás podrán ser sometidas a un discurso oficial»

Periodista e investigador de la Guerra Civil española. En su última obra, 'Vecinos de sangre', ha utilizado un enfoque totalmente novedoso para tratar el conflicto bélico que partió España en dos

Pedro Corral (San Sebastián, 1963) es periodista e investigador de la Guerra Civil española, sobre la que ha escrito los ensayos Si me quieres escribir (Debate, 2004), Desertores. Los españoles que no quisieron la Guerra Civil (Almuzara, 2017), Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil (Almuzara, 2019) y Vecinos de sangre (La esfera de los libros, 2022). En su última obra ha utilizado un enfoque totalmente novedoso para tratar el conflicto bélico que partió España en dos: la guerra vista a través de los porteros y vecinos de una ciudad en llamas como lo era Madrid en 1936. En la obra, el lector encontrará algunas atrocidades que puede llegar a hacer el ser humano en una situación extrema, así como actos de valentía que dignifican la condición humana.

Vecinos de sangre está basado en más de 15.000 testimonios de porteros y vecinos que vivieron la guerra civil en Madrid. Un trabajo hercúleo.

Con los confinamientos descubrí este fondo que está totalmente accesible a través del archivo PARES del Ministerio de Cultura. Empecé por la casa de mis abuelos y no pude parar; comencé a ver declaraciones juradas de porteros y vecinos, y terminé dándome cuenta de que había un material importante para estudiar y trabajar. Podría haber hecho seis libros como este, pero tuve que limitarme. Realmente, a través de esas declaraciones juradas pueden salir muchos estudios sobre el Madrid en guerra.

¿Teme que alguien pueda quitar valor a lo recogido en el libro por el hecho de estar fundamentado en declaraciones juradas que se hicieron ante las autoridades franquistas?

He tenido la suerte de contar con algunos historiadores que ya habían pisado el terreno de las declaraciones juradas, como por ejemplo Gutmaro Gómez Bravo y Daniel Oviedo Silva. Y claro, me advirtieron de donde podían estar las minas de estas declaraciones. Hay que tener precauciones, claro. Pero me ha llamado mucho la atención lo siguiente: hay casos en los que los vecinos contradecían la versión del portero; ellos decían que el portero había sido un canalla y el portero por su parte contaba que se había portado fenomenal. Finalmente, buscaba si el portero había sido procesado o no por los franquistas e intentaba buscar cual era la causa de ese distinto criterio. He revisado muchos documentos, no solo las declaraciones juradas.

Las declaraciones juradas de los vecinos no son un cuerpo documental que obedezca a la intención propagandística de los vencedores. Aunque las preguntas están formuladas con esa intención, te das cuenta de que muchas respuestas tienen una visión distinta a las ideas que traían preconcebidas los vencedores antes de entrar en Madrid. Por ejemplo, en las declaraciones juradas te encuentras que hubo porteros de izquierdas, con carnet de la UGT, que defendieron la vida de sus vecinos frente al terror revolucionario, poniendo incluso en riesgo su propia vida.

La primera idea que traen los vencedores es que la inmensa mayoría de los porteros habían sido unos delatores y habían actuado a favor de las fuerzas republicanas. Y al leer las declaraciones juradas ves que la realidad es muy distinta. De hecho, el primer desmentido es que hubo más porteros asesinados por milicias del Frente Popular que los fusilados por el franquismo; casi el doble de porteros y empleados domésticos asesinados por las milicias respecto a los que fusiló Franco por haber participado en crímenes o delaciones graves.

Al final, leyendo este libro, uno puede comprobar que todo es mucho más complejo de lo que nos han querido contar.

