La semana pasada escribí sobre preguntarse quién soy. Decía que nos han enseñado a preguntarnos «cómo estoy» y «cómo soy», pero no nos han enseñado una pregunta más obvia y anterior: «¿Quién soy?». Lewis explica en Cartas del diablo a su sobrino que el diablo quiere que vivamos en el futuro porque es desconocido, de forma que pensemos en cosas irreales. «El futuro es, de todas las cosas, la menos parecida a la eternidad». La solución es vivir de acuerdo a nuestra realidad más plena. A nuestro auténtico nombre.

Ese nombre no aparece en nuestro DNI. Ni siquiera es nuestro nombre de bautismo o confirmación. Es un nombre que solo Dios conoce. Nuestro verdadero nombre es en relación a Dios, nuestra misión con Él. En el caso de la Virgen es ser su madre. El nombre de la Virgen es Madre-de-Dios. San Pedro es piedra, es En-el-que-Dios-se-apoya.

O sea, lo que me constituye es quién soy para Dios. Y esa identidad se da con plenitud en la muerte. Porque ya no estamos limitados por nuestro cuerpo mortal. ¿Cuándo conoceremos ese nombre? Pues cuando muramos. Lo dice San Pablo a los Corintios: «Conoceremos como somos conocidos». Claro, porque para saber quién soy necesito que me lo digan desde la instancia superior desde la que me miran.

El problema es que esa identidad es un misterio enorme. Es un misterio porque es imposible. Una mujer no puede ser madre de Dios. Un pescador no puede ser apoyo de Dios. No para nosotros, por lo menos.

Hay que vivir en el presente y por eso la Iglesia se dedica a anticipar lo que va a pasar. Spoiler: God wins. Ya conocemos el final de la película. Pero no tenemos que esperar a que termine la peli para comprobarlo. Podemos evitar vivir como si este mundo fuese el definitivo.

El diablo sabe todo lo anterior. Por eso ataca lo más precioso de nuestra vida, ataca la clave. De lo que más tengo es de lo que más miedo me da no tener. Por ejemplo, la identidad de Abraham es ser padre y le da miedo no serlo.

Para empezar a saber quién soy puedes hacerte dos preguntas: ¿Qué es lo que más miedo te da? ¿Qué es lo más feo que te has dicho a ti mismo? Estas preguntas exigen dos respuestas:

1. Es mentira, porque te lo ha dicho alguien que no te quiere (el diablo).
2. Es probable que esa clave en positivo sea la identidad de tu vida.

Por ejemplo, si lo que más miedo te da es quedarte solo, quizás tu nombre es El-que-hace-compañía-a-Dios. El diablo carga la mano y se dedica a susurrarte que te vas a quedar solo.

Este tema daría para mucho, pero yo no sé mucho más. Esto se lo escuché a un sacerdote hace poco y me pareció demasiado interesante para no compartirlo. Lo último que dijo es que hay que confiar en Dios. Porque muchas veces no cumplimos nuestra vocación porque tenemos miedo. Si me entero de alguna cosa importante que me haya dejado la compartiré sin tardar.