Cuánto se habla de la libertad hoy en día. Es un concepto que reina en todos los debates y que no se le olvida a ningún político en su discurso, no vaya a ser. Todos anhelan libertad. Parece que les falta. Aunque hay que admitir que tienen un punto inconformista que no está mal. Debe ser que no han conocido la verdadera represión. O que no han conocido la verdadera libertad. Según se mire.

Partiendo de que vivimos en un lugar privilegiado con un Estado de Bienestar que vela por nuestros derechos, y con una seguridad única en el mundo, hoy me toca reivindicar y exponer la verdadera libertad. A ponerle nombre. Advierto de antemano que es mucho más sencilla. Y pido perdón (aunque no me vaya a arrepentir de lo que siento) por la banalización que voy a hacer de algo con tanto peso como la libertad. La RAE nos da una definición: la libertad es la «disposición natural para hacer algo con destreza». No está mal, pero me vais a permitir una pequeña modificación: mi libertad es la disposición natural para ser con destreza. Y me explico.

El lugar donde más libre soy tiene nombre. Me temo que no se trata de un lugar físico. Trasciende el espacio. De hecho, tiene nombre y apellidos. En su conjunto se denomina gabete (antiguamente papaia). Y sí, has acertado. Son mis amigas. Mi familia, más bien. Las que he elegido sabiamente. Y las que seguiré eligiendo hasta el final.

No hay lugar en el mundo en el que sienta tanta libertad como con ellas. Libertad de ser. Esa es la más importante. Libertad de decir, de hacer, de sentir. Y no creáis que somos todas iguales. Ni mucho menos. Ha quedado claro que cada una es de su padre y de su madre, y que votamos distinto en las urnas. Pero el lazo que nos mantiene unidas va mucho más allá de una papeleta. Trasciende el eterno debate de si salir hasta el amanecer o quedarnos en casa con un vasito de leche y galletas (ejem…). Os sorprendería todo lo que une a la que estudia Ciencias Políticas en Somosaguas y la que va a Misa casi a diario. Es, sencillamente, la forma de vivir. La manera de ver la vida. Ahí está esa libertad de la que hablo. Trasciende todas las diferencias mundanas. Importancia a lo importante. Es la forma de ver a las personas. De concebir las relaciones. De los valores que priman. De poner siempre el corazón en nuestras actuaciones. De mantener una fidelidad no pactada. De saber estar.

Ali nos mandó un mensaje hace unas semanas, porque nos necesitaba. Ese día todas dejamos lo que estábamos haciendo para ir a su casa. Las nueve que estamos en Madrid. Sin fallo. Se me llenó el alma. A todas. Sentí un orgullo y una felicidad que no se pueden explicar. Un martes de enero en ese salón de Torrelodones donde tanto nos hemos reído jugando al código secreto y haciendo mímica y sonidos extraños. Ahora estábamos escuchando. Cuidando. Desde nuestra libertad.

Y ahí radica otra libertad única: la de elección. Escoger a las personas que quieres tener en tu vida es un arte. Ya lo dice Lágrimas de Sangre: «El arte de escoger quién se larga y quién perdura». Hablemos de arte. Otro concepto abstracto y lleno de significados. Así que una vez más, voy a explicar mi definición. No te sientas obligado a seguir leyendo, pues efectivamente, ¡está en tu libertad! No esperéis una minuciosa o poética definición, pero si mis amigas son mi libertad, también son puro arte. Olé. Y os explico por qué:

Arte es el concierto de Shakira que cantamos a pleno pulmón Ele y yo en el coche para coger energía antes de entrenar. Es el baile de Bernabé con Carlos Gardel de fondo. Es el talento oculto de Pereira, la risa contagiosa de Juli o el inagotable activismo de Car. Arte es tener tres Lucías en el grupo y saber que comparten mucho más que su nombre (a pesar de que mientras una está examinando vacas por detrás, la otra está en un debate en contra de la monogamia y la última con la mente en San Fermín). Arte, inconfundiblemente, son los dibujos de Pats. Es la mano de Vera con los mojitos y la eterna energía de Montero por las noches. Todo esto —y más que me dejo— es arte. Y es arte porque, de esta forma, me hacen feliz. Así de sencillo. El arte es la capacidad o habilidad para hacer algo. Y ellas tienen la (gran) capacidad de hacerme feliz. Ole, ole y ole.

Pero también, y más aún si cabe, arte son las heridas que compartimos y que lloramos juntas. Estar en una mesa doce personas escuchando de corazón las adversidades, los aciertos y errores del corazón, los dilemas, los obstáculos, las dudas. Eso sí que es arte, porque menudo cuadro. Una habla. Once escuchan. Varias lloran. Nadie juzga. Y una vez más, desde la libertad. Se merece otro olé. Por eso pregúntate, siendo plenamente libre, estos interrogantes: ¿Cuál es tu libertad? ¿Dónde ves arte en tu día a día?

Yo lo tengo claro.