Efectivamente. Es una de las razones que sigue atrayéndome muchísimo sobre la Guerra Civil. Es lo que alguien llamó la pasión por la microhistoria, que es lo que Unamuno llamó la intrahistoria. Personalmente me gusta mucho el término microhistoria. En la historia de cada persona se rompe completamente cualquier visión plana, simplista o maniquea de la guerra civil; encuentras la extrema complejidad de un episodio como fue aquel conflicto bélico, y permíteme la autocita: hay tantas guerras civiles como españoles la vivieron. Intentar ahormar una visión única y una verdad oficial es verdaderamente un ejercicio condenado al fracaso.

Con este libro, sin quererlo, estoy rompiendo el intento de crear una memoria única: para muchas personas se está convirtiendo en una puerta para saber qué ocurrió en la casa donde vivieron sus abuelos y bisabuelos. Existen infinitas memorias familiares que jamás podrán ser sometidas a un discurso oficial. Es imposible.

En este libro, uno comprueba la bondad y la maldad del ser humano.

Es terrible. Pienso con cierto escalofrío en lo que sucedió en la fincas de Madrid, con esas trincheras tajantes incluso en los propios inmuebles; esa fractura del país reflejada en los inmuebles, me ha producido escalofríos. Y produce escalofríos el pensar que ocurriese a día de hoy con tus vecinos. Es la guerra civil llevada al ámbito íntimo, domestico, de la convivencia diaria entre vecinos. Ahí te encuentras de todo: el horror de la delación, unos vecinos denunciando a otros, enfrentados entre sí, los que denunciaron durante la guerra fueron denunciados en la posguerra. Una fractura completa. Luego te encuentras muchas declaraciones que te dan testimonio de cómo en muchas comunidades los vecinos intentaron que la guerra pasara haciendo el menor daño posible, ayudándose y protegiéndose unos a otros. Hay de todo. Es lo que comentábamos antes: ¿qué habrá de cierto en las declaraciones de unos vecinos que ponen a un portero por las nubes? Los que están hablando son vecinos de toda confianza, que lo conocen muy bien y no tienen por qué mentir. Hay muchos vecinos de derechas que en la posguerra defienden a sus porteros de izquierdas y cuentan que realmente el portero les ayudó. En definitiva, en una situación de barbarie y en un escenario tan extremo lo que somos capaces de hacer los seres humanos es inenarrable.

Por otra parte, he descubierto un factor muy importante que llevó a algunos a hacer cosas inconfesables, que es el miedo: «Si no tomo partido o me involucro, me van a denunciar a mí por no hacerlo; tengo que dejar bien sentado que soy afecto a la causa». Me da mucha pena cuando leo a algunos vecinos decir que su portero no pudo defenderles por miedo insuperable. También hubo ejemplos de todo lo contrario: recojo un caso de un portero de UGT que hacía guardias de noche con una pistola en mano, para que no entraran milicianos y poder proteger así a sus vecinos de derechas.

Siempre se ha comentado que la represión en el bando republicano no fue algo organizado, sino que fue obra de grupos de incontrolados. El libro desmonta este relato.

Así es. Hay principalmente dos factores muy temerarios. El primero ocurre el 21 de julio, con la firma del Decreto de cesantía, por el que se cesan a todos los funcionarios que el ejecutivo consideraba desafectos o que hubiesen podido tener una implicación en el golpe. Eso lleva a la publicación en La Gaceta de Madrid, desde julio hasta octubre, de una lista interminable de funcionarios públicos que el gobierno consideraba sospechosos de no ser leales a la causa republicana. Es decir, durante meses aparecieron cientos de nombres señalados en la Gaceta de Madrid, sin procedimiento contradictorio, como desafectos o participantes en el golpe. Todo ello sin que esos funcionarios pudieran defenderse. Era una forma de ponerlos en la diana. De hecho, hay algún caso de personas que aparecen en La Gaceta de Madrid y al día siguiente son asesinados. Realmente es aterrador.

Imagina el terror que vivieron muchas personas y familias al ver que en La Gaceta de Madrid aparecía su nombre como un enemigo a liquidar. El primer funcionario cesado por el gobierno republicano, con la firma de Azaña, fue Pedro Muñoz Seca. ¿De verdad era necesario publicar su nombre? ¡Todo el mundo sabía quién era Muñoz Seca! ¡No hacía falta publicarlo en el boletín oficial!

