La puerta verde

No desvelar el secreto, dejar cosas por descubrir y abrazar el misterio implica que siempre puede haber algo mejor de lo que hay

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No podría decirse de mí que soy alguien a quien no le cuesta concentrarse. Sí que se podría, en cambio, decir que no necesito gran cosa para desviar la atención de lo que estoy haciendo. Si estoy trabajando frente a la ventana, es muy posible que me distraiga con los pequeños saltitos que dan los gorriones para ir de un lado a otro a pie, o con la habilidad con la que maneja el soplahojas el jardinero de mi calle, un hombre amabilísimo, que me saluda siempre como si fuese un amigo muy querido.

Acaba de pasar de un coche que es del mismo color que la taza que se me rompió la primera vez que fui a casa de mi novia. Pasé un mal rato ese día, aunque no tanta como cuando olvidé poner el freno de mano en aquella camioneta; incidente que, gracias a Dios, se saldó sin heridos graves. Es delgada la línea que separa las anécdotas divertidas de los antecedentes penales. En fin, que soy algo distraído, y no me gusta, porque distraídos hay muchos y uno siempre tiende a querer singularizarse.

Lo que peor llevo, sin duda, son esas veces en las que se me mete en la cabeza una melodía que conozco pero que, por supuesto, no recuerdo su nombre. Hoy, de hecho, lleva todo el día sonando en mi cabeza una que he tardado varios minutos en poder nombrar: La puerta verde, de Los Nikis.

Tampoco he intentado que parara, me encanta esa canción. Recuerdo que de pequeño me gustaba por todas las posibilidades que sugería la letra: «¿Qué habrá tras esa puerta verde?». La canción habla de una misteriosa puerta de color verde detrás de la que esconde lo que parece ser una gran fiesta.

Pero ¿qué habría, en realidad? Nunca lo sabremos. Hace casi cuarenta años, Los Nikis hacían su propia versión de la canción de Jim Lowe; canción que, por cierto, cantaba Di Caprio en Érase una vez en Hollywood. Gracias por devolverme a mi niñez, Tarantino. Sin embargo, a pesar de que Los Nikis son una de las bandas sonoras de mi infancia, he de confesar que me gusta más la letra original de la canción: «Green Door, what’s the secret you’re keeping?»

La puerta no está cerrada por casualidad, porque entonces podría no haber nada importante detrás. Guarda un secreto. Volvamos a la canción: habla de un tipo que no puede dormir al que le mata la curiosidad. Hay una puerta verde y se muere por saber que hay detrás. Día y noche oye risas y música al otro lado. Suena un piano. Suena alegremente. En un momento dado, el tipo se intenta colar, «me llamaban», dice. Astuto. Pero se ríen de él y lo echan. Y ya está. ¿Qué había, entonces? ¿Es que acaso está la canción incompleta?

No pienso que lo esté. Es más, creo que si se desvelase lo que se guarda detrás de la puerta sería una canción mucho peor. Y más pequeña. El secreto podría ser cualquier cosa, y esa es precisamente la cuestión. Mientras la puerta se mantenga cerrada, todo es posible. En este escenario, es difícil que no me vaya a decepcionar lo que finalmente haya.

El mundo se fue haciendo más pequeño según se iban haciendo más grandes los mapas, y ahora ya lo hemos descubierto todo. Y, al menos a mí, me parece una pena. Dejar cosas por descubrir y abrazar el misterio implica que siempre puede haber algo mejor de lo que hay.

La canción es genial precisamente porque no desvela el secreto. Estaríamos mejor si quedasen más cosas ocultas tras una puerta verde.

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