Publicar esa lista, compuesta por gente que no pudo defenderse, en plena furia revolucionaria y con cientos de asesinatos todos los días, fue una auténtica barbaridad. De hecho, como recojo en el libro, esta disposición de José Giral finalmente es corregida por Largo Caballero. ¡Hasta Largo Caballero se da cuenta de la arbitrariedad y de la barbaridad que supone ese decreto! Cuando llega al gobierno en septiembre de 1936, Largo Caballero cesa a todos los funcionarios sin excepción, estableciendo a partir de entonces un proceso contradictorio en el cual los funcionarios debían jurar su lealtad al régimen, explicar qué habían hecho los meses siguientes posteriores al golpe, etc.

Por otra parte, al leer las declaraciones juradas te das cuenta de que hay una enorme información sobre religiosos y sacerdotes detenidos en casas de amigos, familiares, feligreses, en pensiones, hostales… Al leer eso, te das cuenta de lo que supone el decreto del 13 de agosto el cierre de todos los centros religiosos, de acuerdo con la Ley de Congregaciones Religiosas, por su supuesta connivencia con los golpistas. Dejar a miles de religiosos en la calle, expuestos al terror revolucionario, fue una auténtica barbaridad. De hecho, si uno mira las cifras, puede comprobar que en el mes de agosto de 1936 son asesinados 2.000 religiosos, con 70 asesinatos al día en la zona republicana.

Otro desmentido sobre la supuesta represión incontrolada es la creación de la Checa de Fomento. Es un organismo gubernamental, fundado por la Dirección General de Seguridad, que se crea para controlar la represión. ¿Pero controlarla quiere decir aminorarla o reducirla? ¡En absoluto! ¡Lo que querían era controlarla ellos! Algunos historiadores poco sospechosos de ser de derechas lo han definido como la «institucionalización» de la represión en la zona republicana. El gobierno se da cuenta de que no puede parar a los milicianos, y al mismo tiempo no quiere perder el apoyo de los partidos políticos que lo sustentan. ¿Habría incontrolados? Pues claro, al igual que los hubo en el bando franquista, donde había grupos de falangistas y requetés que actuaban por su cuenta.

¿La represión únicamente dura desde julio a diciembre de 1936? ¿Desde enero de 1937 hasta el final de la contienda no hay represión?

Durante el resto de la guerra hay represión, sí. Hay casos de personas que son detenidas y torturadas en las checas. Está el trabajo del SMI, que es el servicio de inteligencia del ejército. Lo que hay es una cosa incuestionable, y es que la represión en la retaguardia republicana se traslada a las unidades del frente. Se da el caso de la existencia de checas en las unidades militares, formadas por comisarios políticos y determinados oficiales, que deciden a quien hay que asesinar y a quien no. El reclutamiento forzoso por parte de las autoridades republicanas había trufado el Ejército Popular de gente desafecta, de derechas, que no estaba demasiado comprometida con la causa republicana. Estas checas se dedicaban a esto, a hacer limpieza ideológica dentro de los reclutas llevados al frente por las autoridades republicanas. Hay un caso incuestionable sobre la existencia de estas checas, que es el de la 96 Brigada Mixta, la llamada brigada de los toreros; en ese cuerpo existió una checa a cuyos miembros se les juzgó por la justicia militar republicana. Y esto ocurre en 1938, es decir, dos años después de comenzar la guerra. Este caso viene recogido en el libro de Javier Pérez Gómez. El propio ejército popular manda a un juez a investigar estos asesinatos y el coche del juez es tiroteado en una emboscada, cuando va al frente a investigar lo sucedido.

También en el famoso batallón Alpino, que estuvo en Guadarrama desplegado, hubo muchos casos de asesinatos de personas desafectas, de derechas o sospechosas de no ser republicanos. Eso va a hacer constante. De hecho, hay una carta de la CNT a Negrín, que la recoge Peirats en su libro sobre la historia de la CNT, en la que dicen claramente «nos están matando», en referencia a los comunistas y socialistas. Por ese motivo Negrín hace circular una orden interna y reservada pidiendo que se dejen de hacer estos asesinatos. Es algo que sucederá hasta final de la contienda ¿Cómo termina la guerra? Pues con el golpe de Casado y el asesinato de tres tenientes coroneles del Estado Mayor de Casado que fueron fusilados en el Pardo por los comunistas. Estos casos dan a lugar a la siguiente disquisición: ¿la Ley de Memoria Democrática va a tener en cuenta estos casos? A ellos no los asesinó Franco…

La trampa de la casa de la Moneda demuestra que la represión estaba perfectamente organizada.  

Así es. Realmente es tremendo, porque consiste en anuncios en prensa dirigidos a los militares retirados a los que se les había suspendido el pago de la pensión por no haber mostrado su lealtad al gobierno republicano. Convocan en la prensa a todos ellos en la Casa de la Moneda, ya que supuestamente les van a hablar de cómo van a arreglar su situación por el hecho de no estar cobrando sus pensiones. Ahí detienen a cerca de 2.000 militares. Esta trampa es el 8 de octubre, pues bien, a los 5 días es cuando comienza la gran redada, ya que saben que buena parte de los militares retirados se habían quedado en casa por desconfianza. De hecho, algún diario republicano saluda esta redada como una «operación brillantísima» perfectamente organizada y ejecutada por el Ministerio de la Gobernación. Hombre, si eso es represión incontrolada…

¿Ángel Galarza dio la orden de la redada contra los militares?

Sí. En la posguerra, los franquistas abren diligencias a todos los militares que se habían quedado en la zona republicana durante la contienda, con el objetivo de saber por qué no se habían pasado a la zona nacional. Pues bien, en estas declaraciones hay mucha información sobre esa redada, y hay documentos de las fuerzas republicanas en las que se dice: «Este señor ha sido detenido durante la operación ordenada por el Ministerio de Gobernación…, según la orden del Ministerio de Gobernación…». Está acreditado documentalmente.

En muchas ocasiones, la policía colaboraba con las milicias.  

Sí, las patrullas mixtas estaban al orden del día. Sin embargo, me llamó la atención descubrir algo muy significativo, que es el testimonio de dos Guardias de Asalto que decían: «Para salir con las milicias a hacer paseos, lo jugamos por sorteo». Muchos no querían ir, porque sabían lo que significaba ir con los milicianos a detener gente a sus casas. De hecho, estos dos guardias de asalto cuentan cómo evitan por dos veces que los milicianos les den esquinazo con el detenido. Pero claro, cuando los milicianos llevan al detenido a la Checa de Fomento pierden la pista de lo que ocurre con el detenido.

¿Cuánto tiempo estuvieron funcionado las checas?

Principalmente hasta diciembre de 1936. Pero hay algunas oficiales que siguen funcionado toda la guerra, muchas de ellas relacionadas con los servicios de inteligencia republicanos. Ejemplo de esto es el caso de José Chang Sellés, un piloto republicano que en un momento determinado desaparece en abril de 1937 en su aeródromo, en Azuqueca, porque lo han detenido agentes del gobierno republicano. Lo detienen en Valencia, lo torturan, lo metieron en varias checas y le sometieron al procedimiento del cajón, que consistía en ir metiéndolo en cajones cada vez más pequeños durante un determinado período de tiempo. Como he comentado, esto sucede en el año 1937. Las checas oficiales son las que más tiempo duran; las que desaparecieron fueron las de partidos y sindicatos.

Hay personajes especialmente sangrientos. García Atadell es uno de ellos. ¿Hay algún otro caso que le haya llamado la atención?

Sí. Junto a Felipe Sandoval es un clásico del terror revolucionario. Hay algún ejemplo más en el libro que me llamó especialmente la atención. Es el caso de un sujeto que asesina a dos mujeres que servían en la casa de un aristócrata; al noble se lo llevan a Porlier, y las dos mujeres sexagenarias quedan al frente de la casa, siendo continuamente objeto de ataques, saqueos y humillaciones por parte de un personaje siniestro llamado Luis Durán Fernández. Este sujeto había sido dinamitero en Asturias, afiliado a la CNT, participó en los combates de la sierra de Guadarrama y presumía de haber asaltado la Modelo y haber asesinado a Julio Ruiz de Alda. Durante la guerra, se hizo novio de una chica que vivía en el mismo edificio que el aristócrata, en la calle Jovellanos número 5, y se dedicó a sembrar el terror en aquella escalera. Se llevó a las dos sexagenarias, empleadas del aristócrata, y terminó asesinándolas. Luego iría por ahí diciendo: «Las he matado como tienen que morir las beatas, con un tiro en el vientre».

Hubo personas que dieron rienda suelta a sus peores instintos aprovechando la revolución y la guerra. Tras el conflicto fueron fusilados por los vencedores en la Almudena, y claro, es el debate que plantea Trapiello en su último libro de Madrid 1945: ¿los victimarios pueden ser considerados víctimas? Hubo gente que no tuvo piedad, que fue cruel, que asesinó a sangre fría, actuando siempre con un propósito deliberado de hacer daño. ¿Podemos considerarlos víctimas del franquismo? Es un debate muy delicado. También hay que decir que en la Almudena los franquistas fusilaron a personas únicamente por sus ideas. Las cosas hay que reconocerlas. No se puede decir que todos los fusilados por Franco fueran chequistas.

Fueron exterminadas familias enteras, incluidos menores de edad.

Sí, es una característica muy singular de la represión republicana. No solo ocurre en Madrid, también en Castilla-La Mancha, como recoge Fernando del Rey en su libro Retaguardia roja. Es bastante sobrecogedor.

A la hora de hablar de la represión republicana, siempre se menciona Paracuellos, pero realmente la represión fue mucho más extensa y numerosa en Madrid.

Se da la casualidad de que mientras se están produciendo las sacas de Paracuellos, hay un aumento de las detenciones en las casas, en los domicilios, de gente que no vuelve a aparecer y es fusilada en la periferia. De hecho, hay algunos testimonios que sostienen que el gobierno dio la orden de parar el espectáculo que suponía ver a muertos por las calles. No querían que el cuerpo diplomático y los medios internacionales viesen el espectáculo dantesco que suponía ver las calles llenas de muertos.

Una de las cosas que descubro en la investigación del libro es el testimonio de un empleado de jardines encargado de recoger todas las mañanas cadáveres en la Casa de Campo. Decía que todos los días recogía de 8 a 10 cadáveres, y eso solo en una zona muy concreta, donde él estaba destinado, en el Pinar de Siete Hermanas. Es el primer testimonio que conozco donde está relatado con tanta crudeza. De hecho, a él lo detienen los franquistas después de la guerra porque según los vecinos se jactaba de haber recogido muchos cadáveres. Pero él negó haberse jactado, únicamente comentaba todos los días el horror que veía con sus propios ojos.

¿Existió realmente la quinta columna?

Lo que parece claro es que no se ha acreditado aún que Mola dijera lo de la quinta columna. No se ha encontrado una sola prueba. Julius Ruiz ha acreditado que el término «quinta columna» aparece empleado por primera vez en Mundo Obrero, el 3 de octubre de 1936. Es decir, el término quinta columna realmente es una manera de camuflar la limpieza ideológica en la retaguardia republicana.

Javier Cervera y Alberto Laguna Reyes, en sus estudios sobre el tema, dejan bien acreditado que la quinta columna, como algo organizado y conectado, no existe hasta 1937. Únicamente existía el ‘Socorro Blanco’ y el ‘Auxilio Azul’, que era un servicio creado por María Paz Unciti para socorrer a los falangistas en la clandestinidad.

De hecho, hay unas declaraciones en Unión Radio de Santiago Carrillo justo antes de las sacas de Paracuellos en las que dice que la quinta columna está a punto de ser exterminada. Entonces, ¿a qué vienen las sacas? ¿No decía usted que estaba ya liquidado? En definitiva, el término aparece por primera vez en un diario comunista y fue una manera de justificar la represión que vino después en Paracuellos.

Por cierto, los datos de la represión republicana son muy curiosos. Durante la Causa General, los jueces hacen una distinción de víctimas por colectivos profesionales. ¿Sabes cuál es el colectivo profesional con más víctimas? Los obreros, con más de 2.000 víctimas. Hay incluso barrenderos municipales asesinados por no haber participado en la huelga revolucionaria de 1934, a los que parecían tener apuntados en listas negras. Luego los militares, con 1.500 víctimas, siendo la tercera parte de ellos militares retirados; y por último, los religiosos, con 1.100 asesinados. De todos los religiosos asesinados en Madrid al menos un centenar son monjas. En la Plaza de Santo Domingo ocurre un episodio horrible: al escuchar las sirenas por un bombardeo, 23 monjas salen de la casa donde estaban escondidas para acudir al refugio; en ese momento las ven unos milicianos, las detienen y las fusilan ese mismo día en el cementerio del este.

En el libro se recogen muchos casos de personas que fueron reconocidamente de izquierdas, incluso mucho antes de la contienda, y que ni siquiera fueron procesados por los franquistas una vez acabado el conflicto.

Es muy llamativo, porque cuando empiezas a leer los consejos de guerra, ya antes de terminar la lectura tienes en la imaginación que al sujeto lo van a fusilar. Por ejemplo, hay muchas condenas a 12 años de cárcel a individuos que finalmente salen en libertad condicional a los dos años. Dentro de la arbitrariedad que fue la justicia franquista de posguerra, hubo mucha gente que no fue condenada. También es verdad que hubo muchas condenas a muerte que terminaron siendo conmutadas. Según Manuel Muñoz Martínez, hubo unos 270.00 procesados en el Madrid de la posguerra, de los cuales entre 1939 y 1945 son fusilados cerca de 3.000. A veces se ha hablado de genocidio franquista o de voluntad de exterminio por parte del régimen, pero esas cifras, aun siendo terribles, desmontan esa idea. Y esto no quiere decir, porque ya me conozco a mis clásicos, que sea negacionista de nada. Conozco muy bien la represión de posguerra y hay algunos casos que producen escalofríos, como el de Antonio Buero Vallejo.

Uno de los argumentos más repetidos por la propaganda izquierdista es que a las víctimas de la zona republicana se les dio cristiana sepultura, siendo todas ellas en su día localizadas y homenajeadas por el franquismo. Sin embargo, uno al leer el libro aprecia que hubo mucha gente que desapareció y no se volvió a saber más de ellos.

Tres casos de personas que han venido a indagar sobre sus familiares a propósito del libro. Estos tres casos no se saben dónde están, y son víctimas de la represión republicana. Claro que todavía hay muchas víctimas de la represión republicana en las cunetas. En Madrid están haciendo un estudio sobre un mapa de fosas, que todavía no está terminado, según el cual el 65% son fosas de víctimas de la represión republicana. Estoy seguro de que todavía hay muchas fosas desconocidas en los pueblos y en el frente. Por ejemplo, los miembros del Batallón Alpino que fueron asesinados siguen en mitad del bosque y nadie los ha buscado. Otra fosa muy curiosa está relacionada con un episodio que ocurre en mayo de 1937, cuando varios brigadistas internacionales fueron fusilados por el bando republicano por arrojar las armas. Que yo sepa nadie ha descubierto todavía dónde están esas fosas.

Hay episodios que han sido poco estudiados por la historiografía. Por ejemplo, el Túnel de Usera.

En el libro traigo a colación tanto el Túnel de Usera como Paracuellos porque en las declaraciones juradas aparecen los primeros testimonios denunciando ambos sucesos. En el caso del Túnel de Usera, les prometían pasarles a la otra zona a cambio de dinero o joyas, cuando finalmente los fusilaban en el mismo túnel. Por otra parte, las primeras noticias de Paracuellos son verdaderamente chocantes, ya que algunas familias creían que la expedición en la que salían sus familiares había sido capturada o liberada por las tropas nacionales; piensan que sus familiares están vivos en el otro lado. Por cierto, en el libro doy la pista de una saca desconocida, de la cárcel de Ventas el día 4 de diciembre. No está contabilizada y además es una saca que tiene final feliz, porque los iban a llevar al cementerio de Torrejón de Ardoz para fusilarlos y a última hora un teniente dio la orden de que no se les fusilase.

¿Qué opinión le merece la Ley de Memoria Democrática?

Es muy curioso, porque en su preámbulo se recoge que el intentar construir una memoria colectiva no es la primera vez que se hace en España, porque el primero en hacerlo fue Franco. Ahora Pedro Sánchez señala en ese mismo preámbulo que una de las grandes políticas del Estado debe ser crear una memoria colectiva. No puedes legislar sobre el pasado, porque eso es totalitarismo. ¿Qué pretendes? ¿Crear una única verdad? Todo el mundo tiene experiencias diferentes, ya sea por lo que ha leído, por lo que le han contado sus familiares o por lo que les ocurrió a sus amigos. Es una red imposible de romper por uno de estos torpedos totalitarios. Como me dijo una vez un seguidor en Twitter: «Mi abuelo materno luchó en un bando; el paterno en otro. ¿A cuál de los dos le pongo flores?». La reconciliación ya la había hecho la sociedad española mucho antes de que la hicieran los políticos. Aun así, la reconciliación que se produjo en la Transición tiene mucho valor, ya que se consiguió que una sociedad que ya estaba reconciliada pudiera ver a sus representantes de uno y otro bando juntos. Marcelino Camacho dijo con motivo de la aprobación de la Ley de Amnistía: «Aquí hemos venido a enterrar las trincheras de la guerra civil». Y efectivamente estaban enterradas, cada uno tenía sus vivencias y opiniones, pero estaban enterradas.

Por otra parte, me choca bastante la mixtificación de la Ley de Memoria Democrática. Estoy de acuerdo en que se deben enseñar los valores democráticos, pero si estamos de acuerdo en eso, no pueden borrar un período en el que no se respetaron esos principios democráticos, como ocurrió en la Segunda República. Hay un gran fermento de aprendizaje de lo que deben ser los principios y valores democráticos en el estudio de la Segunda República. ¿Por qué nos han hurtado ese estudio? ¿Por qué no se menciona la dictadura de Primo de Rivera? ¿No quieren que sepamos que Largo Caballero fue miembro del Consejo de Estado con Primo de Rivera? Según Pedro Sánchez, Largo Caballero es un modelo para él. ¿Qué pasa? ¿No quieren que sepamos que su referente fue colaboracionista con una dictadura? Pues fenomenal. ¿De la revolución de 1917 tampoco hablamos? ¿O del suceso de Casas Viejas?

¿Qué balance hace de la Guerra Civil en Madrid?

El resumen es ver la grandeza y la bajeza moral de la que es capaz el ser humano. Hay personas que son todo un ejemplo de humanidad, mientras que otros son ejemplos de inhumanidad. Ojalá nunca tengamos que vivir un episodio así.

Francisco Cuaresma
Francisco Cuaresma
Amante de la política, la historia y la naturaleza. En la batalla cultural permanente.